Quien fuera hermano de uno de los fundadores de Montoneros, abatido por la policía tras haber participado en el secuestro y asesinato del ex-presidente Aramburu, y que tal vez por ser hermano de asesino fue designado por Perón secretario general del Movimiento Peronista, hace aquí un ensayo de memoria de su actividad peronista. Que sirve para lo que él mismo experimentó: conocer a Perón.
Que es un personaje que detesto, aunque tengo amigos argentinos más inteligente que yo y que son fervientes peronistas. No pretendo, ni en esto ni en nada, tener la razón, sino opinar basado en el conocimiento, lo que no es poco en este nuestro presente de opiniones osadas (hoy, mientras desayunaba junto al trabajo, oí decir a un vociferante barrendero: "Porque Francisco Pizarro se cargó a todos los mayas". Tal cual). Pero entremos en el jardín peronista. De quien mi familia argentina fue silenciosa víctima como tantos argentinos que no quisieron rendirse al populismo y su sopa boba. El caso es que Abal sorprende, primero, cuando su hermano, tras iniciar aquella guerra civil que trajo al poder a Perón y también a Videla, entre el asesinato de Aramburu y su cumplimiento de aquello del que a hierro mata, le confiesa "Matar es terrible... es tremendo". Lo que hace pensar que aquella muchachada enajenada tenía un poquito de conciencia para darse cuenta de lo que estaban, y seguirán, haciendo. También sorprende escuchar de Perón que aquel crimen era "una acción deseada por todos los peronistas" y, más aún, "un acto de profunda justicia". Y que ya regresado, Perón use a Abal para que le exija pedir perdón a Ricardo Balbín, el presidente de la Unión Cívica Radical. Ahí, en todo esto, se retrata Perón como un rencoroso pese a su capacidad para decir a unos y otros lo que querían oír y quedar siempre él como la solución. Este libro, desde el afecto sincero, muestra a ese general desnudo. Y por mucho que se intente ser objetivo y mostrar la posible bondad del caudillo de los descamisados, quien sea mínimamente antiperonista (reafirmo mi desprecio, y fascinación por Juan Domingo, mi fascinación conmovida por Eva Duarte), no habrá cambiado un ápice su opinión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario