viernes, 17 de mayo de 2024

Lecturas: Un saco de huesos (Stephen King)

 Hay quien duda entre esta novela e It como la mejor de Stephen King. Doctores tiene la Iglesia de King, pero yo no me atrevería a darle ese honor a ninguna de las dos y prefiero creer que todavía, todavía, no he leído la que suponga ese deslumbramiento. 



He disfrutado enormemente con esta novela, como en casi todas las de King. Pero al llegar a las cincuenta finales, el libro se tuerce tras haber dado muerte a dos importantes personajes con la habitual técnica del hachazo, haciendo que amemos u odiemos a personajes considerados imprescindibles para eliminarlos como con un rayo y descubrir que pese a todo, a ese trauma del lector, la trama sigue y hasta mejora. En ello no hay quien le discuta el dominio y la pericia al de Maine. Pero aquí, como en tantos otros títulos, hay un bandazo en la resolución que deja cabizbajo al lector. Como señalaba Daniel Mendelsohn en 1998 en The New York Times:  Afortunadamente, "Un saco de huesos" es, durante largos períodos, una lectura tan buena como muchas de las viejas novelas de terror "directas", pero al final no puede decidir si quiere ser una obra seria. de ficción literaria o una superproducción de terror. El resultado es un libro que no funciona como ninguno de los dos; se siente como si la conmovedora historia de problemas humanos demasiado comunes se abandonara a mitad de camino por una historia de lo sobrenatural que al final no es tan aterradora. O al menos los demonios no lo son. Ahora que lo pienso, esa podría ser la broma final del libro a expensas del negocio editorial. ¿Qué más podemos hacer con una saga sobrenatural en la que los fantasmas son menos aterradores que los agentes?

Este reproche es atinado. El libro transcurre con un personaje central y, cómo no, escritor, Michael Noonan, que se se siente exhausto tras la muerte accidental de su esposa y que vive de enviar a su agente libros que terminó años antes. Pero ante sí tiene la melancolía de sentir que su vida amorosa y creativa ha terminado, y que su retiro en su casa de campo junto al lago Dark Score (al parecer, trasunto del lago Flagstaff de Bangor) le dará al menos distancia. Allí, conocerá a una joven madre y su muy joven hija, surgiendo el deseo y también problemas añadidos y el retorno a la escritura. Y con ello, fenómenos de poltergeist que Noonan se toma con naturalidad, con ruidos y presencias intuidas y hasta imanes de nevera que transmiten mensajes. Todo ello, inobjetable. Pero, ay, llega el final confuso, aturullado, válido como animal de compañía. Y que estropea otra novela brillante y dignísima. Pero, nuevamente ay, no para mí.


lunes, 29 de abril de 2024

Lecturas: Mago y cristal. La Torre Oscura IV (Stephen King)

 Este libro es un tumor, una enfermedad, un goce. Algo muerto, molesto, que se lee con desagrado, con hartazgo, con desinterés. Con fascinación. Algo que es un ladrillo sobre la mesa, que pesa en las manos, que te hace seguir las peripecias de Roland y de su enamorada Susan Delgado sin que te interese un carajo lo que se digan, lo que les pase, lo que sientan. Sintiendo que cada decisión narrativa de King es un error pero sintiendo admiración de cómo es capaz de porfiar en ellas página tras página y durante centenares de ellas. Si alguien lee esto, que me crea: huyan de la serie de libros de La torre oscura. Quien no hemos caído en la tentación de leer a Tolkien (a que va a ser eso), podemos prescindir de esta lectura. No merecemos estas páginas. Que son ingratas, que son estúpidas. Que son magistrales. Porque por mucho que desperdiciemos el tiempo y los ojos y los músculos del brazo sosteniendo estas 921 páginas, sintiendo que es un sinsentido lo que vamos experimentando, que todo es confuso y tedioso, a la vez captamos, por mucho odio que esta novela me cause, que cada página es un portento de estilo, que tiene un mérito altísimo la capacidad de inventiva de King para trasladar un mundo que parece real de tan preciso en su fantasía. Qué capacidad para dar vida a lo que está muerto, qué voluntad de creación para no tirar la pluma a un pozo. Qué paciencia la mía como lector, y la de ustedes para leer este desahogo.


miércoles, 3 de abril de 2024

Lecturas: Posesión (Stephen King)

Tal vez sea una rareza en el abrumador corpus de la obra de King. Al menos lo es llegado a este punto: una reescritura radical de otro libro, o el reaprovechamiento de personajes de otro libro contradiciendo sus circunstancias. El caso es que en el libro anterior, Desesperación, se contaba una historia en la que un puñado de desconocidos se veían sometidos a los designios de una divinidad malvada, Tak, en un pueblo del desierto, adueñándose del cuerpo y la mente de varios personajes. El policía  Collie Entragian (deudor del protagonista de El asesino dentro de mí de Jim Thompson, a quien estaba dedicada Posesión) es el más notorio de esos villanos poseídos por furor homicida. Desesperación fue escrita entre noviembre de 1994 y diciembre de 1995. La novela que aquí nos ocupa fue publicada en septiembre de 1996, y publicada a la vez que el otro libro, sin que tenga fecha de escritura. En todo caso, aparece firmada como Richard Bachman, autor de Rabia, La larga marcha, Carretera maldita, El fugitivo y Maleficio. Más adelante también firmará Blaze. Esta publicación simultánea hace posible una escritura también en paralelo. En todo caso, las referencias en un libro hacia el otro hacen que el orden preferente de lectura sea el que aquí respetamos. Lo que ambos libros tienen en común son la lógica, si es que así puede llamarse, de la posesión, ya que en Posesión es la ficción, la de unos personajes de una serie de dibujos animados, Motokops 2200, la que invade la realidad, sembrando la destrucción en un apacible suburbio residencial de Wentworth, Ohio, donde ahora residen los personajes que antes coincidieron en Desesperación, Nevada. Al fin y al cabo, lo que King nos propone es una variante de lo que ya hizo Philip K. Dick en las páginas de Ojo en el cielo, donde los personajes pasaban a compartir la visión de la realidad de otros personajes. King nos lleva a que las ensoñaciones violentas de un niño autista, Seth Garin (que no aparecía en la otra novela), seducido por la serie de televisión y su merchandising, pasen a ser reales y las cuatro carrozas-camionetas de los Motokops siembren la muerte en la calle Poplar. Esta vez Entragian es una víctima y no un verdugo, y el niño redentor Ralph Carver que en Desesperación tiene doce años tiene ahora seis, se llama David y es un niño más. Y ahora tanto él como su hermana y sus padres han intercambiado sus nombres. Johnny Marinville sigue siendo escritor, pero esta vez ha enderezado su carrera como autor de literatura infantil. Con esos mimbres, rediseñando otras vidas, dándoles una nueva oportunidad a algunos personajes, incluso los que ya murieron en Desesperación, y sacrificando a algunos que sobrevivieron en la otra ficción, King juega con nosotros. Y lo hace disfrutando, mezclando elementos que inserta como diarios personales, fragmentos de guiones de televisión, reseñas de prensa, cartas. 



El resultado es un libro extraño y fantasmagórico. Esta vez, Tak ha poseído una calle a través del alma perturbada de Seth Garin. Que no sale bien parado. Porque esta es una novela sin piedad y tal vez la más cruel de su autor. También la más extraña.

sábado, 30 de marzo de 2024

Lecturas: Desesperación (Stephen King)

 Tal vez no sea él, sino yo. El caso es que buscando joyas cada vez encuentro más libros de King en los que advierto un derrumbe de la trama, una decepción, que convierte en enojo lo que me planteaba como placer. Es lo que sucede una vez más con este libro. Puede que sea que este lector viejo decide no ser conformista y no entra en las trampas que King plantea, puede que sea mi saturación empecinada de quien se ha planteado no rendirse, no arrojar al contenedor azul ninguno de sus títulos sin haber cumplido con el deber. No menos curioso es que ahora, un mes después de haber terminado la lectura, el cabreo se atenúa y se le concede una valoración que no condice con el amargo hastío de quien encuentra fatigosa la sucesión de las páginas, anhelando llegar a la última. Pero, insisto, puede que no sea una bajada de la calidad de King. 

Lo cierto es que el procedimiento habitual de King, el planteo de una situación de arranque creíble, en la que un escritor en decadencia intenta reflotar su carrera dando con un policía psicópata en un pueblo de Nevada llamado Desesperación, pasa a tener un enfoque fantástico, con mineros chinos y dioses maléficos, que chirría como sucedió con Los Tommynockers. O con Insomnia, o con El retrato de Rose Madder. Pero lo que allí era puro naufragio, tiene aquí una lógica, aunque sea la de la sinrazón, que hace que si bien la lectura fuera, obviamente, desesperante, su recuerdo sea más benévolo. Aunque sea por la lucha entre dos principios eternos, el del mal encarnado por Tak, una divinidad lovecraftiana, y el bien del Dios de los cristianos que defiende el niño David Carver, que difícilmente puede tener los doce pocos años que King le adjudica. O más bien sólo por esto. En todo caso, es un King irregular pero con su semilla de grandeza. No es un buen libro, pero tampoco es malo. Alabado sea Dios. O Tak.



jueves, 29 de febrero de 2024

Lecturas: La milla verde (Stephen King)

 Bendita sea mi creciente capacidad para el olvido, para no recordar los detalles o las líneas generales de libros o películas aunque hayan sido recientes. Así, no he sido condicionado por el recuerdo de la película surgida de esta novela de King, de la que sólo alcanzo a evocar que fue terrible y emotiva y que contenía acaso a Tom Hanks, como también sé que en unos años podré recuperar del anaquel este libro y revivir con ojos vírgenes el triste destino de todos sus personajes. Porque esta es una novela perfecta, en la que nada sobra ni hay ninguna decisión de King que podamos cuestionar. No hay zarandajas de ka-tet ni pretensiones metafísicas baratas. Hay, en cambio, la fatalidad de cumplir con el deber de los funcionarios de la prisión, acompañando a la muerte a los reos, de los propios reos de cumplir sus días en la tierra con dignidad y entereza, del  estúpido malvado Percy Wetmore, condenado a incidir e insistir en su crueldad ciega como William Wharton, Billy el Niño, lo hace desde el nihilismo de quien nada espera ni nada desea, el deber del propio narrador, Paul Edgecombe, por exorcizar sus fantasmas, purgar sus recuerdos amargos, convertido en un evangelista que cuenta cómo el salvador murió por todos, aunque se trate del humilde salvador de un ratón y de la esposa del alcaide. Porque hay una grandeza religiosa, una pulsión sagrada, en John Coffey -se escribe casi como café pero no es lo mismo- como hay en Paul Edgecombe esa misma piedad horrorizada por haber permitido la muerte del redentor. 


martes, 16 de enero de 2024

Lecturas: El retrato de Rose Madder (Stephen King)

 Que no es sino el hipotético aumentativo de mad, haciendo que la protagonista, Rose Daniels, pase a ser más loca. No sé, eso es lo que se me ocurre. Porque ese es el segundo temor de la protagonista, que no se le crea cuando ve que el cuadro comprado en una chamarilería va cambiando caprichosamente. El temor mayor es que su marido maltratador y psicópata la localice y acabe con ella. Rose busca comenzar una nueva vida en otra ciudad tras huir de Norman, su esposo policía y a ratos caníbal, siendo éste un villano que en su maldad está un peldaño por encima del esposo de Dolores Claiborne y a la pan de Randall Flagg. Hasta ahí bien. Hasta que sucede algo parecido a en Insomnia: King adopta una mala idea, se pone trascendente y hace que, nueva Alicia, Rose se introduzca en el cuadro. Dentro, revivirá una forzada actualización del mito del Minotauro. En la anterior novela, el mito a recuperar era el de las Parcas. Con resultado catastrófico. Aquí el destrozo no es tan grave. Pero lastra al libro. Y fatiga al lector que se encuentra defraudado al encontrarse con esa metamorfosis que parece buscar una respetabilidad que King no necesita. Habrá quien le parezca lícito, quien haya disfrutado con ese giro. No es mi caso. 






domingo, 14 de enero de 2024

Lecturas: Insomnia (Stephen King)

 Puto libro de los cojones. Estas palabras acompañaron al gesto de cerrar el libro y arrojarlo sobre la mesilla de noche al terminar la lectura. Cuando ésta se mantuvo en un constante Qué maravilla hasta alcanzar la página 365 de las 889 que tiene el volumen. Fue entonces cuando a King se le fue la pinza y empezó a sabotear la novela introduciendo un giro estúpido de la trama. Ahí se inicia la segunda de las tres partes del libro, rompiendo (qué digo: destruyendo) la historia de un viudo reciente y anciano, Ralph Roberts, que padece un insomnio creciente mientras a su alrededor se producen fenómenos extraños. Al adentrarse en esta segunda parte, en la que el realismo casi costumbrista de King se mantiene en su adecuada dosis, y al llegar a la infausta página 497, se descubre la identidad de unos peculiares personajes que pasan a ser Láquesis, Cleto y Átropos. Las Parcas. Y he aquí que todos los defectos que arruinaron otra novela de King, Los Tommynockers, reaparecen y se agravan, llenando el resto de esta parte de diálogos y farfolla vacuos y pretendidamente (fallidamente) trascendente para dar lugar a una tercera parte (ya a partir de la página 591) en la que la acción vuelve, para haciéndose confusa y torpe ya que el pegote de las Parcas es la que determina cuanto sucede convirtiendo la lectura en algo fatigoso y aburrido. Un libro espantosamente malo, que se deja permear de lo peor de la serie de La torre oscura y que hace que cuando King menciona el Ka-Tet que sustenta ese irregular ciclo narrativo uno abomine del mismo y maldiga la hora en que se convenció que ese concepto era una buena idea. Llevo con esta entrada del blog reseñados 39 libros de King. Y aún me quedan otros tantos (quizás 44) por leer y comentar en este blog. Confieso que la decepción con este libro casi malogra mi proyecto de leer toda la producción de King. Muy poco me ha faltado para desistir. Tan estúpido me ha parecido este libro. Quien confíe en mi criterio queda avisado.