Para ser publicadas en la revista mexicana Sucesos para todos, Chaves Nogales escribió en su exilio de París, en 1938, en diecisiete entregas, esta crónica de la resistencia de una ciudad que tuvo un héroe que es Miaja, pintado aquí con los matices más favorables, y un villano que fue, más que Franco, Largo Caballero, al que pinta receloso de la popularidad del viejo general, y deseoso, casi, de que Madrid cayera con tal de que cayera también el defensor de la capital. Ya en la primera página, Chaves da el primer apunte: Largo Caballero ha recorrido los frentes de la Sierra disfrazado de caudillo tropical, cubierto con un inverosímil sombrero de alas anchas y armado con un rifle. Las tropas rebeldes arrollan fácilmente a estas masas heroicas e insensatas. El relato es vibrante, sin faltar los bombardeos ni las sacas, los abusos de los pistoleros cazando discordantes, la irrupción de las Brigadas Internacionales con su mezcla de idealistas y aventureros, los combates de la Ciudad Universitaria, el asalto fallido franquista, la muerte de Durruti.
Chaves Nogales, con su lucidez y su capacidad de escribir como el mejor cronista, su voluntad de denunciar la estupidez y la crueldad vengan de donde venga, da una lección de honestidad pocas veces vista en nuestra áspera patria. Se puede, y se debe, ser a la vez anticomunista y antifascista. Aunque los comunistas de ahora tilden de fascista a quien le ponga reparo. Aunque los fascistas de ahora tachen de comunista a quienes no sigan sus consignas. El santo laico que fue Chaves Nogales, es categórico:
El origen de la guerra no es español, no puede ser imputable a los españoles. No hay más culpa española que la de los dirigentes infames que brindaron la tierra de España a la barbarie y abrieron las puertas de su país a la doble y antagónica invasión extranjera. Lo español es acaso el encarnizamiento, la innegable crueldad, el tesón, que el hombre de España pone siempre en defender la causa que abraza. Soldado de la fe, siempre, el español se ha hecho matar, ahora por el dogma de la revolución o el de la autarquía como antes se hacía matar por el dogma del catolicismo.
Ese hombre de España que ha sido asesinado por el comunismo o por el fascismo, es lo único respetable de esta guerra estúpida que el pueblo español, de por sí, no hubiese hecho si unas tropillas de españoles cretinos y traidores no le hubiesen arrastrado a ella criminalmente. ¡Que no pretendan ahora encaramarse sobre ese millón de muertos españoles para consagrar definitivamente su estupidez criminal!
España no será comunista ni fascista. La mayor infamia que se puede hacer aún con el pueblo español es la de tremolar triunfalmente sobre el inmenso cementerio de España cualquiera de esas dos banderas que siendo ambas extranjeras han hecho derramar tanta sangre española.
Miedo da saber que a quienes, bajo el signo de la hoz y el martillo o el fascio quieren reverdecer y poner en marcha una nueva versión de aquella tragedia. Yo, como español anticomunista y antifascista del sur, tendré siempre presente la cercanía de la frontera portuguesa. Que San Manuel Chaves Nogales nos pille confesados.