Ahora que Gadafi se atrinchera en Trípoli mientras su país es terreno para las llamas y la desolación, recuerdo cuando en el buzón de casa, en el viejo barrio de la infancia, recibía los boletines de la embajada de Libia (papel de periódico, y como título “Al Yamahiriya”), a los que se unían los de Irak (la revista “Tigris” y el boletín “Qadissiat Saddam”) y los envíos esporádicos de la Unión Soviética (los tomos de papel barato para aprender ruso a través de Radio Moscú), la RDA (papel de alta calidad, fotos de delicioso color, la sonrisa de Honecker), de Nicaragua sandinista y de la Yugoslavia post-Tito. Todo el eje del mal en el buzón de los hermanos Montañez. Un siniestro destino cerniéndose sobre aquellos países que, en su mayor parte, desaparecerían tras aquella voracidad de los dos mocosos que enviaban escuetas cartas a las embajadas en las que se pedía información sobre aquellos países remotos. Y revolucionarios. Todo ese espejismo se derrumbó lenta pero estrepitosamente (en los hechos históricos pero también en mi interior). El loco Gadafi, el inspirador de aquella propaganda devorada en casa, ya no es el paladín raro de esa adolescencia errónea. El grito de John Wilkes Booth tras asesinar a Lincoln vuelve a sonar en tantas gargantas, y también en la mía, cuando la revolución incierta de hoy sirve para la nostalgia de quien fui, de quienes fuimos.
jueves, 24 de febrero de 2011
domingo, 20 de febrero de 2011
LA DE LOS CLAVELES DOBLES
Curioso destino el de nuestros compositores de zarzuelas tantas generaciones después. Elijamos el trío de ases del género. Qué nos dicen hoy. Barbieri suena obviamente a italiano, Chueca es un barrio y casi un lugar común, Chapí fue uno de los fundadores de la Sociedad de Autores, algo que se llamará más tarde Sociedad General de Autores de España. La SGAE, de turbia fama pero que en su origen tiene también, junto a nuestro compositor, a gente bien humorada y voluntariosa como los hermanos Álvarez Quintero y a Carlos Arniches. De los tres, sólo uno no es madrileño, por más que en el parque del Retiro tenga su monumento. Es el alicantino (de Villena, por ser precisos) Ruperto Chapí. De él se ofrece, hoy y en el Teatro Alameda, su más conocida y perdurable zarzuela, “La revoltosa”. Con producción de la jienense y ambiciosa (recientemente estrenó con éxito su propia versión de “Rigoletto” de Verdi) Compañía Lírica Andaluza.
Nos encontramos ante el más claro y gozoso ejemplo del género chico. El compositor francés Saint-Säens, que estuvo presente en el estreno de “La Revoltosa” el 25 de noviembre de 1897, declaró tan alborozado como contrariado no sólo que le hubiera gustado firmar esta partitura, sino que “cómo es posible que llamen género chico a esto en España”, ignorando que la calificación se debe a que es una obra en un acto único (así, lo son “La Gran Vía” o “La verbena de la paloma”, pero no “La dolorosa” o “La rosa del azafrán”). Siendo técnicamente un sainete lírico en un acto y tres cuadros, en verso, con texto de José López Silva y Carlos Fernández-Shaw, la concisión de la obra obliga a que su desarrollo sea tan sencillo como encantador. En el preludio, con un arranque enérgico que nos confirma que estamos ante un clásico español que anida en el fondo de nuestra memoria musical, concebido a la manera de las oberturas de las óperas italianas, se engarzan los principales temas que más adelante oiremos, destacando la melodía del dúo cumbre que casi al final encontraremos y que no es otro que el de “Ay, Felipe de mi alma”, “Ay, Mari-Pepa de mi vida”. Aquí, la revoltosa, la que lleva de cabeza a unos cuantos, es la joven Mari-Pepa, que tiene alborotada a la corrala en la que se prepara una verbena y suceden las seguidillas que entona al comienzo Atenodoro y que dejará cuando asome a tender la ropa la bella vecina, capaz de frenar con descaro e ingenio todo requiebro que se le dirija. Es ahí cuando se suceden diálogos equívocos y ligeros como cuando un vecino le dirige un “Por ti no duermo”, “por ti no como”, añade otro, a lo que suma un tercero “por ti no…” para ser replicado por un elocuente “¡calla, qué atrocidad!”. Un intermedio orquestal brioso y efectivo dará a una guajira (“Cuando clava mi moreno / sus ojazos en los míos”) y de ahí al instante cumbre, aquél en que se enfrenten las voluntades aparentemente distantes de Mari-Pepa y Felipe que terminan confesándose su amor en el dúo de todos conocido, al que se engarza el arranque de Felipe que llama a la revoltosa “La de los claveles dobles, / la del manojo de rosas, / la de la falda de céfiro / y el pañuelo de crespón”. Y ahí, los libretistas aportan el título de la que será la última gran zarzuela del siglo XX, “La del manojo de rosas” que Pablo Sorozábal estrenará en 1934.
Alcanzada la armonía entre el esforzado currela y la chulapona, queda un último obstáculo resuelto con sumo ingenio musical. Es la escena en la que unos rondadores, citados con engaño por sus esposas que para castigar a Mari-Pepa, coinciden en escena, intentando ahuyentarse entre ellos mientras un pizzicato juguetón remarca la comicidad de la escena que se resuelve entre bofetadas para quedar intacta la honestidad cuestionada de la enamorada Mari-Pepa (“No tengas cuidao, Felipe, / que la mujer que es honrada, / lo que es si quiere guardarse / en todas partes se guarda”) y su triunfante Felipe. Vencedor el afecto, comienza al fin la verbena.
Publicado en diario Sur, 19 de febrero de 2011
viernes, 18 de febrero de 2011
GEOGRAFÍA NOCTURNA
Me refería a los últimos instantes,
los últimos adioses, el último suspiro,
la última mirada,
el horror, el horror, el horror
Louis Aragon
No sueña nadie por el alba;
los gritos del aire
dejan su dentellada de óxido
tras aguardar la decisión
inapelable
de las tijeras,
y vendrán ahora
los labios partidos
a besar las raíces que no perduran,
y el que llega con el corazón roto
lamentará por los pozos
la fugaz nostalgia
quieta
bajo la tierna piel
de los espejos.
No sueña nadie en los vagones
inertes, vacíos,
no sueña nadie cuando hay
una diadema de sangre
en la mañana más olvidada
que arde cada tres años
porque tiene un río en la noche,
y el perro que besaste en la cruz
dolía tanto
que hubo que cerrar los ojos
para verte.
Sabemos que es preciso
abatir los huesos,
abrir las ventanas,
nombrar lo que se esconde
dentro de mi sombra
cuando la lluvia es un hotel en tu regazo
y los hombres aúllan como naranjos
y es justamente entonces,
entonces,
cuando es necesario
tu perfil como una tormenta,
y se tambalea
la delicada botánica de tu risa
y los suaves violines de tu silencio,
las manos azules de tu ausencia,
porque a veces
tu pecho remonta,
ardiendo, rojo, con besos,
la torva provincia de mi sueño.
Mario Virgilio Montañez (inédito, datado hacia 1998)
Imagen: "Navío varado a la la luz de la luna",
de Caspar David Friedrich
jueves, 17 de febrero de 2011
HARTFORD MEMORIAL
Al pie de esta colina, viajero,
murieron 245 bravos soldados
luchando a las órdenes del general
Richard R. Stockwell.
Que su memoria sea por siempre
preservada y su sacrificio sirva
como ejemplo
para las generaciones que vendrán.
Al pie de esta colina el viajero
evoca el rostro multiplicado
de un solo soldado
(sus mejillas enjutas y mal afeitadas),
la sangre brusca mezclada,
las cartas testimoniales posteriores
regadas de llanto de mujeres
y de rabia de adolescentes y ancianos.
Me detengo, al pie de la colina,
y ante la lápida de mansa aspereza
mi rostro es uno de los 245
que no alcanzo a imaginar.
Mi soledad, mi sangre lenta,
mis desdichas y dichas mezquinas,
serán pasto de ese olvido
mientras la colina ignora
mi presencia innecesaria
y las generaciones futuras
seguirán el ejemplo de mi olvido.Mario Virgilio Montañez, 2008
miércoles, 16 de febrero de 2011
Preferiría hablar de Gilad Shalit
Ayer se aprobó en el Congreso de los Diputados (votos a favor, PSOE, CiU, PNV) que Álava, Vizcaya y Guipúzcoa pasaran, urbi et orbe, a llamarse Araba, Bizkaia y Gipuzkoa (me rechinan los dedos al escribir esas aberraciones, ya que mi idioma es el español, en el que ya existían nombres para estos lugares). No debería escribir nada más sobre el particular. Cualquier lector con un discernimiento medio se daría rápida cuenta de la estupidez de cambiar nombres cuando ya en el idioma del que tratamos, el español, existen las tres palabras de siempre (no sé por qué, o acaso sí, se me viene a las mientes el vizcaíno de Cervantes), y son proscritas y cambiadas por otras de otro idioma, que es minoritario incluso en su territorio. Como si ahora debiéramos nombrar London o Antwerp rechazando Londres o Amberes. No me vale, no, que los que ese cambio aprobaron representan al pueblo español.
Pero las ganas de abrir la ventana y enarbolar una bandera de dos colores, de proclamar llegada la hora de la ira y de las llamas, se me antoja prescindible. Se trata, una vez más, de subterfugios para entretener la cólera con necedades prescindibles. Mi paz es demasiado valiosa para que los votos de botarates la estropeen. Desde las gradas del circo, opto por apartar la mirada de la pista sucia y pequeña, cerrar los ojos y pensar en lo que pocos, aquí, piensan. En la añoranza de una familia israelí por un muchacho secuestrado por un comando de islamistas. Gilad Shalit permanece en el limbo terrible desde el 25 de junio de 2006, el día después de que yo, en Málaga, cumpliera 40 años. El tiempo pasa, cambian las palabras, las coyunturas, maduramos, envejecemos, caen tiranos y otros ejercen el poder con meticulosa fidelidad hacia el error. Prefiero pensar en el soldado flaco y prisionero, y poner entre el ruido y la oscuridad bárbara un poquito de esperanza, una luz pequeña y temblorosa. Gilad Shalit, que seguirá estando vivo mientras alguien, acá o allá, lo nombre.
lunes, 14 de febrero de 2011
MARI CARMEN CORCELLES, LA PAVOROSA SIMETRÍA DE LA FELICIDAD
Página web oficial de Corcelles. Entre los artistas sobre los que he escrito y con los que mantengo amistad, Mari Carmen Corcelles, junto a su marido Juan Béjar, tiene un lugar muy especial. Inaugura ella (en breve llegará el momento de Juan) el rescate de los textos que sobre artistas (en su mayor parte malagueños) fui publicando semanalmente en las páginas de Sur. Suena a forzosa disculpa, a cortesía ajada, pero todo mérito que pueda caber en estos textos es responsabilidad única de los pintores, escultores y fotógrafos que los protagonizan y motivan. Ahí va el perfil, tal cual se publicó:
“Cada vez que pongo la última pincelada en un cuadro, me siento dominado por la idea de que he olvidado todo lo que sabía sobre mi arte y de que tendré que descubrirlo todo de nuevo. Es como si te despertaras, tuvieras que escribir un discurso y entonces te dieras cuenta de que no puedes recordar las más sencillas reglas gramaticales”. Esta confesión de Balthus ha debido sentirla más de una vez, es decir, cuando termina cada una de sus pinturas, Mari Carmen Corcelles (Málaga, 1947). No hay que mirar sus pinturas. Que son de esos cuadros que algunos llaman naïf y se equivocan al hacerlo, porque la palabra francesa significa ingenuo, y no hay ingenuidad en esta forma de pintar. Todo lo contrario. Hay una madurez que tiene aprendida bien la lección de la Historia del Arte (y permitan aquí mi personal adhesión a los que luchan contra eliminación de esta licenciatura universitaria) y mientras en el naïf hay por lo general improvisación, una voluntaria (o no) impresión de que el cuadro se construye solo, a la buena de Dios, sin bocetos, sin maduración de la idea, en Corcelles hay todo lo contrario. Porque lo que hay por lo general de ingenuidad es aquí sólo optimismo. Los colores no son planos, no hay primitivismo alguno. En cambio, nos encontramos con una geometría perfecta que sabe conducir la mirada de un lado a otro, en diagonal, en zigzag, en trayectorias horizontales y verticales, que permiten una segunda lectura de la obra: más allá de la vegetación o de los señores de bigotes y de corazón roto (se les nota en la circunspección sin sonrisas, en el pudor pálido que los domina, hay una arquitectura interior que obra con la perfección de los maestros del Renacimiento. No es simple nostalgia del pasado lo que nos plantea Corcelles, sino una reivindicación del orden secreto del universo. Detrás de esta pintura aparentemente sencilla están las esperanzas cristalinas de los pitagóricos, de los platónicos. Y alrededor circulan lentos, o más bien se detienen, caballeros que pueden responder a ese término tan antiguo de los pollos-pera, damiselas insatisfechas en su candor, niños que seguirán siendo solemnes y animales que nos observan e interrogan desde su inocencia edénica. Nada menos.
No es Mari Carmen Corcelles una pintora de domingo (los pintores de festivos y fiestas de guardar no tienen a su espalda un público fiel, ni han pasado, como ella, por la Escuela de Bellas Artes, de la que le ha quedado un gran interés, y cuidado, por los aspectos más formales de la pintura). Como sucede con el Aduanero Rousseau (era inevitable, lo es, que este nombre aparezca siempre cuando de la pintura de Corcelles se trata), ha sabido encontrar un puente entre el realismo y el surrealismo. Sus figuras que posan hieráticas sobre horizontes puros, contra paisajes inmaculados, nos hacen preguntarnos qué mundo es ese que tanto se parece al nuestro y al que el nuestro, ay, no se parece. Qué vida es esa que es la quisiéramos para nosotros pero que sin embargo no nos atrevemos, de puro miedosos con un temor que no nos atrevemos a analizar, a vivir plenamente. Y entonces llega la tristeza, la melancolía que vemos en esos animales y personas, auténticas estatuas de ellas mismas, que algo nos ocultan. Y es como asomarse al otro lado del espejo y retirar raudos la cabeza ante el vértigo que esa serena, serenísima, realidad nos plantea. William Blake hablaba de la pavorosa simetría del tigre. Yo hablo de la pavorosa simetría de la felicidad, que nos es tan ajena, tan lejana, tan irrecuperable.
Artículo publicado en diario SUR, 17 de junio de 2005
Declaración (de intenciones)
Este blog es innecesario. Mario Virgilio Montañez, también. En todo caso, es un archivo (el blog y también, ay, Mario) de lo que ve, escribe y escucha MVM. Básicamente, los artículos escritos para el diario SUR. Y comentarios de productos culturales que formen (Dios no lo quiera) una especie de diario cultural del autor. En suma, el pan de hoy. Que puede ser presagio del hambre de mañana. Están ustedes avisados.
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