sábado, 5 de marzo de 2016

Lecturas: Vida y muerte en el Tercer Reich (Peter Fritzsche)


El título es lo suficientemente ambiguo y general como para alejar el interés de alguien avezado en justamente eso, los milagros y crímenes del nazismo. Encontrármelo como regalo con la revista Historia y Vida (más recomendable por estos libros que por la revista en sí) me hizo darle su oportunidad. Con el resultado de que es un volumen muy recomendable. Sus cuatro extensos capítulos se dedican a la vida cotidiana nazi (con una detallada exposición sobre el uso del saludo nazi), la aplicación y asimilación de los principios raciales en la vida diaria, la guerra y el Holocausto y, finalmente, el grado de conocimiento que había del Holocausto en la Alemania de entonces. Sobre lo más interesante, se señala que la evacuación hacia los campos imposibilitaba saber a ciencia cierta y de forma general lo que había pasado a los judíos. Aunque se conocían, y excusaban, matanzas como la de Babi Yar, en Ucrania, en la que murieron más de 100.000 personas. No obstante, hubo civiles alemanes que sí supieron qué sucedía:

"Sólo contadas personas intentaron imaginar o precisar el destino de sus vecinos como Ruth Andreas-Friedrich hizo en Berlín. Su honesto deseo de humanizar el destino de sus amigos se tradujo en una honesta incapacidad para entender el alcance del crimen que los nazis habían cometido. "Este horror es tan inconcebible que la imaginación se rebela a aceptarlo como una realidad", escribió en febrero de 1944:

Alguna especie de contacto se ha roto aquí; alguna conclusión sencillamente resulta imposible de alcanzar. No es a Heinrich Muehsam al que están enviando a la cámara de gas. No pueden ser Anna Lehmann, Margot Rosenthal o Peter Tarnowsky los que cavan una tumba en algún descampado remoto bajo el látigo de la SS. Y ciertamente no la pequeña Evelyne, que con cuatro años de vida estaba orgullosísima de haberse comido una pera. No, Evelyne Jakob murió de una manera diferente de esos tormentos; muriño de manera más humana, más comprensible, más imaginable.  


Aterrador y conmovedor. Como este otro dato, menor pero también terrible:

"Desde 1942, se prohibión que los judíos tuvieran mascotas y, dado que los animales en cuestión eran "judíos", tenía que sacrificárselos incluso cuando sus propietarios tenían amigos no judíos dispuestos a cuidar de ellos. El 19 de mayo de 1942 los Klemperer llevaron su gato Muschel a la consulta del veterinario en la Grunaer Strasse de Dresde, donde Eva hizo que le mataran con un narcótico: "el animal no ha sufrido. Pero ella sufre".


Llegado a este punto de esta reseña que es sólo un apunte veloz, recuerdo cuánto hijo de puta descerebrado hay todavía en twitter, en foros, en facebook, o comentando noticias, negando o celebrando el Holocausto o proponiendo repetirlo, jaleando a los verdugos, haciendo de la estupidez un orgullo. Y cierro la lectura y la indignación y el estupor y el perpetuo luto por las víctimas con otra elocuente cita:

"Los testimonios de los testigos presenciales describen muchas veces las mismas cosas, como señala Sandra Ziegler:

Llegada al campo, número, alambre de espino, llamada a lista, selección, transporte, despiojado, duchas, sopa, pan, enfermedad, cielo, infierno, corazón, ojos, naves, árboles, nubes, uniformes de la SS, cascos, botas, pistolas, perros, coches, marchas, órdenes gritadas, tazas, cucharas, cámaras de gas y crematorios, lirios, arena, ferrocarriles, "tren en la vía equivocada", destino final, niños, risa, dolores producidos por el hambre, barbas afeitadas, barracones, deporte, bulevar del campo, listas, policía judía, sopa, pan, maletas, brigadas de trabajo, transportes, aplazamiento, Berlín, Den Haag, Ámsterdam, Estados Unidos, Inglaterra, los Aliados, destino, suplicio, solución final, Dios.