Tal vez, una de las peores novelas del ciclo de 46 que aquí iré comentando. Aunque la décima, La batalla de los Arapiles compite por alcanzar ese dudoso mérito. Aquí, Galdós sitúa a Gabriel en el Cádiz de las Cortes que comienzan en un teatro en San Fernando y siguen en un oratorio en la capital, que los gaditanos y gaditanas (a las que Galdós describe entonando la cansina letrilla de las bombas y los tirabuzones) se toman a chacota la mayor parte. La novela comienza bien, pero rehuye de contrastar la agitación de las calles y de los discursos con el contrapunto de los franceses rodeando la ciudad. Distribuidas las tropas españolas en cuatro anillos defensivos, que eran los de las propias murallas de Cádiz, el castillo de la Cortadura, el río Arillo con la batería de Torregorda y el de la isla de León, y con los franceses presionando desde el Puerto de Santa María, el Trocadero, Puerto Real y Chiclana, limita Galdós a una bomba que mata a un personaje secundario todo el componente militar de aquel asedio. Fueron 472 granadas las que cayeron sobre la ciudad, muchas de las cuales no estallaron. Pero la ansiedad de la resistencia no está en estas páginas. En cambio nos ofrece un remedo, y amigo, de Lord Byron, llamado Lord Grey que es un romántico poco creíble, más de opereta que de ópera. Y no nos ahorra Galdós lo peor de este vprimer ciclo: las cuitas amorosas, plenas de almíbares y farfolla, de Gabriel, Inés y la madre que la parió.