Tres tipos ofrece el caudillaje en España, que son: el guerrillero, el contrabandista, el ladrón de caminos. El aspecto es el mismo: sólo el sentido moral les diferencia. Cualquiera de esos tipos puede ser uno de los otros dos sin que lo externo varíe, con tal que un grano de sentido moral (permítaseme la frase) caiga de más o de menos en la ampolleta de la conciencia. Las partidas que tan fácilmente se forman en España pueden ser el sumo bien o mal execrable. ¿Debemos celebrar esta especial aptitud de los españoles para consagrarse armados y oponer eficaz resistencia a los ejércitos regulares? ¿Los beneficios de un día son tales que puedan hacernos olvidar las calamidades de otro día? Esto no lo diré yo, y menos en este libro donde me propongo enaltecer las hazañas de un guerrillero insigne que siempre se condujo movido por nobles impulsos, y fue desinteresado, generoso, leal, y no tuvo parentela moral con facciosos, ni matuteros, ni rufianes, aunque sin quererlo, y con fin muy laudable, cual era el limpiar a España de franceses, enseñó a aquellos el oficio.
Son palabras de Gabriel Araceli, narrador y protagonista de la primera serie, languideciente ya, de los Episodios Nacionales. Que, a través de Vicente Sardina, el lugarteniente del Empecinado, pasa a integrarse en la guerrilla y conocer al mítico Empecinado, que a su vez será víctima de la represión absolutista una vez terminada la guerra. Aquí se aprecia como si Galdós quisiera incluir el fenómeno guerrillero de la forma más sencilla, dedicándole un Episodio, estanco, en vez de haciendo aparecer estos luchadores con pinceladas a través de los demás tomos de estas Hazañas Bélicas decimonónicas. No en vano, arranca la novela con ese propósito: Hablaremos ahora de las guerrillas, que son la verdadera guerra nacional; del levantamiento del pueblo en los campos; de aquellos ejércitos espontáneos, nacidos en la tierra como la hierba nativa, cuya misteriosa simiente no arrojaron las manos del hombre; voy a hablar de aquella organización militar hecha por milagroso instinto a espaldas del Estado, de aquella anarquía reglamentada que reproducía los tiempos primitivos.
Francisco de Goya: Juan Martín, el Empecinado (1809)Museo Nacional de Bellas Artes Occidentales, Tokio
Más allá de los lances de amor con Inés, y sus peripecias con la condesa Amaranta, que se siguen con el habitual aburrimiento, lo que importa es el retrato de aquellos hombres, con retratos sobresalientes de Sardina, del Empecinado, del Manco, de Santurrias, del páter Trijueque (que preanuncia la aparición de los curas trabucaires). Toda la épica de los hechos, toda la crueldad de la lucha, están magníficamente representados. Galdós cumple con lo prometido. Aunque la serie concluye con el siguiente Episodio, La batalla de los Arapiles, la guerra de la Independencia finalizará en el primer Episodio de la Segunda Serie, El equipaje del rey José.