domingo, 30 de agosto de 2015

Lecturas: Napoleón (Max Gallo)

Es difícil que no salga una novela pasable cuando el asunto es la vida de Napoleón, desde su inicio en una isla hasta su final en otra. Max Gallo lo consigue, sin necesidad de imaginar gran cosa. Acá y allá, párrafos en cursiva con el monólogo interior del personaje. Entre medias, los hechos históricos sin apenas adorno. Sorprende que la obra maestra táctica que fue la batalla de Austerlitz no sea narrada con más atención, o que el espanto del cruce del Beresina, en la retirada de Rusia, no sea descrito con mayor dramatismo. Tal vez porque sea un esfuerzo vano intentar competir con la magistral "Nevaba" de Patrick Rambaud (en cambio, la otra batalla que Rambaud noveló, Essling, sí es descrita con un tono dramático casi pesadillesco). Una buena lectura, pero sólo para los que amamos a Napoleón, el que acaba con la Revolución y el del regreso desde la isla de Elba.


Es inevitable no recordar, al leer este incómodo volumen (835 páginas en mi edición), a Hitler. Véase, puesto en boca de Napoleón pero que también hubiera suscrito ese otro extranjero convertido en dominador de otra nación y, por poco, del mundo, una opinión sobre Rusia: "Los rusos deben aparecer como un azote ante todos los pueblos. La guerra contra Rusia es una guerra pensada en beneficio de la vieja Europa y de la civilización. No debemos ver más que un enemigo en Europa. Y ese enemigo es el coloso ruso". Es, en definitiva, el Napoleón que nos presenta Gallo un esclavo de  un destino mayor que la vida, y que por él se sacrifica y es sacrificado. En pos de su meta, llega a perder la sensibilidad: "No crea que mi corazón no es sensible. He necesitado un gran dominio sobre mi persona para no demostrar emoción. Desde mi adolescencia, me apliqué a apagar esa cuerda que en mí no da ya ningún sonido. Mi deber es seguir, actuar, avanzar". Con todo, hay grandeza innegable en el emperador, como cuando visita en plena noche y sin aviso a la familia de uno de sus más sacrificados y admirables generales, Oudinot: 

"Acude a saludar a la familia del general en plena noche, mientras duerme, y parte tan rápidamente que recordarán su visita como si fuera un sueño. 

Eso desea ser, el sueño de los hombres, confiesa mientras se inclina de nuevo sobre los mapas.

- Hago mis planes con los sueños de mis soldados dormidos".


François Rude:
Napoleón despertando a la inmortalidad
(1845-1847)

miércoles, 26 de agosto de 2015

Lecturas: Chulas y famosas (Terenci Moix)

El verano, para llevar a la playa, impone lecturas leves. De ahí que optara por esta novela de Terenci Moix que presumía liviana, cascabelera y mala. Por lo tanto, gato por gato. Nada que objetar. La contraportada hablaba de que este tomo cerraba una trilogía iniciada por “garras de astracán” y continuada por “Mujercísimas”. Como el grosor de la primera desaconsejaba el acarreo playero y la segunda no la tengo. Así pues, p’adelante y a la tumbona. El inicio del libro prometía, tras una portadilla que presentaba el volumen entero como “Del diario privado de Miranda Boronat y todo cuanto les ocorriuvo a sus ochenta mejores amigas y sus coleguis tortilleros al amparo del mega-divino Niño Jesús de Praga”. El arranque de la ficción dice así: “Hallábame yo pía y contrita en el entierro del honorable Jordi Pujol, presidente que fue de la Généralité de Catralogne, y no salía de maravilla al apreciar el estado de la momia, tan linda como lo fue en otro tiempo la de Evita Perón, loa y prez de la Argentina. Pero ni los laureles acumulados por el prócer local, ni la habilidad demostrada conseguían evitar que algunas partes empezaran a descomponerse, proyectando sobre las montañas de Montserrat un desagradable olor a marisco fermentado.”

Lo que pudo haber sido
(y no, no fue)

A partir de ahí, el diario sin fechas de Boronat, lleno de descerebradas amigas, en las que la narradora incurre en horrores gramaticales recurrentes al articular el pretérito pasado, de forma que si el erróneo “andó” es anduvo, todo será pensuvo, agarruvo, escribuvo y así. Seguiremos a esta pandilla de millonarias y burguesas en un periplo que les lleva a Manila a buscar sirvientas, a Praga a curiosear a su Niño Jesús y a Londres para rendirle honores a la difunta Diana de Gales. Lo mejor del libro, que es revoltoso e insustancial, es que incluye a un personaje, el Autor, que es el propio Moix, que se retrata sin complacencia y que al final es señalado como inmisericorde plagiario de Boronat, de la que reproduce tal cual el diario, que le había pedido prestado, para publicarlo tal cual bajo el nombre propio del autor. En una maniobra pirandelliana, Miranda, en las páginas finales, encuentra el libro en un escaparate de una tienda de librería religiosa en Sevilla: “Allí, entre un sinfín de objetos religiosos, destacaba un volumen de Chulas y famosas situado entre unos modelitos de rosarios digitales y la última moda en escapularios prêt à porter. Como el libro acababa de salir no habrían tenido tiempo de comprobar el azufre que destilaban sus páginas, fiándolo todo a la portada, que era como de Semana Santa. A mí me encantó. Representaba a Myrna Lamour, guapísima, ataviada con una mantilla plateada, antigua sin la menor duda. Las perlas del cuello y la muñeca eran una divinidad. Sólo me extrañaba que mi íntima amiga tuviese expresión de mala hostia y, sobre todo, que empuñase un cuchillo en lugar de un rosario. Vamos, que parecía una novela policiaca. Lo cual me dio mala espina”.



Más adelante, transcribe el texto de la contraportada, describe la foto del Autor del mismo sitio, menciona el prólogo de Pere Gimferrer. Elementos todos que efectivamente se corresponden con el libro físico, como es el caso de la edición de bolsillo que manejo, dos años posterior a la edición primera en tapa dura. Con esto, se cumple un juego autorial que sólo es estropeado, y cómo, por la última página y media del libro, un dislate bobo que lo convierte en uno de los peores, e insustanciales, finales de novela que recuerdo.


martes, 25 de agosto de 2015

Curso urgente de costura

No soy judío. Todavía no. Pero me siento judío. Por lo tanto, soy judío, más allá de tribunales de conversión y cirugías. Yo, Mario Virgilio Montañez Arroyo. Hijo de una familia católica más o menos (más menos que más) practicante. Español, malagueño de los dos siglos. Ello sirve, aquí, en mi áspera patria, para ser considerado un apestado. Para ser perseguido, acosado, insultado. Como en la Alemania nazi. O como en los tweets del concejal Zapata, tan acordes con aquellos tiempos de camisas pardas (véase) No, no exagero, no me dedico al victimismo. Basta con mirar el caso Matisyahu. 



Cuando a un judío, y sólo a un judío, por serlo, se le exige que comulgue con ciertas ideas, con ciertos dogmas. Que abomine del sionismo. Vean las imágenes de este comentario que quiero, que deseo, que necesito, breve. En la portada del semanario nazi “Der Stürmer”, de 1934. El titular, traducido, pregunta “¿Quién es el enemigo?” El artículo que lo sigue responde que el judío. El titular a pie de página asegura “El judío es nuestra desgracia”. Las demás páginas, con sus estereotipos, van en consonancia con el espíritu de estos días, cuando el antisemitismo nuestro de cada día ha quedado en libertad durante varias jornadas.


Matisyahu (a quien hace unos años escuché en discos en los que lucía modos y mensajes jasídicos) es el enemigo. El que nos representa a todos los que queremos creer en la fe de Abraham. No, yo no he sido Charlie. Je ne sui pas Charlie. Pero soy Matisyahu. Si eres ateo, o eres mormón, o católico, o musulmán, te respetarán. Más o menos. Pero si eres judío te llevarán, simplemente para hacer lo que sabes, a formular una autocrítica. A renegar de tus convicciones políticas. Y después ya se verá. Si eres Capleton y eres jamaicano y en tus letras dices cosas como  “Deberías saber que Capleton quema a los maricones, y que el mismo fuego le pegaré a las lesbianas, a  todos los maricas y sodomitas yo mataré”, o bien "Quema a un marica, desangra a un marica, los maricas están follando y chupando muchos coños”, o si eres también jamaicano y negro y eres Jah Cure y has cumplido prisión por violación tampoco te pasará nada (Véase). Te admitirán en ese festival español. Si eres musulmán no te pedirán que aceptes al Estado de Israel, que abomines de las tropelías del llamado Estado Islámico, no, ¿para qué?  Pero si eres judío y dices, como yo he dicho, que amas a Israel serás entonces perseguido. Ya puedo, ya podemos todos los que no comulguemos con las ideas totalitarias de los antisemitas de hoy, estrictamente izquierdistas,  ir cosiéndonos la estrella amarilla.







lunes, 24 de agosto de 2015

Lecturas: El conflicto árabe-israelí (T. G. Fraser)


No me cansaré de decirlo. Hay que saber de qué se habla para ponerse a hablar. En un país como el nuestro, donde todo es prisa y arrogancia, todos (o casi todos) se lanzan a pontificar sobre esto o lo otro, con actitud de “es lo que pienso, y lo que pienso es lo correcto, así que los demás, todos, están equivocados”. Y esto sirve para la política, el fútbol o lo que sea. Para los que pontifican sobre el conflicto árabe-israelí, este libro puede servir para que tengan una idea general del asunto. Es, por tanto, muy recomendable. Más aún, muy necesario. Y más cuando se prohíbe actuar a un músico judío y estadounidense en un festival español, y después se le permite pero entre gritos de “viva Palestina libre” (da para un largo comentario en este blog este incidente), por no haber formulado un compromiso con la causa palestina.

No resumiré, pues ya lo he hecho aquí, la historia del conflicto. Sólo invitaré a la lectura de este básico manual señalando alguna obviedad que puede sorprender a los vociferantes de hoy:

1ª: La adscripción al nazismo del líder de los palestinos en la época del nacimiento del estado de Israel, el gran muftí de Jerusalén, Haj Amin (“Su viaje a Alemania, tras su bien anunciado encuentro con Hitler, y los esfuerzos por reclutar a musulmanes bosnios para las SS resultaron extraordinariamente nocivos para la causa palestina al vincularla con un régimen genocida”). El nazi Haj Amin era tío de Yasser Arafat.



¿Qué hay de lo mío, de lo nuestro?

2ª El hecho de que la Unión Soviética apoyó de forma inequívoca la creación del estado de Israel, por lo que no fue “una maniobra de los americanos, convencidos por el lobby sionista”. Es más, el presidente Truman estaba más bien en contra.

Cartel israelí. El texto:
Larga vida a la unión entre la URSS e Israel


3º 1948 fue la gran ocasión perdida. Que no exista en 2015 un estado de Palestina es porque los políticos palestinos no quisieron en 1948 proclamar el suyo. Prefirieron que seis naciones invadieran a la vez el recién nacido Israel.
En la pancarta central, la clave. Puro 1948

4º Arafat rechazó, en la cumbre de Camp David (julio de 2000) una propuesta que casi habría resuelto el conflicto: “Desde la perspectiva israelí, las propuestas de Barak eran audaces y de fran alcance; podría decirse que ningún líder israelí había llegado hasta tan lejos. De hecho, ofreció a los palestinos una zona contigua que comprendía más del 90% de Cisjordania, una capital palestina en Jerusalén, algún tipo de soberanía compartida sobre la Explanada de las Mezquitas y el regreso de los refugiados a un Estado palestino, pero no a Israel. Clinton, consciente de lo mucho que había cedido Barak, se ofreció a abogar por ella e intentó atraer a Arafat comprometiéndose a recaudar decenas de miles de millones para Palestina […] Pero el líder palestino demostró ser inmune al argumento de que sería la mejor oferta que jamás recibiría. Llegados a ese punto, Clinton vio que no tenía sentido seguir adelante. Dado que muy pronto estallaría la tragedia, la cumbre de Camp David se ha considerado como una de las más claras oportunidades desperdiciadas para resolver el conflicto. Que la responsabilidad de su fracaso haya recaído sobre Arafat o sobre Barak y Clinton ha sido motivo de amargas disputas. Sin embargo, el compromiso de Clinton y su equipo difícilmente puede criticarse”.


5º Sigue olvidándose el gesto de grandeza de Ariel Sharon al retirarse de Gaza en 2005: “Por consiguiente, a finales de 2005 Israel evcuaría todas las ciudades y pueblos de la franja de Gaza y replegaría sus fuerzas de las poblaciones de la frontera con Egipto, si bien este último acto se rescindió posteriormente. La ausencia de tropas o civiles israelíes supondría el fin de cualquier responsabilidad israelí hacia sus habitantes, aunque en la redacción del plan se cuidó que no se perdiera el derecho a la defensa preventiva y/o reactiva”. El resultado de esta retirada es bien conocido: el uso de Gaza para desde ahí lanzar casi diariamente cohetes contra Israel. Con el resultado de réplicas armadas por parte de Israel. De este hecho, la opinión pública y los partidos de izquierda sólo ven los contraataques israelíes. Nunca la agresión previa palestina.  



                

viernes, 21 de agosto de 2015

Lecturas: Así empieza lo malo (Javier Marías)

La decimocuarta novela (entendiendo la trilogía Tu rostro mañana como tres títulos) de Javier Marías. De ellas, he leído ocho. O puede que nueve, tan caprichosa es la memoria. Con gran placer en cinco casos, y con creciente hastío en la serie tripartita ya citada. Aquí, en el título que reseño, vuelve a la eficacia de Todas las almas o Corazón tan blanco. Sin renunciar a la frase laberíntica, los párrafos sin apenas interrupciones, a la repulsa del abominable punto y aparte. Con la distancia habitual en sus personajes, que cuentan habitualmente lo sucedido a otros, con peripecias que sólo afectan, aparentemente, sólo de forma superficial al narrador, Marías, en apuesta caprichosa, centra los hechos en los años ochenta del siglo pasado, en los coletazos de la Transición. Son hechos que el narrador, ahora maduro y entonces joven, narra con oculta melancolía y que se centran en la hostilidad de su empleador, un productor de cine, hacia su esposa a la que repudia y rechaza constantemente. Obviamente, el conflicto de pareja termina siendo un problema triangular, al que se suman otros elementos tan necesarios a la trama como enervantes. Entre ellos, en un procedimiento habitual en Marías, que gusta de incluir cameos breves de amigos, deslumbra la presencia del académico Francisco Rico, que comparece aquí pleno de ingenio, caprichoso y pedante, en una creación cómica que sirve para contrapesar los elementos más tensos del relato. También, aquí y allá, aparece la sombra de Jesús Franco, cineasta con el que a veces colabora el productor y que era, además, tío materno del propio Javier Marías Franco. El deseo, el engaño, la lealtad, el secreto, son los elementos que combina esta ficción que se mantiene con notable consistencia hasta un final dramático en el que lo malo llega y establece su reinado.


jueves, 20 de agosto de 2015

Lecturas: Sumisión (Michel Houellebecq)

                “Las predicciones del mago Houellebecq: En 2015 pierdo mis dientes. En 2022, hago Ramadán”. Es lo que decía la caricatura de Michel Houellebecq en la portada de Charlie Hébdo del día en que asesinos yihadistas masacraban a la plantilla del semanario. El motivo de la portada, y la clave del chiste, era la aparición en Francia de esta novela, “Sumisión”, que situaba su acción en un hipotético 2022, cuando llega al poder en el país vecino un partido islámico, la Hermandad Musulmana, gracias al apoyo de los socialistas (y la derecha) para evitar, en segunda vuelta, el triunfo del Frente Nacional de Marine Le Pen.

            La novela, estimable, sigue la peripecia de un profesor de la Sorbona II, François, especialista en Huysmans, desde las fechas previas al triunfo de los musulmanes hasta un tiempo después, tal vez un año. En primera persona, entrelaza el relato de los hechos políticos con su propia vida, marcada por relaciones personales inestables, su cese, con sueldo, en la universidad en razón de su no pertenencia a la religión imperante (por entonces, la Sorbona se ha convertido en una universidad islámica) y la preparación de una edición de las obras de Huysmans para la Biblioteca La Pléyade. Para ello, regresa a la abadía de Ligugé en la que Huysmans preparó su conversión al catolicismo, y desde esa distancia, esa calma, contempla cómo Francia se acerca a una guerra civil y la evita. El factor religioso, la conversión del autor sobre el que investiga, se erige en precedente de la conversión que se le ofrece a François si no quiere ser un marginado. La fe, en tiempo de mudanzas, puede ser, también, la única certeza, la única roca a la que aferrarse. Para sobrevivir, o para vivir en plenitud, François sólo tendrá que rendirse ante la trascendencia y ante las circunstancias. Para ellos, sólo es necesaria la Sumisión. Que en la novela se contempla como algo interior y exterior.

            Más que una novela política, que no lo es del todo, nos encontramos con una ficción sobre el hecho religioso. La estabilidad, puede que la beatitud, que Huysmans encontró en el catolicismo, es algo que nuestro protagonista puede encontrar (todo es cuestión de proponérselo, de ser sumiso) en el Islam. La poligamia, admisible y recomendable para los fieles, es también un aliciente poderoso. La pérdida del amor, o puede que sólo sea del sexo no remunerado, a través de la huida a Israel de Myriam, una amiga con derecho a cama, combinado con la ausencia de fe, combinadas, acompañarán a François en su evolución. El refugio en la abadía, junto a la labor de proselitismo que ejerce su antiguo colega y ahora rector de la Sorbona, Robert Rediger, hacen el resto. Todos tenemos un precio. Y todos tenemos derecho a una segunda oportunidad. Tan simple como eso.

miércoles, 19 de agosto de 2015

Lecturas: Los cuadernos de don Rigoberto (Mario Vargas Llosa)

Me tropecé con don Rigoberto como un personaje tangencial en las páginas de "El héroe discreto”, la más reciente novela de Vargas Llosa. Era allí un libertino amable, un tipo correctísimo que sublimaba el erotismo en conversaciones y confidencias de alcoba con su esposa. Brillante, ingenioso, culto, con un humor fino. Recordé que tenía, desde hace años, esta novela, sin leer, sobre el mismo personaje en mi biblioteca. Al comenzar a leerla, descubrí que era, a su vez, continuación de “Elogio de la madrastra” (que creía tener pero que no encuentro). No obstante, opté por la lectura de esta entrega intermedia. Que insiste en lo mismo, en mostrar a don Rigoberto como un personaje incorrecto y muy querible. A través de diversos relatos sobre sus andanzas, unidos por las vicisitudes de la reconciliación con doña Lucrecia mientras el hijastro de ésta, e hijo de Rigoberto, Fonchito, hace de celestinesco doble  del pintor Egon Schiele. Al final del libro, todo este caleidoscopio de aventuras galantes cobra coherencia, aclarándose si los episodios carnales relatados son realidades evocadas o calenturas que Rigoberto escribe en su soledad por mitigar, acrecentándolo, el deseo. Aquí y allá, como parte de los cuadernos, malévolas y sabrosas cartas que Rigoberto escribe en sus cuadernos y nunca envía y que defienden la heterodoxia en una afirmación gozosa del individuo. Es un libro menor de Vargas Llosa, pero tan disfrutable como sus grandes obras. Aunque sólo sea por la curiosidad de ver cómo resuelve el (sub)género de la literatura erótica el autor peruano, merece la pena. Y deja el deseo de leer la primera novela del trío de marras y de que sigan apareciendo sus personajes, al menos don Rigoberto, en sucesivas ficciones.


martes, 18 de agosto de 2015

Jorge Lindell, in memoriam

                
Han pasado diez años desde que en Sur publiqué esta semblanza, este perfil, de Jorge Lindell. Este fin de semana nos dejó, con la misma discreción con que vivió. Era un artista grande, un músico con un pincel en la mano, un sabio entre nuestras calles ásperas. Un hombre bueno. A continuación, mi homenaje de entonces reafirmado, para siempre, ay, hoy:


             Jorge Lindell (Málaga, 1930) es un chino. Él intenta que no se le note, y usa así una cortesía sosegada y cálida que le delata. Según como se le mire, puede llegar a aceptarse que su padre, aunque nacido en Málaga, fuera hijo de finlandeses, y se comprende así esa delicada calma, teñida de imperturbabilidad luterana, tan necesaria en este paisaje de atropellos al gusto y a la paciencia y al silencio. Sabedor del dicho clásico  de “Aut tace aut loquor meliora silentio” (“calla a no ser que lo que digas sea mejor que el silencio”), Lindell no es hombre de vociferante humanidad, ni un publicista de sí mismo. Desde este punto de vista, no es, ya se ve, nada mediterráneo. Ni falta que le hace. Como buen chino, Lindell es delicadamente ceremonioso y gravemente cortés, de una sutilidad que hace creer que está siempre escabulléndose del ruido y de la furia. De ahí tal vez su amor por la mejor música, su oculta faceta de melómano, que mostraba en la más antigua de las obras exhibidas en su gran antológica, 1950-1997, que le dedicó la Fundación Picasso: un retrato del Cuarteto Vegh que equilibraba el estricto realismo con una indisimulada voluntad de huida de las convenciones.

Jorge Lindell: Sin título (2006) 
Óleo sobre lienzo, 100 x 81 cm

                Porque Lindell es, desde los lejanos años cincuenta, el maestro de fugas, el que sabe cómo zafarse de las consignas estéticas y proponer un sendero nuevo para esquivar la cansada ortodoxia que insistimos empecinadamente en aceptar. Jorge, con su escepticismo de chino sabio, sabe que la meta es el propio camino. Tal vez por ello no ha incurrido, y tal vez nunca lo haga, en copiarse a sí mismo. Quien conozca su obra sabe que no la conoce, o que ese conocimiento es provisional y limitado a intuiciones. Porque Lindell se escabullirá de los adjetivos que le pongamos y hará que su obra, libre por naturaleza, se trasmute en otra.


Houdini con un pincel con el que hurga veloz en la cerradura de lo cotidiano, Jorge Lindell bebe por igual, por su biografía y aprendizaje, de las fuentes de Vázquez Díaz y de Willi Baumaster. Y así, conocedor por igual de un postcubismo que podía hacerse sumiso por indicaciones de la autoridad, y de la rebelión en que germinaría más tarde el impulso furioso del grupo El Paso, Lindell será miembro fundador, en 1949, de lo que se convertiría en  la Peña Montmartre. Con un personal expresionismo de juventud deudor de Rouault, será a lo largo de los cincuenta, convertido en empleado de banca y sin abandonar su magisterio entre los pintores que se incorporan al cenáculo inconformista que en 1958 se convierte en Grupo Picasso, cuando vaya recorriendo la pista de aterrizaje para, finalmente, volar en la década de los sesenta, con una violenta abstracción, de tonos oscuros y arriesgada investigación matérica. Durante los setenta, es el grabado la técnica que merece la pasión creadora de Lindell, fundador en 1970 del taller “El pesebre”, con el que se da a conocer en Alemania, Francia, Inglaterra e Irlanda. Su activismo cultural se complementa en 1971 con su labor de cineclub desde la Caja de Ahorros de Ronda. 1979 será otra fecha importante para él y el arte malagueño al fundar el Colectivo Palmo, al calor de la situación política y sus ideas de izquierda. Pero no, no se puede hablar de Lindell así, fijando etapas en su vida, en su obra, cuando su obra ebulle sin dejar de hacer burbujitas. A lo más, cabe decir que su paleta no ha hecho sino agrandarse, voraz y generosa. Para explicar su obra habría que recurrir a un sabio chino. Y yo conozco a uno.


lunes, 17 de agosto de 2015

Lecturas: Breve historia del sionismo (Joan B. Culla)


Al final, de todas las ilusiones políticas, más o menos fugaces, más o menos amargas por lo tornadizas, por la capacidad de las mismas para llevarte a la desilusión, la única que me acompaña es el sionismo. Entendido como lo que es: el derecho del pueblo judío a establecerse como nación. Sin que ello suponga expulsar a otro, negar otra patria. Entendido como acto afirmativo, sin más. En este blog algo he escrito de Israel y de mi fe en el judaísmo y en el sionismo. Este libro, breve y conciso, de  Joan B. Culla (autor del modélico estudio “La tierra más disputada: El sionismo, Israel y el conflicto de Palestina”) sirve para que quien, como suele pasar en nuestra áspera España, habla sin saber termine sabiendo. Lo mínimo que se puede saber sobre el sionismo está aquí expuesto, en forma más de recorrido por la gestación del Estado de Israel desde las sucesivas “aliá” o emigraciones a partir del último tercio del siglo XIX hasta el final de la guerra que siguió al establecimiento de Israel en 1948.




Hoy, aquí, ay, decir sionismo es nombrar una abominación. En cualquier foro al hilo de la noticia más nimia, los cripto-nazis de derechas o de izquierdas se lanzan a utilizar el término sionista como si dijeran hijo de puta o algo peor. Es lo que tiene la ignorancia, lo que tiene el antisemitismo español de siempre, la arrogancia del desconocimiento. Aunque es imparcial y frío en su exposición, Culla, en la introducción a este manual, comienza con un tono apasionado que pronto abandona pero que se hace necesario para denunciar lo que también yo denuncio:

“Sionismo”, “sionista”: para muchos lectores de prensa de nuestro tiempo, tales conceptos arrastran una carga profundamente negativa, riman con ocupación ilegal, con represión implacable, con apartheid, con violencia y militarismo. En los ambientes más politizados de eso que antes se llamaba la izquierda extraparlamentaria y hoy designamos como movimientos antiglobalizadores o altermundialistas, las referencias al “Estado sionista”, a la “política sionista” o al “lobby sionista” conllevan la misma carga peyorativa y condenatoria que si estuvieran aludiendo al nazismo hitleriano. De hecho, la equivalencia simbólica entre la estrella de David y la esvástica nazi ha sido consagrada en viñetas seudo-humorísticas de respetables diarios, y también en concurridas manifestaciones pacifistas. Después de todo, ¿acaso una votación de la Asamblea General de las Naciones Unidas, en noviembre de 1975, no condenó el sionismo como “una forma de racismo y de discriminación racial”? ¿Qué importa que aquel acuerdo puramente propagandístico fuese revocado por la misma Asamblea en diciembre de 1991…? ¡Ya se encargó la tumultuosa “conferencia antirracista de Durban en 2001 de ratificar la condena!”

                


El sionismo (hagan una búsqueda somera en la red: verán cuántos lo demonizan desde los extremos de la derecha y la izquierda) es simplemente la voluntad de los judíos de volver a su hogar. Con medios pacíficos cuando fue posible, con violencia cuando se le respondió con violencia. El recurso a la violencia cuando no era consecuencia de una agresión propia tiene como manchas la matanza de Deir Yasin, en abril de 1948, y la voladura del hotel Rey David en 1946. De todo ello Culla da cumplida cuenta, relatando los orígenes y las consecuencias de cada hito en la historia del sionismo y del nacimiento del estado de Israel, sin obviar la torpeza empecinada de los líderes árabes y las maniobras de la monarquía jordana para pescar en aguas revueltas y obrar en la sombra contra la llamada causa palestina. En suma, una buena lectura casi obligada y un aperitivo, si se desea, para abarcar la lectura del otro libro de Culla ya mencionado. 

sábado, 15 de agosto de 2015

Ich bin ein Koreaner

            Hoy es sábado y es verano, momento para que un extremo de Extremo Oriente las familias sonrían especialmente en la mañana en calma (es lo que significa Joseon, el nombre de la dinastía que reinó en Corea desde el siglo XIII hasta comienzos del XX) y sientan un orgullo especial porque en esta fecha la República de Corea cumple 70 años. Un periodo, el republicano, que se inició a la vez que la vieja Corea se dividía en dos para acoger una democracia al modo occidental y una dictadura al modo soviético. Un periodo que fue antecedido por una etapa de dominio colonial japonés entre 1910 y 1945, que a su vez fue precedido por el reinado de la dinastía Joseon entre 1392 y 1910, que a su vez nos lleva hasta el año 2333 antes de Cristo, cuando el mítico rey Dangun fundó el reino de Gojoseon que se mantuvo hasta el 109 antes de Cristo. No es un resumen de historia de Corea lo que quisiera escribir, sino una carta de amor a un país. Pero es difícil, o está fuera de mi alcance, o al menos más allá de la capacidad del lector para aguantar mi verborrea, dar la exacta imagen que tengo de ese país, de su gente. Tuve la oportunidad, que después no se concretó, de hacerme habitante de Corea del Sur, algo que nunca rechacé y que no rechazo. Mi flechazo con Corea es de los que acaban en boda. Es un país que merece la fidelidad y la devoción. El amor, que lo llaman.   



                Y que ellos llaman Jeong. Una virtud que es una de las bases de la psique colectiva coreana y que yo he disfrutado (y que practico, bajo otros nombres –el concepto hebreo de tzedaká no está lejos). En la web he encontrado una descripción del Jeong y que paso a traducir:

                 “La noción de jeong es muy compleja, pero es básicamente la idea de cuidar a los demás y anteponer a los demás antes que a uno mismo. Los coreanos no expresan fácilmente sus sentimientos y emociones hacia los demás hacia el exterior, sin embargo, es probable que sienta jeong casi al instante a su llegada a Corea. Se dará cuenta de esto en diferentes formas, tales como los nuevos amigos que se ofrecerán a acompañarle personalmente al médico cuando esté enfermo, o recibir un nuevo par de guantes porque la señora de su casa de huéspedes se dio cuenta de que no parece tener ninguno, o a alguien más a pagar la factura cada vez que vaya a cenar. 

                   Un viajero tenía sed, por lo que se acercó a un pozo en la entrada de un pueblo. En ese momento, una joven estaba lavando su ropa cerca del pozo. El viajero sediento cortésmente le pidió un tazón de agua para beber. La joven tímidamente le entregó un cuenco de agua sin mirarle directamente. El viajero encontró una hoja de sauce llorón flotando en el interior del recipiente de agua, pero, para no avergonzarla, bebió el agua lentamente, tratando de evitar la hoja. Lo que no supo es que la mujer puso la hoja de allí a propósito, para evitar que bebiera con demasiada precipitación consiguiendo que le sentara mal el líquido. La preocupación y la atención mostrada por la dama es un buen ejemplo del enfoque indirecto del pueblo coreano a ofrecer favores entre sí. Es un sentimiento muy delicado pero complejo, que está bien resumido en la palabra coreana jeong."


                Hay quien define (El Jeong desde un punto de vista psicoterapéutico)  el jeong como "El sentimiento, el amor, el sentimiento, la pasión, la naturaleza humana, la simpatía, el corazón. Aunque es complicado introducir un definición clara de jeong, parece incluir todo lo anterior, así como los sentimientos más básicos, como el apego, la  vinculación, la empatía o incluso la servidumbre”.


                He comenzado kennedyano con el título, pero la capacidad para resistir las bravatas del Norte por parte de los coreanos del sur hace que se pueda adaptar el discurso de Kennedy haciendo que siga siendo vigente: “Hace dos mil años el alarde más orgulloso era “civis romanus sum”. Hoy, en el mundo de la libertad, el alarde más orgulloso es “Ich bin ein Koreaner”. ¡Agradezco a mi intérprete la traducción de mi alemán! Hay mucha gente en el mundo que realmente no comprende, o dice que no comprende, cuál es la gran diferencia entre el mundo libre y el mundo Comunista. Dejad que vengan a Seúl. Hay algunos que dicen que el Comunismo es el movimiento del futuro. Dejad que vengan a Seúl. Y hay algunos pocos que dicen que es verdad que el Comunismo es un sistema maligno pero que permite nuestro progreso económico. Lasst sie nach Seoul kommen. Dejad que vengan a Seúl”. Porque estar en Seúl (o en Incheon, Suwon o Daegu, las otras ciudades que conozco) es captar cómo es absurdo apostar por el modelo comunista del Norte, cómo, con sus desigualdades (esas pensiones tan bajas de los jubilados), es la Corea del Sur una sociedad dinámica, viva, que cree en el futuro. Y si a esa vitalidad se añade el Jeong, poco más se puede pedir al pequeño país. La excelencia de su educación, su reflejo no sólo en los saberes sino en los modales, aquello que llamábamos urbanidad, la capacidad de los coreanos para ser excelentes en el trabajo y ejemplares también en la diversión (noches de soju y noraebang tras jornadas maratonianas de trabajo), aparte de su cultura varias veces milenaria, los beneficios de una concepción confuciana de las relaciones, todo ello hace que considere a Corea del Sur una segunda patria, y a que sean sus ciudadanos mis compatriotas y esta celebración de hoy también mía. Porque, ante el muro que separa las dos Coreas, también debo decir que yo también soy coreano.