Nada sobrenatural. Todo posible, plausible. Y sin embargo, terrible, una pesadilla difícil de soportar. Una obra maestra de King que juega admirablemente con los géneros. Bien conocida por el éxito de la película homónima (Rob Reiner, 1990), ya cuando se publicó en español en 1988, fue objeto de alabanzas en medios tan poco inclinados a glosar novelas de género como Crisis, una revista cultural y política de izquierdas de Buenos Aires en la que leí una vibrante reseña junto a un adelanto del texto: allí se hacía un análisis político (la explotación, la alienación, las relaciones de poder) y a la vez literario que me dejaron durante décadas con este libro en mi lista de lecturas futuras.
Que trata sobre un autor de novela romántica más o menos victoriana (difícil es no evocar a Poldark) que es retenido por una fan enloquecida es algo que en su simple enunciado resume la novela entera. Lo que demuestra la pericia de King, su maestría indudable, es la capacidad para desgranar el estupor de Paul Sheldon, el escritor, su paulatino descubrimiento de la locura de Annie Wilkes, su salvadora y cuidadora, la refinada crueldad de ésta para hacer que Paul acceda a sus caprichos, el combate de Paul contra su miedo a actuar para escapar, su determinación final por hacerlo, y la inclusión de fragmentos de la novela a cuya escritura accede el escritor prisionero con tal de recuperar su vida, con tal de sobrevivir. Todo ello, manejado con la maestría habitual (leyendo estas páginas se olvida uno de anteriores pifias), hace que este libro te atrape como está atrapado Sheldon en casa de Annie. Dos personajes apenas (los policías que aparecen para investigar tienen sólo una presencia breve), sirven para mantener un prodigio de tensión, una novela casi perfecta o perfecta sin más.