“Las predicciones del mago Houellebecq: En 2015 pierdo mis dientes. En 2022, hago Ramadán”. Es lo que decía la caricatura de Michel Houellebecq en la portada de Charlie Hébdo del día en que asesinos yihadistas masacraban a la plantilla del semanario. El motivo de la portada, y la clave del chiste, era la aparición en Francia de esta novela, “Sumisión”, que situaba su acción en un hipotético 2022, cuando llega al poder en el país vecino un partido islámico, la Hermandad Musulmana, gracias al apoyo de los socialistas (y la derecha) para evitar, en segunda vuelta, el triunfo del Frente Nacional de Marine Le Pen.
La novela, estimable, sigue la peripecia de un profesor de la Sorbona II, François, especialista en Huysmans, desde las fechas previas al triunfo de los musulmanes hasta un tiempo después, tal vez un año. En primera persona, entrelaza el relato de los hechos políticos con su propia vida, marcada por relaciones personales inestables, su cese, con sueldo, en la universidad en razón de su no pertenencia a la religión imperante (por entonces, la Sorbona se ha convertido en una universidad islámica) y la preparación de una edición de las obras de Huysmans para la Biblioteca La Pléyade. Para ello, regresa a la abadía de Ligugé en la que Huysmans preparó su conversión al catolicismo, y desde esa distancia, esa calma, contempla cómo Francia se acerca a una guerra civil y la evita. El factor religioso, la conversión del autor sobre el que investiga, se erige en precedente de la conversión que se le ofrece a François si no quiere ser un marginado. La fe, en tiempo de mudanzas, puede ser, también, la única certeza, la única roca a la que aferrarse. Para sobrevivir, o para vivir en plenitud, François sólo tendrá que rendirse ante la trascendencia y ante las circunstancias. Para ellos, sólo es necesaria la Sumisión. Que en la novela se contempla como algo interior y exterior.
Más que una novela política, que no lo es del todo, nos encontramos con una ficción sobre el hecho religioso. La estabilidad, puede que la beatitud, que Huysmans encontró en el catolicismo, es algo que nuestro protagonista puede encontrar (todo es cuestión de proponérselo, de ser sumiso) en el Islam. La poligamia, admisible y recomendable para los fieles, es también un aliciente poderoso. La pérdida del amor, o puede que sólo sea del sexo no remunerado, a través de la huida a Israel de Myriam, una amiga con derecho a cama, combinado con la ausencia de fe, combinadas, acompañarán a François en su evolución. El refugio en la abadía, junto a la labor de proselitismo que ejerce su antiguo colega y ahora rector de la Sorbona, Robert Rediger, hacen el resto. Todos tenemos un precio. Y todos tenemos derecho a una segunda oportunidad. Tan simple como eso.
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