Fast food King. Vale, Burger King. Lo que quiere decir justamente eso, alimento literario del que se pega al riñón y de lectura rápida. Son 11 relatos de toda laya y dos poemas. Entre los relatos tenemos imaginación infantil mezclada con realidad (el estupendo Hay tigres), estudiantes furiosos que recuerdan a la novela maldita Rabia (Apareció Caín), historias de la mafia (Zarabanda nupcial), el inquietante, próximo a la ciencia ficción, El ordenador de los dioses, la historia angustiosa pero algo previsible de El hombre que no quería estrechar manos, la historia de ci-fi un tanto pesada de La playa, el tributo a M. R. James que podría ser La imagen de la muerte, la monstruosa disfuncionalidad sangrienta del muy interesante El camión del tío Otto, las historias macabras porque-sí de las dos relatos del lechero, la historia, no exenta de poesía, de pequeña comunidad aislada de El brazo y los dos poemas, irregulares ambos, Para Owen (su hijo, algo de guía paternas, mucho de afecto y alguna gota inquietante) y Paranoia: un canto en el que se proyecta la sombra ominosa de Randall Flagg, mega villano de King.
Es un festín de literatura, con su poquito de colesterol, bueno o malo, pero una excelente muestra de un hombre orquesta capaz de manejar diversos registros con desparpajo y rotundidad.
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