La ilustración que sigue es la que ilustra la cubierta de este libro argentino y que es sintomática del tiempo del que trata, con el subtítulo certero de La naturalización de la violencia:
Carassai no deja palo sin tocar, desde la buena imagen de Eva (en comparación con el maquiavélico Perón), sublimada por la muerte joven y la entrega a cierta beneficencia (dudosa, en cuanto sólo favorecía a los suyos), el mundo universitario, la plasmación del conflicto (no es la palabra adecuada, guerra es más certera) a través del humor de Tato Bores, de la telenovela Rolando Rivas, taxista, la infiltración de la violencia cotidiana en la publicidad, con la aparición de armas y alusiones al hecho de matar con una trivialidad macabra, las interpretaciones sociológicas de aquellos hechos, y todo lo que se quiera. Viene a ser este libro algo así como la versión docta del Fuimos todos de Juan Bautista Yofre que revela cómo se vivió el videlato como un alivio antes de que con la llegada de la democracia y el informe Sabato quedaran al aire los crímenes del régimen militar. Muy recomendable lectura. Y un aviso.
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