Hay un lugar que se llama St Augustine y que es la ciudad más antigua de Estados Unidos. Fundada en 1565 por Pedro Menéndez de Avilés, es una ciudad pequeña, en el norte de Florida, en la que tuve la dicha de trabajar durante dos beves estancias. Allí, la que es la calle más antigua del país, se llama Avilés en recuerdo de su fundador. Y las banderas de España (la actual y la histórica con la cruz de San Andrés que el estado de Florida adoptó como suya añadiéndole en la confluencia de las aspas su escudo, ondean con orgullo y sin culpa. Y hasta sin complejos (la ciudad cuenta incluso con un impersonator oficial del fundador, el actor Chad Light, que participa en cuanto sarao se le propone (véase). Téngase en cuenta que St Augustine fue española desde 1565 hasta 1821, con un breve periodo, entre 1763 y 1784, de soberanía inglesa, y que la más española de las ciudades de Estados Unidos motivos tiene para honrar su legado histórico, sus señas de identidad.
Este libro es la detallada, y a veces árida, biografía del fundador, cuya vida fue una continua lucha contra los hugonotes franceses (su misión era acabar con el asentamiento protestante de Fort Caroline, a no mucha distancia de St Augustine), algo que consiguió pasándolos a cuchillo, contra las tribus floridianas (calusas, timucuanos, guales, semínolas, creeks) y contra la burocracia y las intrigas del Consejo de Indias y de la Casa de Contratación de Sevilla. Sólo el apoyo personal de Felipe II le hizo porfiar en la empresa. En 1874 la muerte le hallará en Santander cuando preparaba, por orden de su rey, la mayor flota conocida para combatir a los rebeldes holandeses y sus aliados ingleses.
Para conocer aquella gesta sangrienta y lamentable, de hambre y penuria, de combates y de intrigas, hay dos alternativas: leerse esta documentadísima biografía o viajar a St Augustine, donde se mantienen lugares como la Misión Nombre de Dios en la que se ofició la primera misa en los actuales Estados Unidos, la conmovedora iglesita de Our Lady of La Leche, la pretendida Fuente de la Eterna Juventud descubierta décadas antes por Ponce de León, el obelisco que conmemora, con su inscripción en español, la Constitución de 1812 o el mediano, pero impresionante Castillo de San Marcos, rodeado de pelícanos y manatíes. Visitar ese enclave gratísimo obliga a interesarse por su Historia y la vida de sus forjadores. Maneras, al fin y al cabo, de entretener la nostalgia.
Avilés Street
Mañana de domingo en el castillo de San Marcos
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