jueves, 30 de marzo de 2017

Presentación al libro de Roberto Bartual "Jack Kirby. Una odisea psicodélica"



Hubo en tiempo en que un personaje de Puccini y otro de Joyce, EL personaje de Joyce, charlaban en un chat sobre literatura con ingenio y un precoz descreimiento. De eso hace ya veinte años y aquellos que se ocultaban tras una máscara italiana y otra irlandesa son los que aquí comparecen, en mi Málaga natal y en la que Roberto no descarta asumir como parada final. Nosotros, los de entonces, seguimos siendo los mismos. Pero con la diferencia de que la brillantez de aquel muchacho que aún no había escrito ningún relato, y que cuando poco después lo hizo, con un prosa plenamente madura y asombrosa por su elegancia, no ha hecho sino confirmarse y aumentar más y más. La mía, que estaba en su esplendor entonces, se ha ido apagando con minuciosa calma a medida que me sumerjo en museos y otras cosas sin importancia.

Lo cierto es que Roberto Bartual es, a día de hoy, la persona con más talento que he conocido en éste mi medio siglo de vida. Sus críticas de cine, sus relatos de ciencia ficción, sus ficciones culturales (perfecta y premiada, de antología, es aquella que troca las identidades y el destino de dos pintores: uno, nuestro paisano Picasso, el otro, un tal Adolf Hitler), decía, todo aquello que Roberto toca, sin excluir sus traducciones, entre las que destacan una edición de Cumbres Borrascosas de Emily Brontë ilustrada por Balthus y otra de El espejo del amor de Alan Moore ilustrada por José Villarrubia, está dotado del signo de la perfección, de la capacidad de seleccionar lo mejor entre lo que es óptimo y dotarlo, a su vez, de elegancia y no poco humor. Todo ello, teñido de una insaciable curiosidad y una envidiable capacidad para no estarse quieto, que nos ha hecho cruzarnos mensajes que le situaban a él en San Diego y a mí en Ankara, o a mí en Seúl y a él en Buenos Aires. Esa vertiginosa habilidad para ahondar en disciplinas y culturas muy diversas es la que posiblemente ha llevado a Roberto Bartual a ese mundo, mestizo donde los haya, de la historieta. 

Autor de una tesis (con premio extraordinario de doctorado) sobre Narraciones Gráficas (tal es el título del libro que sintetiza aquel estudio), de Roberto conocía yo su pasión y entusiasmo por ese genio que es Alan Moore, responsable de historietas como The Watchmen, V de Vendetta, From Hell o La liga de los caballeros extraordinarios, y su trabajo como guinista de una serie de cómic, Los Ángeles de María, nos sorprende ahora con esta monografía sobre Jack Kirby de quien, lo reconozco, poco sabía. Pero si aclaramos que es el responsable de títulos como Capitán América, Los cuatro fantásticos o Thor, a veces junto a Stan Lee que a veces eclipsa la participación de Kirby, todo empieza a estar más claro. Si creemos que el libro es sólo sobre la relación del dibujante y guionista con la psicodelia, como el título promete, la lectura nos dará la gratísima sorpresa de que es mucho más, de que nos encontramos con lo que parece otra vez el resumen de una tesis, de ambiciosa que es la obra, pero expresada con una facilidad y una ligereza que hace a veces asomar la sonrisa cuando es un libro que gira en torno a un tipo que hacía tebeos para la Marvel pero que a la vez estaba en la órbita de Jung, de lo Sublime expresado en términos kantianos, del arte maya, de Stanley Kubrick (soberbio es el capítulo dedicado a la adaptación que Kirby hizo del 2001 de Kubrick), de Philip K. Dick, de los teóricos de la contracultura y que siendo un tipo que, en palabras de Bartual, tomaba té con pastas mientras otros tomaban LSD, supo asomarse a la oscuridad, a traspasar, y uno aquí el título de dos películas altamente respetadas por Roberto, “Las puertas del cielo” “To the wonder”. 



El libro nos deja con ganas de lanzarnos a las 25.000 páginas que Kirby dibujó, adentrándonos en un autor complejo para el que los paisajes alucinatorios, psicodélicos, y las luchas a mamporrazos entre superhéroes y villanos malignos no eran sino lo sagrado, lo sublime, lo que está más allá de toda lógica y que sólo podemos aceptar con los ojos cerrados o rechazar desde nuestra seguridad de animalitos envalentonados por haber alguna vez descubierto el fuego. De todo ello trata este ensayo magistral. Pero antes de escuchar a Roberto, de quien siempre aprendo, y mucho, cada vez que estoy con él, les hago un aviso: este libro produce adicción. A Jack Kirby, sí. Pero sobre todo a Roberto Bartual.



No hay comentarios:

Publicar un comentario