Hace un año y una semana estaba en Suwon, no muy lejos de Seúl, brindando con mis amigos coreanos por mi matrimonio que tendría lugar dos semanas después en la lejanísima y muy exótica Málaga. Se ha hecho rápido y amenísimo, dulce entre los dulces, este Año. Y se ha hecho amargo, lento, áspero, por la nostalgia de ese país que amo especialmente. Este libro es fruto, acaso comprado en aeropuerto, de mi interés por la pequeña y moderna, pero tan tan tradicional, república que ocupa la mitad inferior de esa península avecindada por China, y por Japón, una cercanía que también explica su carácter. Y que este libro, muestrario de logros y curiosidades, no explica. Porque pasa de puntillas por la historia del país pero aporta, en cambio, datos más o menos encantadores (cómo se dividen las aguas en la isla de Jindo, casi a la manera bíblica) o alarmantes (el desparpajo con que se habla de cómo es normal morder, sobre un plato, a un perro). No es la mejor Introducción a Corea (en mi biblioteca, otros libros Sirven mejor: el descarado "Ask a Korean dude", el rutinario "Inside Korea", el académico "A Korean History for international readers"), Sirve para entretener la nostalgia, la espera de un hipotético regreso. Aunque no mencione, ni de pasada, el concepto, fundamental, de Jeong (aquí, una explicación simple del Jeong), que sirve para comprender porqué no se puede no amar a los coreanos. Del sur, en este caso.
Dulce, amargo Seúl
(Visión caleidoscópica De Una Ciudad Que Añoro)
Jondo. ¡Divídanse las Aguas!
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