La contraportada es casi cómica, cuando afirma que Sereny quedó cautivada por el rally de Nuremberg al que asistió en su niñez. Se trata del monstruoso mitin de Nuremberg, la reunión del partido nazi que filmó Leni Riefenstahl. Quitando ese espejismo de coches y cunetas, se trata de un libro estupendo. Construido por retazos de trabajos dispersos de quien fuera hijastra de Ludwig von Mises y que alternan recuerdos de juventud en la Viena anexionada por Hitler y de vivencias de guerra y posguerra junto a reflexiones, atinadas y hondas, sobre la imposibilidad y la necesidad del olvido entre los alemanes. En este cajón de sastre en torno a la experiencia nazi, destacan algunos trabajos, algunos de desesperante documentación y detalle, como los dedicados a la falsificación de los diarios de Hitler (en breve cuelgo un artículo mío en el que trato de pasada este particular entre otras falsedades), la baldía búsqueda del nazi Odilo Globocnik o los procesos contra John Demjanjuk, el presunto "Iván el Terrible" de Treblinka. Aunque Sereny se detiene en la absolución de Demjanjuk, una búsqueda en internet muestra cómo posteriormente será nuevamente juzgado con nuevas pruebas. Sólo la muerte le impidió llegar a ser condenado.
Entre las semblanzas trufadas de análisis que hay aquí y allá, destacan las de Traudl Junge, la citada Riefenstahl y, sobre todo, Albert Speer. Sobre el que fuera Ministro de Armamento y Guerra durante la Segunda Guerra Mundial destaca la incógnita sobre si era consciente o no del Holocausto. En su modélico artículo, basado en el trato directo con el personaje, se aporta un documento que honra al entrevistado al asumir, aunque no tuviera el conocimiento, la responsabilidad moral por aquel horror inabarcable. Siendo implacable, insobornable, Sereny, es capaz de mostrar empatía por Speer. Algo que también sentirá el lector. En otro lugar del libro, Sereny cuenta que una pregunta que ella solía hacer a los antiguos nazis que entrevistaba era qué hubieran hecho si Hitler hubiera conseguido escapar del búnker y hubiera llamado a la puerta una noche. La de Winnifred Wagner fue "abrazarlo". La de Speer, dura pero creíble, fue "llamar a la policía".
Uno de los mejores libros para comprender la psique nazi y su supervivencia. Disperso, errático. Pero excelente.
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