Hay quien ama a Tim Powers, pero no es mi caso. Por ello no diré que es "Declara" su mejor novela en muchos años, como por ahí se ha escrito. Sí diré que es un honesto, y a veces titánico, esfuerzo de de hacer lo de siempre en nuestro autor: hacer literatura fantástica de época, buscándose un marco temporal preciso (esta vez, la Guerra Fría) y trufándolo de elementos sobrenaturales. En "Las puertas de Anubis" y "Esencia oscura" consiguió, con dificultades, que su propuesta me pareciera interesante. Esta vez, simplemente aburre, confunde. Defrauda. Mezclar a Kim Philby, el espía más importante y peligroso que dio Inglaterra en el siglo XX, con ángeles que moran en el monte Ararat, a la sombra del arca de Noé, debiera haber dado para una ficción más amena y más simple. Más legible. Pero aquí Powers quiere ser tan primoroso en el estilo y en el matiz como lo es John le Carré, tan exacto en los pormenores sigilosos del género, y consigue serlo, pero a costa de descuidar el concepto genérico, digamos que estratégico, de la novela. En lo táctico, en cada capítulo, en cada episodio de acción, es válido Powers, pero en el conjunto de 568 páginas, yerra, naufraga. Aburre. Una pena. Será un libro que no merecerá una hipotética segunda oportunidad y que por lo tanto daré de baja en mi ecléctica biblioteca. De Powers me quedará, temblando ante su sino y a la espera de que el tiempo me imponga olvido, un último título superviviente, "Cena en el palacio de la discordia".
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