El British Museum es un lugar amargo, que siempre nos ofrece una visita frustrante, merced a la vastedad de sus colecciones, a la acumulación de visitantes, como nosotros siempre apresurados, frente a cualquiera de sus objetos. Siempre sabe poco, siempre te deja con hambre, con el propósito de regresar al día siguiente, o de probar suerte en otro viaje, otra visita, cuando el frío imponga su disuasión y el museo se entregue al fin, manso y generoso. Este libro, que firma el director del British Museum, Neil MacGregor, supone una nevada apocalíptica sobre Londres, o una invasión extraterrestre, cualquier suceso morrocotudo, que te permita gozosa y abrumadoramente quedarte encerrado en ese edificio severo que condensa, y representa y justifica y explica, la Humanidad.
A lo largo de 796 páginas incluyendo índices y apéndices documentales, y 732 de texto, este libro gozoso tiene la virtud de conectarnos con lo remoto en el tiempo y en el espacio, ofreciendo cien comentarios de artefactos de las colecciones del British, comprendidos entre un canto tallado bifacial olduvayense, de 1’8-2 millones de años de antigüedad, a una lámpara solar china del año 2010. Abro al azar el libro tres veces: una tablilla con escritura cuneiforme, una copa de plata de época romana con dos sorprendentes escenas de sexo homosexual, de comienzos del siglo I, y una estatua hindú de Siva y Parvati, de hacia el 1100-1300. Son sólo tres de las propuestas de interpretación que MacGregor ofrece, en un estilo divulgativo que no cae en la estupidez, cediendo siempre, en cada comentario, la voz a algún experto. Una delicia de libro. Un libro que debería ser de lectura obligatoria en los colegios. O al menos, de lectura obligatoria para los profesores. Cerrando el libro, el premio Nobel hindú Amartya Sen, condensa la voluntad del libro, y llegados a esta altura, sólo podemos darle la razón, pues es justamente lo que MacGregor ha logrado: “Cuando observamos la historia del mundo, es muy importante ser conscientes de que no estamos observando la historia de diversas civilizaciones truncadas y separadas unas de otras. Las civilizaciones mantienen una cantidad enorme de contactos, y existe una especie de interconexión. Siempre he concebido la historia del mundo no como una historia de civilizaciones, sino como una historia de civilizaciones mundiales evolucionando de formas a menudo similares y a menudo diversas, y siempre interactuando unas con otras”.
En efecto, es una visión globalizadora del mundo, desde los orígenes del hombre hasta hoy mismo, un mundo que ya era global en sus orígenes. Una visión mejor, y más certera, más justa y tolerante, es la que aquí se nos propone.
No hay comentarios:
Publicar un comentario