Alfa y omega, lo mejor y lo peor. En esta tarea, un poco loca, de reseñar todo lo que en español ha publicado Stephen King puedes encontrarte que la que por muchos es su mejor novela (concedo que es una novela sobresaliente) se vea seguida de la que ojalá sea la peor (Los ojos del dragón). Después de este batacazo, es posible que haya recaídas similares en su producción. Ya veremos.
En todo caso, en Eso (usaré el título español) hay no un disfrute del miedo, ese malestar tan agradable, sino de la escritura portentosa. Porque aquí, en esta geografía tan detallada de la terrible y apacible y lóbrega e inventada Derry, nos encontramos con el reencuentro, en la edad adulta, de quienes siendo adolescentes, apenas niños, vencieron a una criatura aterradora y que sabedores del regreso de la misma y a la repetición de la desaparición de otros niños, buscan cumplir la promesa formulada tras aquella primera victoria: regresar para plantar cara al mal (el Mal) si éste reapareciera. Seis chicos y una chica que al crecer tendrán que hacer frente a sus miedos de entonces y recomponer sus relaciones. Uno de ellos, Bill Denbrough es, como es habitual en las ficciones de King, escritor.
Más allá de la trama que arranca en 1957 con la muerte de un niño mientras persigue un barquito de papel, y su culminación, pirotécnica y a lo grande, en 1985 y 1500 páginas después, y aparte del miedo que el evasivo payaso Pennywise, de quien se dice a lo sumo que su nombre es Bob Gray para quedar convertido no en un humano ni un una proyección de los miedos de esa cuadrilla de amigos, sino en el mal en estado puro, el placer de leer este libro, ensalzado como pocos, se encuentra en el hábil manejo del contrapunto, de lanzar la narración hacia atrás y hacia delante, dando el protagonismo en cada capítulo a uno u otro de los personajes, con el uso de lo que podría llamarse el hachazo King, que no es sino eliminar físicamente a personajes cuando el lector no lo espera, trazando además una cartografía de Derry, con sus arroyos urbanos, sus puentes, su mugre, su selva suburbana, sus colectores y conducciones de agua, que hacen creer al lector que es un escenario real, o a lo sumo un trasunto de Bangor, donde vive King, o de cualquier ciudad mediana de Maine.
Pero no, aquí tenemos un novelista madurísimo que se enfrenta a la obra decisiva de su carrera, aunque dispuesto a caer en los abismos creativos de la paparrucha del dragón o la pifia delirante de Los Tommynockers. Y aunque tengamos rituales lovecraftianos, como el del chüd, que es además innecesario, y por mucho que Bill, Ben, Beverly (qué hermosa, qué magnética resulta en esta novela), Mike Richie, Eddie y Stan se empeñen en luchar dos veces contra ese payaso siniestro que asoma en los sumideros, por mucho que vivan su combate final en galerías subterráneas tan del género, o por mucho que compartan una escena de sexo juvenil que hoy no pasaría por el visado de las autoridades, decía, por mucho que se revista esta historia de elementos de genuino terror y fantasía, lo que aquí tenemos no es sino una gran novela, en la que el género del terror no viene a ser sino un disfraz, una excusa.
Me gusta mucho esta reseña, no porque sea elogiosa para el libro (aunque también por eso, claro), sino porque es objetiva; intelectual y no visceral (como sería el caso si la hubiese escrito yo :D). Además, ese concepto de "el hachazo King" me parece muy atinado, como también me lo parece la frase que cierra la entrada. Es lo que yo creo que es la clave del género, siempre que éste no se utilice para hacer una mera "shooting gallery", como diría el propio SK.
ResponderEliminarGracias, Ángeles. Soy un fan de King pero mi formación, ya lejana, de Filología (Hispánica) me condiciona un poquito. Intento transmitir mi experiencia de lector (casi siempre contento con lo que leo, otras veces encabronado) y a la vez ser equilibrado. Gracias por leer. Y por opinar.
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