domingo, 31 de julio de 2016

Lecturas: El Tercer Reich. 101 preguntas fundamentales (Wolfgang Benz)

Curioso y útil libro, que recuerda con sus preguntas y respuestas (algunas muy breves, pero casi nunca de menos de una página) a los catecismos de la infancia y que sirven para comprobar si todo lo que uno sabía del nazismo es más o menos cierto. En este caso, algunas sorpresas y alguna que otra corroboración. Así, la sorpresa de que el incendio del Reichstag, por mucho que fuera útil para los nazis, no fue algo tramado por los mismos,o las noticias sobre el llamado Círculo de Kreisau o el Plan Morgenthau, o la aclaración sobre lo que sabía o no Albert Speer (efectivamente, el nazi bueno era culpable). Un libro útil, conciso, que ahonda cuando quiere (la actitud de la Iglesia, protestante y católica), y que calla a veces (la ascensión al poder de Hitler, sus maniobras entre 1923 y 1933, las raíces del antisemitismo alemán). No está, pese a todo, mal.

Lecturas: El arte en la historia (Martin Kemp)

Con un subtítulo lacónico que acota el tiempo del que trata el libro, 600 a.C. - 2000 d.C., es una brevísima historia del arte occidental desde los kourós griegos hasta los sobrecogedores vídeos de Bill Viola. Cada capítulo se abre con un texto de algún tratadista de la época para ubicar las obras que a continuación se comentarán, en su época y en las tensiones estéticas del momento. El conjunto supopne el equivalente a una excelente audioguía de un museo que nos contara justamente esos 2600 años de arte en Europa y América del Norte. No está nada mal. Por mucho que no se aprenda apenas nada que no sea ya sabido por ningún aficionado a las artes. Por aquello de la incredulidad inevitable hacia la creación de los últimos 50 años, tal vez destaquen los comentarios respecto a ese periodo, que iluminan y justifican lo que suele parecer injustificable. Buen ejercicio didáctico.


Bill Viola: Emergence (2002)

viernes, 29 de julio de 2016

Lecturas: Mi vida (Marc Chagall)

Una rareza. El único libro que escribió Chagall. Un repaso a su vida escrito cuando le quedaban otros 63 años y él tenía 35. Apenas nada. Ser trata de pinceladas (permítaseme usar el término obviamente pictórico pero inevitable) impresionistas sobre su infancia y sus años de formación. Con un estilo literario asombroso, que no es elaborado pero que con frases cortas y sincopadas manifiestan una calidad literaria insospechada, un flujo de palabras y de la imaginación imprevisibles, Chagall cautiva por más que escamotee los detalles decisivos. Como muestra, el fragmento en que cuenta su decisión de cambiar el Vitebsk nativo por París:  

      Pero tenía la impresión de que si me quedaba más tiempo en Vitebsk, quedaría cubierto de polvo y moho.
     Vagaba por las calles, buscaba y rezaba:
      "Dios, Tú que te escondes en las nubes, o detrás de la casa del zapatero, haz que aparezca mi alma, alma dolorosa de niño tartamudo, revélame el camino. No quiero ser como los demás; quiero ver un mundo nuevo".
      En respuesta, la ciudad parece quebrarse, como las cuerdas de un violín y todos los habitantes empiezan a caminar sobre la tierra, alejándose de sus moradas. Los parientes se suben a los tejados y descansan.
     Todos los colores se invierten, se convierten en vino y mis telas se desbordan de bebida.
     Estoy la mar de bien con todos vosotros. Pero... ¿habéis oído hablar de las tradiciones, de Aix, del pintor que se cortó la oreja, de cuadrados, de París?
    Vitebsk, yo te abandono.
    ¡Quedaos solos con vuestros arenques!


Lecturas: 1936 (Enrique Moradiellos)

Subtitulado "Los mitos de la Guerra Civil", se trata de un excelente intento, en 2004, de aclarar, de opinar con datos y bibliografía, con serenidad, de diversos no mitos sino tópicos en torno a la Guerra Civil: las tres Españas, la inevitabilidad presunta, la atribución de culpas, las razones de la derrota y la victoria, la moral de combate, el contexto exterior, etc. De todas las aportaciones de Moradiellos, me quedo con su visión, en la órbita de Paul Preston (su libro es de 1999) de que no se trató de una guerra entre dos doctrinas totalitarias irreconciliables, fascismo y comunismo, sino entre éstas y el reformismo republicano, que fue devorado, iniciada la guerra, por sus antagonistas. Fue un conflicto entre Reforma, Reacción y Revolución. Tres opciones antagónicas entre sí. La Reforma fue la primera víctima. Quizás ese sea el drama mayor. Eliminada la opción más moderada, hubo una lucha a muerte entre dos exaltaciones. Especial interés tiene, por lo poco conocido, un fragmento de una carta de Juan Negrín al periodista Herbert Mathews, en 1952, relatando sus conversaciones con George Orwell y que arrojan una vergonzosa luz sobre el bando republicano y sus constantes desavenencias internas (ya se sabe, Revolución contra Reforma): “Inquiría también por las causas de nuestra derrota, que yo sostuve y sostengo más se debió a  nuestra  inconmensurable incompetencia, a nuestra falta de moral, a las intrigas, celos y divisiones que corrompían la retaguardia, y por último a nuestra inmensa cobardía que a la carencia de armas. Cuando digo 'nuestra', no me refiero naturalmente a los héroes que lucharon hasta la muerte, o sobrevivieron toda suerte de pruebas, ni a la pobre población civil, siempre hambrienta y al borde de la inanición. Me refiero a 'nosotros', a los dirigentes irresponsables, quienes, incapaces de prevenir una guerra, que no era inevitable, nos rendimos vergonzosamente cuando aún era posible luchar y vencer. Y conste que no distingo cuando repito 'nosotros'. Como en el pecado original, hay una solidaridad en la responsabilidad, y el único bautismo que puede lavarnos es el reconocimiento de nuestras faltas y errores comunes”

Lo siento: era demasiado tentadora la foto,
quizás la única que combina optimismo y 1936


Quedan, como un segundo discurso de Gettysburg, las palabras de Manuel Azaña en el segundo aniversario del comienzo de la guerra tan necesarias y justas ahora, 80 años después de ese 18 de julio: "Y cuando la antorcha pase a otras manos, a otros hombres, a otras generaciones, si alguna vez sienten que les hierve la sangre iracunda y otra vez el genio español vuelve a enfurecerse con la intolerancia y con el odio y con el apetito de destrucción, que piensen en los muertos y que escuchen su lección: la de esos hombres que han caído embravecidos en la batalla luchando magníficamente por un ideal grandioso y que ahora, abrigados en la tierra materna, ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían, con los destellos de su luz tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: Paz, Piedad, Perdón".