lunes, 27 de julio de 2015

Tontos de capirote (y de barretina)

No soy complaciente, no soy rápido en la ira, no me acomodo a lo que hay, no me resigno a algunas cosas. Pero la que más me fastidia es la estupidez cuando toma forma de mentira. No olvido la "Salutación angélica" de César Vallejo, con su lapidario "español de puro bestia", tengo muy presente a Machado con su certera y melancólica advocación a "Castilla miserable, ayer dominadora, / envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora". Pues bien, son tiempos en que un ramillete de políticos estrictamente nacionalistas e inmarcesiblemente catalanes, definitivamente justiciables, planean una declaración unilateral de independencia de su región, estricta e inmarcesiblemente española. Con dos cojones. Per  collons. Ellos, y sus corifeos, esgrimen un "derecho a decidir" y un ejercicio de democracia que se contradicen con la Constitución que todos aprobaron en referéndum en 1978 (en Cataluña con un grado de aprobación mayor que en el resto de España) y que yo, como funcionario, he jurado cumplir. Y que nuestros gobernantes juraron cumplir, respetar y defender. Y he aquí que, más allá de mis vinculaciones familiares catalanas (hay independentistas entre mi familia catalana, y hay gente que no olvida nuestra común patria), de lo desgraciada que mi esposa se siente porque un puñado de sus connaturales (no importan cuántos sean) quien cercenarle una parte de su identidad, que me encuentro con un viejo amigo de mi familia política. Un ejemplo de hasta qué extremo el fanatismo puede llegar. Un ostentador de la mentira. 

No viene a cuento, 
pero el gesto misterioso y ridículo 
merece ser invocado aquí.

Con ustedes, Sebastià-Daniel Arbonés Subirats. En el siglo, Sebastià d'Arbò. Que en facebook (recomiendo echarle un vistazo, para echar unas risas y pillar un cabreo) comparte enlaces que incitan al odio, que los comenta luchando contra los españoles que tienen colonizada Cataluña. Esas cosas. Y que se define como "Periodista, Director de cine y televisión. Realizador de radio y televisión. Director de programas, guionista, productor. Editor de prensa y de libros". Impresiona, ¿verdad? Completaré sus méritos, justificaré su gloria: es director de alguna película (recomiendo pinchar en el enlace de abajo para acceder a la carátula del VHS de "Cena de asesinos", con tal de no ver denunciado mi blog como vehículo de imágenes más o menos sicalípticas) y productor de "Sin bragas y a lo loco". Pero hay más: fue, revestido de capa, juez de aquel show psicotrónico de Antena 3 "El castillo de las mentes prodigiosas". En el que escoltaba, parsimonioso, a la mismísima Aramís Fuster. Y después, años después, se queja de la telebasura. Él. El productor de las bragas, el director de los asesinos. 


Pues sigo. El profesor d'Arbó (como lo llama algún incondicional) se dedica a sostener que España es mala, malísima, miserable, plena de ignorancia. Y acierta de pleno. Porque si España es así es porque lo son sus habitantes, lo son sus regiones. Cataluña misma. Andalucía también. Y si merece la pena España, que lo merece pese a sus notorias deficiencias, es porque acá y allá, compartidas a veces, hay virtudes. Y hay gente que sólo quiere, como en la tonadilla de Jarcha, tener la fiesta en paz. Que conste que estoy repartiendo leña, y miel, sobre las dos Españas, sobre las dos o múltiples facciones. Que señalo a los que en el facebook de d'Arbò entran en el insulto al resto de España o a los que allí mismo hacen chanzas sobre lo que el productor de cine y parapsicólogo sostiene. Allí, por ejemplo, comparte la noticia de que el grupo de rock, alemán, Scorpions mostró una gran bandera de España en un concierto en Barcelona. Y él, sabiendo que Barcelona y Cataluña están en España, presenta la noticia así:   

SUPONGO QUE LO HIZO PROVOCAR.
Si todo el público presente se hubiera largado inmdiatamente, ya verías cono no lo harían nunca más en Catalunya




Y más adelante, él, tribuno del pueblo, oráculo del Baix Ebre, comenta, en el hilo de discusión surgido de esta misma noticia:   

Es triste que siendo de una tierra colonizada (de esto la historia ya demuestra que no hay discusión) se les llame catetos a los que reivindican el derecho a decidir si quieren seguir siendo dependientes del imperio o independientes del mismo, esto realmente es ignominioso.

¿No es para cabraearse? ¿Y queréis más? Pues bien. Propone llevar a España ante el tribunal de La Haya (no lo he visto proponer lo mismo, por ejemplo, con el Estado Islámico) y lo hace de esta guisa:


YA HACE TIEMPO QUE OS DIJE QUE ESTE ES EL CAMINO QUE HAY QUE SEGUIR.
No perdáis el tiempo catalanes intentado dialogar con un estado imperialista que niega el derecho a decidir libremente el futuro de un pueblo y que solamente sabe amenazar y tomar medidas coercitivas y represivas contra estos ciudadanos que piden libertad.


Se supone que es adulto, que si fue capaz de dirigir alguna película, escribir otras y producir la de la lencería ausente, será capaz de distinguir entre la ignorancia y la infamia. Pero no, él lo mezcla todo. Con dos cojones. Y se queda tan pancho, con sus abracadabras y su vestuario de fantasía y misterioso, para sostener eso, que sólo él sabe, que los demás no nos enteramos. Léanse las palabras doctas del profesor:

Miguel Ángel, profundiza más en mis palabras y verás por donde vienen los tiros. Por ejemplo, si yo digo algo tan recurrente como "Hay que devolver Gibraltar a España" , ¿tu, cómo lo entenderás?. Cuantas dobles y triples lecturas hay en esta simple frase. Pues bien, en casi todo lo demás que escribo hay un mensaje oculto, lo que ocurre es que la gente, incculta sobre todo en historia, pican como moscas y quedan retratadas, que es de los que va este muro.


En fin, creo que bastante tiempo he desperdiciado con quien miente con tanta alegría solemne y misteriosa. Mientras, nuestros tontos de capirote siguen llamando a la masacre, mientras los tontos de barretina hacen lo mismo. Con el agravante de que estos últimos aducen hechos diferenciales quiméricos, fantasías históricas de ayer y hoy. Pero, claro, si creen que me han entendido se equivocan: puede que en casi todo lo que escribo hay un mensaje oculto, lo que ocurre que la gente, inculta sobre todo en historia...

En fin. Con dos cojones. Y un palito.



jueves, 23 de julio de 2015

Lecturas: Las siete cajas (Dory Sontheimer)

En estos días de vacaciones y ocio he podido apreciar, simplemente leyendo los comentarios de los lectores en diversos medios, hasta qué punto España es un país antisemita. Con el matiz, chic y correcto, de remitirse machaconamente, al sionismo para tapar el rancio y vomitivo sabor del antisemitismo genocida de siempre. Es decir, en vez de escribir "judíos de mierda, criminales y ladrones" se escribe ahora "·sionistas de mierda, criminales y ladrones", y hasta se intenta hacer creer que escribiendo la enormidad de "ojalá os muráis todos los sionistas" se tapa que se está buscando repetir, corregido y aumentado, el Holocausto. En esas estamos. Ahora, aquí. En el siglo XXI y en Sefarad. Y hasta gente formada, o aparentemente con criterio, se dedica a difundir noticias mendaces, tirando la piedrecita al agua para que los patanes nazis de hoy, vociferando, formen las vistosas  ondas que se ensanchan y ensanchan. Un horror. Viene todo esto a cuento para justificar por qué en loas siguientes días se reseñarán aquí libros sobre el conflicto árabe-israelí y el sionismo (yo, que me considero judío, también me considero sionista; por tanto, doblemente repudiable para el común de los opinantes). Y para poner en valor este notabilísimo libro de Dory Sontheimer.


Se trata de un testimonio familiar, de una crónica documentada de los avatares de una familia judía alemana (y quizás más alemana que judía) ordenados y comentados por la autora, barcelonesa y católica, que cuenta cómo sus padres, ya en la adolescencia, le comentaron de pasada que los Sontheimer eran judíos y que ninguno sobrevivió a la Shoah. Al fallecer la madre de la autora, descubre en siete cajas cuidadosamente guardadas, los documentos, fotografías y cartas que, una vez ordenados, cuentan el caso de una familia exterminada casi al completo. Sontheimer no es historiadora, no es escritora. Pero su libro es una formidable pieza de historia, que sin dramatismos (es sobresaliente su templanza, como la fue la de sus familiares asesinados), narra cómo fueron perdiendo los derechos hasta ser despojados del mayor de ellos, el de la vida. Las cartas cruzadas entre sus padres en Barcelona, donde se casaron en la nochevieja de 1936 para bautizarse y casarse nuevamente por la Iglesia a comienzos de la posguerra, con sus primos, padres y tíos en Alemania, Praga, Nueva York y diversos campos de concentración en Alemania y Francia, tienen la capacidad de ser conmovedoras, por mucho que se intente no alarmar al receptor de las misivas. Una gota más, pero de agua viva, en el océano amargo de los testimonios sobre el Holocausto. Por mucho que haya excelsos hijos de puta que sigan negando. Aquí y ahora.