lunes, 30 de noviembre de 2015

Lecturas: La casa del silencio (Orhan Pamuk)

Tras el entusiasmo de "El Museo de la Inocencia" llega la moderación, no exenta de admiración, de la lectura de esta novela, anterior, de Pamuk. De 1983. Aunque una clave, un indicio más bien, se encuentra en su siguiente novela, "El castillo blanco", de 1985. En ella encontramos una dedicatoria, a Nilgün Darvinoglu, a la que el autor llama hermana. En el prólogo de esa segunda novela, en primera persona se expresa Faruk, uno de los protagonistas y narradores de "La casa del silencio". En la novela que comentamos ahora, Nilgün es no narradora sino la persona sobre la que confluyen las narraciones de la novela. En términos rebuscado, la dramatis persona, la persona del drama, pues el hecho dramático que se narra se encarna, insospechadamente, en ella. 


Cinco narradores, a los que cuesta diferenciar hasta que los párrafos avanzan, se van turnando en esta segunda novela de Pamuk (la primera, la voluminosa Cevdet Bey e hijos, está en proceso de lectura ahora, en noviembre-diciembre de 2015), relatando lo sucedido en julio de 1980 en una Turquía devastada por la violencia política en la que se aniquilan comunistas y nacionalistas de derecha. Se sigue, alternándose, la narración que hacen cinco personajes: el enano Recep, la anciana Buyukhanim, sus nietos Faruk, Metin y su primo Hasan. La ciudad en la que viven, en la que está la decrépita casa del silencio que comparten el enano, la abuela y sus nietos es Cennethisar, una ciudad balneario cerca de Estambul. Es fácil asimilar la casa del silencio a la propia Turquía. Quien quiera hacer esa identificación no yerrará en demasía. El propio Pamuk ha declarado que los jóvenes personajes expresan diversos aspectos de su propia vivencia de juventud. Es también un análisis del deseo, de la necesidad de autoafirmación, de los mecanismos de la violencia. Todo a la vez.


Narrada con maestría, la alternancia de voces, con sus monólogos interiores, lleva a la deriva al lector hasta que éste va identificando a quién pertenece la voz y cuál es el papel de cada personaje en este juego de voces, de hilos que se entrecruzan para mostrarnos un paisaje que es cruel y sangriento. Un Pamuk maduro ya en su segunda novela. Y que me sigue confirmando, libro a libro, que ningún otro autor vivo me despierta mayor admiración. Y del que al menos otros seis títulos tendrán, Dios mediante, su reflejo en este blog. 


lunes, 2 de noviembre de 2015

Lecturas: Pigmeo (Chuck Palahniuk)

El tropecientos Palahniuk que leo. El primero que me parece una soberana mierda. Una pena. Porque no es un autor brillantísimo, pero sí sabe cómo urdir una novela que funcione. Y ésta ni funciona ni está bien urdida. Con su lenguaje (lo mismo en inglés sí es un libro que merezca la pena) forzado, árido, con su narrador que es un terrorista adolescente urdiendo una masacre devastadora en Estados Unidos, es un libro que cuesta leer, con el tiparraco expresándose en primera persona de tal guisa (me voy a un ejemplo del capítulo 34 (de los 36 que tiene esta ficción insuficiente): 

"Al contrario que en la ocasión pasada, el día infame en que fue separado de su progenitora femenina para el test vocacional, los pies del agente-yo se retiran ahora de la aeronave para esprintar huyendo de regreso hasta la madre-huésped. Este agente acepta el abrazo que la madre le ofrece. Presiona sus labios contra la mejilla facial de la madre-pollo y prueba su agua ocular con sabor a cloruro de sodio. Frunce los labios para realizar el gesto que denota afecto".

Una fábula prometedora, extraña, bizarra (como en todo Palahniuk) que aquí se resuelve torpe y previsiblemente, lo que aquí sólo se justificaría por la voluntad guiñolesca de tantos episodios. Un libro que iría a alimentar el contenedor de papel si no lo tuviera destinado a soportar el olvido junto a otros 11 títulos del mismo autor que un año de éstos sí merecerán una relectura, una nueva vida. ëste, en este día de difuntos, polvo será, mas polvo olvidado.