lunes, 29 de agosto de 2016

Lecturas: Cuentos (Robarto Bolaño)

De él me interesó y divirtió su Literatura nazi en América y me dejó con ganas de más el inacabado y póstumo 2666. La recopilación de tres libros de relatos que nos ocupa (Llamadas telefónicas, Putas asesinas y El gaucho insufrible) sirve para constatar su inmenso talento y para descubrir cómo si la muerte no hubiera dejado trunca su última novela, el propio Bolaño podría haberla dejado así. Casi no hay un relato en este volumen (529 páginas en mi edición) que no tenga un final abierto, un final sin final. Todas las veces, funciona que así sea. Pero todas las veces desconcierta. Entre ellos, hay un par de obras maestras, Putas asesinas con su venganza inapelable y El retorno con su soledad necrófila y serena. El libro se abre con un prólogo, Consejos sobre el arte de escribir cuentos, certero con su culto a Poe y a Borges y suis pullas a Umbral y Cela. Entre esios consejos, hay uno que advertiremos que cumple Bolaño: Un cuentista debe ser valiente. Es triste reconocerlo, pero es así. 



El libro concluye con otro texto, Los mitos de Chtulhu, que tiene forma de conferencia escrita de corrido sobre el arte literario, y que es un texto amargo, descarado y lleno de humor amargo como sólo puede tenerlo alguien que sabía muriendo y que se resistía, con humildad honesta, a ser un genio.  


Lecturas: Secretos del Tercer Reich (Guido Knopp)

El título no puede ser peor. Y no se trata de un capricho del traductor. Pero el contenido es apasionante. Se trata de seis capítulos extensos que tratan de aspectos muy diversos del régimen nazi: la familia de Hitler, Rommel y su leyenda, el dinero de Hitler, la figura de Himmler, las mujeres de Hitler y las mentiras de Speer. Cada capítulo se lee con interés creciente, y el uso de recuadros en el texto con citas de testigos, personajes e historiadores, sirven para orientarnos y sorprendernos. La letra pequeña del libro nos avisa que Knopp (jefe de la sección de Historia Contemporánea de la televisión estatal ZDF) escribió el libro con la colaboración de otros seis historiadores, de forma que es co-autor de cada capítulo. En todo caso, más allá del reparto de los méritos y autorías, es magnífico el resultado. Arrojando tantas luces como sombras mantiene.
Unity Mitford compartiendo tribuna
 con el villanísimo Julius Streicher

Así, descubriremos al por menor cómo Hitler pudo haberse llamado para la posteridad Adolf Schicklgruber, cómo son especulaciones jugosas pero injustificadas que tuviera sangre judía, cómo fue un tarambana ávido de fama su sobrino William Patrick Hitler (que terminó enrolándose en el ejército norteamericano). Nos quedaremos con ganas de saber si Rommel estuvo involucrado en la conspiración de Stauffenberg contra Hitler y que al Zorro del Desierto le costaría la vida. Aunque una cierta sospecha sí queda. Sabremos cómo de rico fue Hitler gracias a los dividendos de su Mein Kampf y de la ayuditas de patrocinadores entusiastas de la matanza. De Himmler sabremos lo que ya sabemos, además de un intento loquísimo de reivindicar a las brujas alemanas de los siglos XVI y XVII como mártires de una causa encomiable. Sabremos lo de casi siempre sobre Hitler y su sobrina Geli Raubal, el encoñamiento que tuvo la bellísima idiota Unity Mitford y el amor tierno y perruno de puro manso de Eva Braun. Hubiera venido bien alguna especulación adicional sobre la más nazis de las nazis, Magda Giebbels. Por último, el combativo capítulo sobre Speer carga las tintas en su colección, pequeña, de obras de arte que intentó ocultar y vender, no aportándose pruebas más contundentes sobre su implicación en el mayor de los crímenes posibles. Eso sí, incentivó a sabiendas el desalojo y deportación de varios miles de judíos berlineses.