lunes, 31 de octubre de 2016

Lecturas: Hombres sin mujeres (Haruki Murakami)

Tenía curiosidad por Murakami, ya que confieso que la literatura japonesa es una de mis grandes lagunas como lector (a lo sumo, una lectura juvenil de los "Ise Monogatari" de Ariwara no Narihira, y algunos escuetos volúmenes de Mishima, más algunas páginas de Kabawata). Murakami, con su prestigio, su nombre "nobelable", era un autor que estaba reclamando su poquito de atención. Y por esas cosas de elegir un título del catálogo del Círculo de Lectores (ahora caigo en la cuenta de lo antiguo que queda, lo poco exquisito que es reconocerse socio del Círculo), opté por este volumen de relatos. Que ha alejado de mí la sospecha de que eras un japonés lo suficientemente exótico (o meramente japonés) como para que, en su día, el inefable José Luis Rodríguez Zapatero lo reconociera como uno de sus autores favoritos. Fuera de mí ese prejuicio (a la vez que Zapatero se engrandece merced a la nefanda torpeza de Pedro Sánchez). Murakami, a la vista de este libro, es un inmenso escritor. Bravo por Murakami y hasta bravo por ZP.



Aunque las historias tienen todas finales abiertos, no sentimos que estén incompletas como sucedía, con cierta arbitrariedad que llegaba a ser sádica, con los relatos de Roberto Bolaño. Aquí tenemos, a través de siete relatos sobre hombres privados de mujeres (nos encontramos con una galería de viudos, de traicionados, de amantes frustrados) en el Japón actual. De los siete cuentos, sólo uno, "Samsa enamorado" que poco imaginativamente da la vuelta a "La metamorfosis" de Kafka con la estampa de un bicho que amanece siendo persona, desmerece el conjunto. Y el que cierra el libro y también le da título, es una obra maestra. Un emocionante y sereno, púdico y delicado, retrato de la ausencia. Una exquisitez como pocas veces he encontrado.



Lecturas: Informe del interior (Paul Auster)

Es curioso este libro de Auster. Que pasó sin pena ni gloria hace un par de años, cuando salió y yo, que espero como agua de mayo que se repita cada año la magia que sentí con algunos de sus libros, no me enteré. Tal vez esa indiferencia se debió a que no es un libro de ficción, o a que este fragmento de autobiografía carece del tono que tuvo el bastante destacable (una forma de decir sí pero no) "Diario de invierno". Aquí se narra, sin demasiada convicción, los años de infancia del autor y dando un salto un episodio de su juventud en el que estuvo en París y a la vez a punto de ser juzgado por una algarada estudiantil. Todo ello sin brío, casi sin convicción, sin capacidad de evocación apenas. Una lástima. La voz de un narrador con estilo y capacidad sobresaliente sólo asoma cuando incluye, sin por qué, o apenas con una explicación suficiente, tipo "hay una película que me impresionó entonces, y trataba sobre..." , el relato de dos películas, "El increíble hombre menguante" y "Soy un fugitivo". Ahí sí es eficaz, pero lo que cuenta no es interesante cuando ya se conocen esas películas. El episodio parisino, contado a través de cartas que le envió a su novia, y posteriormente primera esposa, aunque trate sobre su iniciación como escritor, no interesa, no convence. Por primera vez, y tal vez última, un Auster que se lee con hastío. Y que tal vez escribió con esa misma desgana que contagia al lector.