domingo, 21 de junio de 2015

Lecturas: Historia de la literatura fascista española (Julio Rodríguez Puértolas)


Se puede tener razón, en la vida y en los libros, pero se puede perderla por aquello de los modos, de las intenciones. Es lo que le pasa a Rodríguez Puértolas con este libro titánico. La primera edición, de 1985, consistía en esta Historia más una antología de textos. La que reseño es la de 2007, desprovista, ay, de la antología. La forma de exponer, más que militante en los diversos prólogos, de Rodríguez Puértolas echa, mucho, para atrás. La insistencia despreciativa en llamar Primo a Primo de Rivera (apellido compuesto, como lo era su segundo, Sáenz de Heredia), el afán destructivo, diríase que de venganza, la facilidad para llamar fascista con extrema ligereza, todo ello hace que el enorme esfuerzo de documentación que hay tras este libro se diluya y quede como un panfleto hinchado y orgulloso. Cuando renuncia a escribir con martillo (y con hoz), llega a hacer análisis de autores bastante notables, como el de la obra narrativa de Torrente Ballester pasada la guerra. Intenta ser convincente cuando intenta hacer lo mismo con   Camilo José Cela, pero le puede el dogmatismo, y se ceba, con innecesaria energía, con Jiménez Losantos, con Sánchez Dragó, con Martínez Cachero (a quien dedica siete páginas, algo desproporcionado). Y por intentar ajustar cuentas, lo intenta, con notable cobardía, con Francisco Umbral. Raro es el momento en que reconoce talento, calidad o simplemente estilo en cualquier autor de los que reseña. Ni siquiera en González-Ruano o en Foxá.

1935: José Antonio Primo de Rivera, tercero por la izquierda. A su izquierda Eugenio Montes y Rafael Sánchez Mazas.

Sirve, eso sí, este libro para poner de manifiesto hasta qué punto era antisemita el fascismo español, con alarmantes ejemplos que yo desconocía hasta ahora. Sirve también para sacar a colación libros tan curiosos como la muy ditirámbica "Ofrenda Lírica a José Luis de Arrese en el año IV de su mandato". Eso sí, quien quiera conocer mejor la literatura falangista puede recurrir al muy aconsejable "La corte literaria de José Antonio" de Mónica y Pablo Carbajosa. Por mucho que se aborrezca del fascismo, la lectura de este estudio agrio, combativo y exasperante lleva a la tentacion, por la propia lógica del autor, de imaginar algo que con igual voluntad de incordiar, se llamaría "Historia de la literatura comunista [o, incluso, roja] española"en la que se incluyeran todos los que hayan escrito algo que no pueda ser tildado de fascista o de meramente conservador. 

Propina musical: Ya hemos pasao (por Celia Gámez)


( Era en aquel Madrid de hace dos años 
donde mandaban Prieto y don Lenin 
Eran en aquel Madrid de la cochambre, de Largo Caballero y de Negrin. 
Era en aquel Madrid de milicianos, de hoces y de martillos y soviet. 
Era en aquel Madrid de puño en alto, donde gritaban ¡No pasarán!).


¡No pasarán! 
decian los marxistas. 
¡No pasarán! 
gritaban por las calles. 
¡No pasarán!, 
se oia a todas por plazas y plazuelas con voces miserables. 
Ya hemos pasao!!
y estamos en las cavas 
Ya hemos pasao !!
con alma y corazón 
Ya hemos pasao!!
y estamos esperando pa ver caer la porra de la gobernación. 
Este Madrid es hoy de Yugo y flechas, es sonriente, alegre y juvenil. 
Este Madrid es hoy brazos en alto, y sigos de facheza, cual nuevo Abríl. 
Este Madrid es hoy de la Falange, siempre garboso y lleno de cuplés. 
A este Madrid que cree en la paloma,(...) 
Ya hemos pasao !!, 
decimos los facciosos, 
ya hemos pasao !! 
gritamos los rebeldes 
ya hemos pasao!!, 
y estamos en el prado mirando frente a frente a la señá Cibeles. 
No pasarán, 
la burla cruel y el reto 
No pasarán, 
pasquines en las paredes 
No pasarán, 
gritaban por el micro, chillaban en la prensa y en todos los papeles. 
¡ No pasarán !

jajajaja!!

¡¡ YA HEMOS PASAO !!



jueves, 18 de junio de 2015

Lecturas: This is Korea. All you ever wanted to know about Korea (Juang-wha Choi y Hyang-ok Lim)



Hace un año y una semana estaba en Suwon, no muy lejos de Seúl, brindando con mis amigos coreanos por mi matrimonio que tendría lugar dos semanas después en la lejanísima y muy exótica Málaga. Se ha hecho rápido y amenísimo, dulce entre los dulces, este Año. Y se ha hecho amargo, lento, áspero, por la nostalgia de ese país que amo especialmente. Este libro es fruto, acaso comprado en aeropuerto, de mi interés por la pequeña y moderna, pero tan tan tradicional, república que ocupa la mitad inferior de esa península avecindada por China, y por Japón, una cercanía que también explica su carácter. Y que este libro, muestrario de logros y curiosidades, no explica. Porque pasa de puntillas por la historia del país pero aporta, en cambio, datos más o menos encantadores (cómo se dividen las aguas en la isla de Jindo, casi a la manera bíblica) o alarmantes (el desparpajo con que se habla de cómo es normal morder, sobre un plato, a un perro). No es la mejor Introducción a Corea (en mi biblioteca, otros libros Sirven mejor: el descarado "Ask a Korean dude", el rutinario "Inside Korea", el académico "A Korean History for international readers"), Sirve para entretener la nostalgia, la espera de un hipotético regreso. Aunque no mencione, ni de pasada, el concepto, fundamental, de Jeong  (aquí, una explicación simple del Jeong), que sirve para comprender porqué no se puede no amar a los coreanos. Del sur, en este caso.

Dulce, amargo Seúl
(Visión caleidoscópica De Una Ciudad Que Añoro)

Jondo. ¡Divídanse las Aguas!

martes, 16 de junio de 2015

Málaga del Romanticismo según García de Cortázar

 [Artículo publicado en diario Sur el 5 de diciembre de 2008]

            Se suele fijar en el siglo VII antes de Cristo la fundación de la ciudad que hoy llamamos Málaga. Un nacimiento, pues, que sitúa los orígenes de la ciudad antes incluso de los de la potencia que la dominaría y le daría el estatuto de municipio: Roma. Pero basta con dar un paseo por el centro histórico de la ciudad para comprender que, aparte de los valiosos vestigios romanos o árabes, lo más característico del paisaje urbano es su datación mayoritaria, apabullante incluso, en el siglo XIX. Ni las modestas pero numerosísimas factorías de salazón de pescado, que dieron su nombre de Malaka a la ciudad, ni el Municipio Flavio Malacitano, ni incluso la Malaqa del periodo árabe son perceptibles a simple vista, no convencen de que el momento decisivo, su hora de excelencia, esté en la Edad Antigua ni en el Medioevo. Que esos vestigios ilustres son elocuentes interrupciones de un paisaje romántico es algo notorio. Tal vez por ello Fernando García de Cortázar ha situado en Málaga el momento el Romanticismo dentro de las páginas de su nuevo libro “Breve Historia de la Cultura en España”.

            La ruptura

            Esa ruptura de Málaga con su herencia de siglos, esa especie de refundación del paisaje, es algo que ya se constataba en la propia época romántica, cuando un viajero inglés citado por García de Cortázar escribe: “En Málaga se encuentra poco de las costumbres de Andalucía. El viajero verá más de una alta chimenea de rojos ladrillos, importación no muy poética de la laboriosa Inglaterra. Si es inglés oirá con frecuencia hablar su propia lengua y no sólo en labios ingleses, sino también españoles. Percibirá, en suma, que el progreso ha puesto pie en las orillas de España”. En esta irrupción del progreso en Málaga, en el asentamiento de la Revolución Industrial que entre nosotros representa la figura de Manuel Agustín Heredia, sus industrias y altos hornos, está la razón de que los viajeros que buscaban en la ciudad el exotismo de raíces arábigas, un modo de vivir lleno de azar y emociones, se encontraran defraudados. La ciudad emocional y arábiga se había convertido en industrial y europea. Con acierto, señala García de Cortázar: “Málaga no sólo era historia, no era una lírica renuncia al presente ni un monumento arqueológico donde encontrar lo que se echaba de menos en el propio país. La ciudad había cerrado la puerta de la melancolía tras los negocios de su burguesía. Su reflejo en el espejo de las aguas no era el de una civilización perdida, sino el de la nueva era que se anunciaba con la fábrica y el vapor: la era de la industria y del capital”. Es significativo que este retrato de la ciudad en el Romanticismo sea vigente para la ciudad de este comienzo del siglo XXI.

            Burguesía

            El siglo XIX es el de la consolidación de la burguesía como principal clase social, una burguesía que en Málaga es especialmente activa y especialmente volcada hacia el exterior, una vocación cosmopolita también fundamentada en el origen extranjero de gran parte de estas familias. “Las Heredia y los Larios había ido a Londres y París para cimentar sobre ejemplos firmes el ensayo industrial. Se estrechaban las relaciones comerciales e industriales con Inglaterra y las familias acomodadas vivían un poco a la inglesa, pensaban un poco en inglés, consideraban indispensable tomar té y hablar mejor o peor la lengua de lord Byron, quien había pasado por la costa andaluza igual que un fatal meteoro”. Es la ciudad que preside hasta 1865 la producción y comercio de hierro en España, que vive una gran actividad comercial, un trasiego permanente de personas y mercancías en torno al puerto en medio del oasis de quietud y tradición del resto de Andalucía.


          La aventura liberal



              No sólo la Plaza de la Merced con su obelisco funerario y sentencioso, sino especialmente el Cementerio Inglés, atestigua la pasión por la libertad de esa ciudad impaciente e inquieta, un lugar al que García de Cortázar atribuye su debida importancia simbólica: “Tras la verja del cementerio inglés de Málaga, en una ladera escarpada que la ciudad confina indiferente en medio de automóviles y edificios, muda frente al húmedo rumor del viento, halla hoy el viajero la desolación de la quimera”. Allí, la tumba de Robert Boyd, el único ausente de la Plaza de la Merced, proclama la sagrada causa de la libertad y el martirio y la amistad junto a Torrijos. El Londres que a Boyd y Torrijos es también el lugar en el que los exiliados del absolutismo preparan sus conspiraciones y formulan sus teorías y proyectos, el mismo lugar al que los burgueses de Málaga consideran el referente y meta de sus negocios, el lugar desde el que el Romanticismo irradiaba con sus héroes de acero, con sus amores de ceniza. Las ansias, la insatisfacción, el vértigo del activismo, de la reforma, de la vida nueva que buscaron los románticos, tiene en Málaga su destino, su cenotafio, su símbolo. En el centro de una plaza en la que habrá de nacer un pintor revolucionario, en la lápida de un cementerio en una ladera y frente al mar, en las arenas ensangrentadas de la playa de San Andrés y que teñirá poemas y cuadros. 



La visión abarcadora de García de Cortázar

 [Artículo publicado en diario Sur el 5 de diciembre de 2008]

            Acaba de publicarse “Breve Historia de la Cultura en España”, el último libro de Fernando García de Cortázar, editado por Planeta. Esta obra tiene un interés muy especial, ya que frente a otros intentos de trazar un panorama de los logros culturales de los españoles en nuestro largo devenir articulando el relato de forma cronológica, pasando de un foco de interés a otro, el historiador bilbaíno ha optado por escoger veinte ciudades españolas para a ubicar en cada una de ellas un momento preciso, un episodio fundamental, de la cultura española. De este modo, este libro singular se erige en una singular guía de la historia cultural de nuestro país a la vez que demuestra que los logros españoles no irradian desde un escueto puñado de puntos geográficos, sino que se caracterizan por un intenso dinamismo geográfico. No es baladí el hecho de que en la nómina de veinte ciudades de las que el libro trata, cinco sean andaluzas. Con ello, se rompe el tópico que limitaba el alcance de Andalucía al esplendor cordobés de los Omeyas y a la opulencia sevillana tras el descubrimiento de América.

            De este modo, el libro hace un recorrido por la geografía española y las épocas con las siguientes etapas. En la Edad Media, se parte de Santiago de Compostela como meta de peregrinaciones, se recala en el califato de Córdoba, se presta atención a Toledo como sede de la escuela de traductores en la que hubo una auténtica interculturalidad del conocimiento y se localiza en Trujillo, Plasencia y Canarias las bases que hicieron posible el descubrimiento y conquista de América. En la monarquía de los Austrias, los lugares decisivos serán la Granada del Renacimiento, la docta Salamanca de universidad y pensamiento, Ávila de los místicos, Sevilla de los pícaros, del oro y de Velázquez, Zaragoza de Gracián  y de los Argensola, y México como centro de gravitación cultural de la España americana. En el siglo XVIII, la Ilustración anidará en Cádiz, en Madrid y en Gijón. En el problemático siglo XIX, los protagonistas serán Málaga en el Romanticismo, Santander como foco del Realismo y Mallorca en la que coinciden los planteamientos del Modernismo y de los noventayochistas. Finalmente, el siglo XX se reparte entre Bilbao de la industria y el comercio, Barcelona de la eclosión cultural a espaldas, y a pesar, de la dictadura franquista y Valencia del futuro y la arquitectura de Calatrava.

            Basta esta nómina de lugares, esta variedad de instantes, la identificación por parejas de unos y otros, para captar el interés y la novedad de esta nueva obra de García de Cortázar, que en el prólogo del mismo señala su intención de batallar contra el olvido, tras constatar el hecho, indudable, de que “sorprende que en un país tan propenso a la invención de pasados falsos haya tan poco amor, tan poco respeto, por las huellas verdaderas del ayer”.  Y es que, efectivamente, en contra del olvido y también de las manipulaciones maniqueas, de todo signo, de la Historia, “este libro es un paseo por la cultura de España y a la vez un viaje en el tiempo a través de sus ciudades”. Todo ello con el habitual estilo literario de García de Cortázar, más cercano al de un escritor de calidad que al fárrago que habitualmente se atribuye a los analistas del ayer. El resultado son estampas vibrantes y brillantes, apoyadas por testimonios tanto literarios como históricos, incluso predominantemente literarios, que sirven al propósito permanente del autor de desterrar tópicos y enfrentarse de forma libre de prejuicios, pero siempre apasionadamente, a la realidad secular de España. 



            Fernando García de Cortázar (Bilbao, 1942), catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Deusto, constituye un caso excepcional entre los historiadores. En un momento en que el debate entre los historiadores es objeto de atención incluso entre las páginas de las prensa, con la disputa ocasionada alrededor del revisionismo acerca de nuestra historia más reciente, García de Cortázar se sitúa al margen de los enfrentamientos pero sin rehuir nunca una toma de partido por la objetividad y por la denuncia de las manipulaciones, situándose por tanto más allá de las trifulcas más o menos oportunistas para adoptar una visión más amplia, más generosa, de la historia nacional. Director de la Fundación “Dos de Mayo. Nación y Libertad”, a él se deben éxitos de público como “Breve Historia de España” (en colaboración con José Manuel González Viesga), “Los mitos de la Historia de España”, “Los perdedores de la Historia de España” y la que hasta ahora era su obra más reciente, y por la que en el pasado mes de octubre fue galardonado con el Premio Nacional de Historia 2008: “Historia de España desde el Arte”. Su capacidad para comunicar con un público amplio, aparte de su “Breve Historia de España”, libro que se ha traducido a una docena de idiomas y que se considera la mejor síntesis de su género, se puede comprobar con la serie de televisión “Memoria de España”, dirigida por él, que constituye un caso único dentro de la historia de la comunicación en España.


Lecturas: Los mitos de la Historia de España (Fernando García de Cortázar)

Antes de este tomo de García de Cortázar (a continuación colgaré un par de artículos míos sobre este historiador publicados hace unos años en Sur), había disfrutado, entre el más o menos agrado y el tedio,de los primeros volúmenes de Los mitos de la historia argentina de Felipe Pigna. Lo que en el argentino es poco más que sacar pecho nacionalista y entretener, escribiendo historia para comprensión de casi cualquiera, en el español es carga en profundidad, ganas de concentrar en un tomo el transcurrir de España en la edad moderna contemporánea, con atinadas observaciones con las que es difícil no estar de acuerdo, sentar cátedra haciendo que el lector vaya diciendo "amén" en cada página. Pero aquí es como si el jesuita García de Cortázar nos diera la misa, y la lección, en latín. Porque es un estupendo escritor cuyo único defecto es precisamente serlo. La capacidad de estilo, el despliegue de metáforas y de imágenes altamente expresivas, nos lleva al agotamiento, a pasar rápido las páginas, huyendo del virtuosismo, buscando, al cabo, la información desnuda que nos ofrece Pigna. Una lástima. Pero a la vez un disfrute. Como el mismo hecho, la alegría y el pesar unidos, de ser español.