Bendita sea mi creciente capacidad para el olvido, para no recordar los detalles o las líneas generales de libros o películas aunque hayan sido recientes. Así, no he sido condicionado por el recuerdo de la película surgida de esta novela de King, de la que sólo alcanzo a evocar que fue terrible y emotiva y que contenía acaso a Tom Hanks, como también sé que en unos años podré recuperar del anaquel este libro y revivir con ojos vírgenes el triste destino de todos sus personajes. Porque esta es una novela perfecta, en la que nada sobra ni hay ninguna decisión de King que podamos cuestionar. No hay zarandajas de ka-tet ni pretensiones metafísicas baratas. Hay, en cambio, la fatalidad de cumplir con el deber de los funcionarios de la prisión, acompañando a la muerte a los reos, de los propios reos de cumplir sus días en la tierra con dignidad y entereza, del estúpido malvado Percy Wetmore, condenado a incidir e insistir en su crueldad ciega como William Wharton, Billy el Niño, lo hace desde el nihilismo de quien nada espera ni nada desea, el deber del propio narrador, Paul Edgecombe, por exorcizar sus fantasmas, purgar sus recuerdos amargos, convertido en un evangelista que cuenta cómo el salvador murió por todos, aunque se trate del humilde salvador de un ratón y de la esposa del alcaide. Porque hay una grandeza religiosa, una pulsión sagrada, en John Coffey -se escribe casi como café pero no es lo mismo- como hay en Paul Edgecombe esa misma piedad horrorizada por haber permitido la muerte del redentor.
Pan para hoy
Escritos, opiniones y arbitrariedades de Mario Virgilio Montañez
jueves, 29 de febrero de 2024
martes, 16 de enero de 2024
Lecturas: El retrato de Rose Madder (Stephen King)
Que no es sino el hipotético aumentativo de mad, haciendo que la protagonista, Rose Daniels, pase a ser más loca. No sé, eso es lo que se me ocurre. Porque ese es el segundo temor de la protagonista, que no se le crea cuando ve que el cuadro comprado en una chamarilería va cambiando caprichosamente. El temor mayor es que su marido maltratador y psicópata la localice y acabe con ella. Rose busca comenzar una nueva vida en otra ciudad tras huir de Norman, su esposo policía y a ratos caníbal, siendo éste un villano que en su maldad está un peldaño por encima del esposo de Dolores Claiborne y a la pan de Randall Flagg. Hasta ahí bien. Hasta que sucede algo parecido a en Insomnia: King adopta una mala idea, se pone trascendente y hace que, nueva Alicia, Rose se introduzca en el cuadro. Dentro, revivirá una forzada actualización del mito del Minotauro. En la anterior novela, el mito a recuperar era el de las Parcas. Con resultado catastrófico. Aquí el destrozo no es tan grave. Pero lastra al libro. Y fatiga al lector que se encuentra defraudado al encontrarse con esa metamorfosis que parece buscar una respetabilidad que King no necesita. Habrá quien le parezca lícito, quien haya disfrutado con ese giro. No es mi caso.
domingo, 14 de enero de 2024
Lecturas: Insomnia (Stephen King)
Puto libro de los cojones. Estas palabras acompañaron al gesto de cerrar el libro y arrojarlo sobre la mesilla de noche al terminar la lectura. Cuando ésta se mantuvo en un constante Qué maravilla hasta alcanzar la página 365 de las 889 que tiene el volumen. Fue entonces cuando a King se le fue la pinza y empezó a sabotear la novela introduciendo un giro estúpido de la trama. Ahí se inicia la segunda de las tres partes del libro, rompiendo (qué digo: destruyendo) la historia de un viudo reciente y anciano, Ralph Roberts, que padece un insomnio creciente mientras a su alrededor se producen fenómenos extraños. Al adentrarse en esta segunda parte, en la que el realismo casi costumbrista de King se mantiene en su adecuada dosis, y al llegar a la infausta página 497, se descubre la identidad de unos peculiares personajes que pasan a ser Láquesis, Cleto y Átropos. Las Parcas. Y he aquí que todos los defectos que arruinaron otra novela de King, Los Tommynockers, reaparecen y se agravan, llenando el resto de esta parte de diálogos y farfolla vacuos y pretendidamente (fallidamente) trascendente para dar lugar a una tercera parte (ya a partir de la página 591) en la que la acción vuelve, para haciéndose confusa y torpe ya que el pegote de las Parcas es la que determina cuanto sucede convirtiendo la lectura en algo fatigoso y aburrido. Un libro espantosamente malo, que se deja permear de lo peor de la serie de La torre oscura y que hace que cuando King menciona el Ka-Tet que sustenta ese irregular ciclo narrativo uno abomine del mismo y maldiga la hora en que se convenció que ese concepto era una buena idea. Llevo con esta entrada del blog reseñados 39 libros de King. Y aún me quedan otros tantos (quizás 44) por leer y comentar en este blog. Confieso que la decepción con este libro casi malogra mi proyecto de leer toda la producción de King. Muy poco me ha faltado para desistir. Tan estúpido me ha parecido este libro. Quien confíe en mi criterio queda avisado.
Lecturas: Pesadillas y alucinaciones II (Stephen King)
Tal vez sea porque King acababa de salir de la peor etapa de su vida, marcada por adicciones y rehabilitaciones, pero el caso es que siguen apareciendo libros manifiestamente mejorables, productos oportunistas como sucede en esta recopilación de relatos en los que, en este segundo volumen, el autor incluye dos narraciones estúpidas simplemente para llenar espacio, sin tener en cuenta al lector. Como sucederá en las dos siguientes novelas suyas que aquí se reseñen. El caso es que en este volumen se incluyen dos relatos, Baja la cabeza y Agosto en Brooklyn, que son soberanas tomaduras de pelo. De las que el lector sigue con estupor y hartazgo, recorriendo las líneas como si se sucesiones aleatorias de signos y letras se tratara. Con el mismo interés de leer algo así como hgiuyiuyi8ou hgu7y5 67654ybjk hikuj uhyioyuio yhkjbmnb hiouyoiu kjbyu66iuy. Tal cual.
A no ser que el lector hubiera nacido en Michigan y viviera en Detroit y sea un forofo del beisbol y no le importe que aquí se relaten partidos de ese deporte cuando lo que debiera leer sería relatos de terror o fantásticos. Pero contar los partidos de la fase final de la liga menor en los que jugó Owen King, hijo de Stephen, no es de recibo. Es como cuando uno, que no tiene hijos, se encuentra con aquella tía con la que no tiene un trato continuado y al preguntarle cómo está te responde contándote los logros profesionales de sus hijos. Pues esto es lo mismo: cháchara deportiva fuera de lugar y sin el menor interés. Pero que le aporta al libro 74 páginas de las 492 del volumen. Y no, no vale que Agosto en Brooklyn tenga forma de poema y sean dos páginas de nada. Es que son piezas estúpidas que King incluye por-sus-santos-cojones. No es forma de tratar a un lector. No, no lo es.
A cambio, incluye una obra maestra. Que compensa el soberano cabreo que ocasiona el desahogo de los dos párrafos anteriores: el relato titulado El último caso de Umney arranca como un pastiche de la novela negra de Raymond Chandler o Dashiell Hammet (o Ross McDonald, favorito de King), con todos sus tópicos de oficina decrépita de investigador privado con cajón con un revólver y una botella de alcohol, para dar un giro magistral de literatura dentro de la literatura. Una pieza magistral, conmovedora, plena de talento, que roza la genialidad. Fallidos son otros homenajes literarios aquí incluidos, como El caso del doctor en el que se imita a Arthur Conan Doyle haciendo que sea Watson quien resuelva el caso, y Crouch End, un torpe homenaje a Lovecraft. Algo más meritorio, pero también irregular, es No se equivoca de número: una buena idea redactada de manera oxidada.
En definitiva, un mal libro (con un diamante dentro). Pero lo peor está por llegar.
sábado, 30 de diciembre de 2023
Lecturas: Pesadillas y alucinaciones I (Stephen King)
No es la primera recopilación de cuentos de King aquí reseñada. Por lo que antes de emprender la lectura ya se sabe que habrá páginas sobresalientes acompañas por otras correctas. Es lo que sucede en este primer volumen. La irrupción de otras simplemente estúpidas, cuya inclusión estropea dramáticamente la calidad del volumen, llegará en el segundo tomo, dejando claro que por muy coleguita que King se muestre en los prólogos y comentarios finales de estas colecciones, puede que alguna vez sea espuria la motivación para incluir alguna que otra narración. Pero eso lo veremos en la próxima entrada de este blog.
jueves, 30 de noviembre de 2023
Lecturas: Metropol (Eugen Ruge)
Las inevitables entrevistas de promoción del libro al publicarse, alguna reseña, me pusieron en la pista de este relato, una novela de no ficción que es casi (un casi muy pequeño) una obra maestra. Comenzando en primera persona, Ruge cuenta cómo accede a los archivos soviéticos, los del Komintern para cuyo organismo de Inteligencia trabajaba, la OMS (Departamento de Enlaces Internacionales pero en sus siglas rusas), su abuela. Una abuela, alemana, que no había contado demasiado sobre su experiencia, fugitiva de los nazis, en el Moscú de las grandes purgas. Del Gran Terror. Cosas de comunistas. Tan asquerosas como las de los nazis.
Como sea, tras ese prólogo en el que va dando voz a sólo tres personajes -Charlotte (la abuela del autor), Vasili Vasílievich (presidente del Colegio Militar del Tribunal Supremo de la URSS), Hilde, exmujer del segundo marido de Charlotte y secretaria del jefe del Komintern-, seguimos a la pareja feliz e imperfecta formada por Charlotte y Wilhelm, que compartían ocupaciones e ideologías, que ve tambalearse su tranquilidad de unas vacaciones de verano en Crimea, al leer el nombre de un conocido, más bien amigo, entre los juzgados, condenados y ejecutados en el juicio contra el centro zinovievista-trotskista, Alexander Emel. Bastará ese dato, leído en un periódico, para que la vida cambie, y llegue el miedo y la pareja se apresure a confesar ese conocimiento, minimizándolo, ante el riesgo de ser arrastrados hacia la culpa a pesar de saberse sumisos secuaces de Stalin. Es en ese clima que la pareja cesada en sus ocupaciones es hospedada en el deslumbrante hotel Metropol del título, convertido en Purgatorio, en almacén de futuras víctimas, donde van desapareciendo comensales en el comedor, donde van apareciendo, tras pasos en la madrugada, habitaciones selladas. La inclusión, acá y allá, de documentos reales, reproducidos fotográficamente acompañados de su transcripción, no sirve para dar sensación de realidad, sino que aumenta la extrañeza, remarcada por el excelente dominio que Eugen Ruge tiene de los resortes literarios. Pocos libros tan intensos como este, al que sólo le sobraría un epílogo en el que se cuenta qué se sabe de este o aquel personaje, y Ruge reconoce qué tuvo que inventarse o qué no. Este epílogo equivale, ay, a explicar trucos de magia. De ahí que no sea la obra maestra que sería sin ese añadido.
viernes, 20 de octubre de 2023
Lecturas: Dolores Claiborne (Stephen King)
Siempre se ha señalado que esta novela no tiene absolutamente ningún elemento sobrenatural, por lo que es una rareza dentro de la bibliografía de King. Es cierto. Como lo es el hecho de que es a la vez una pieza sobresaliente en la misma. Demuestra ser capaz de escribir, con solvencia (algo que King posee desde siempre, por mucho que tenga recaídas), novelas generalistas. Aquello que algunos llaman mainstream. Hay dos muertes que se describen con distinto detalle y que se anuncian ya desde las primeras páginas, por lo que no es destripar la trama anunciarlas también aquí: la de Joe St George, marido alcoholizado y violento de Dolores Claiborne, narradora en primera persona del libro, y su empleadora Vera Donovan, de quien Dolores es criada. Ambos personajes femeninos son potentes y comparten cierta cualidad.
Oigamos, en las últimas páginas, a Dolores en lo que es la transcripción de su larga declaración ante la policía de la isla de Little Tall, un lugar ficticio, en la costa de Maine, donde reside y suceden los hechos: Pero sobre todo pensé en Vera y en mí: dos cabronas viviendo en un pedazo de roca frente a la costa de Maine, juntas durante la mayor parte del tiempo en los últimos años. Pensé que las dos cabronas dormían juntas cuando la mayor se asustaba, en los años que habían pasado en aquella casa grande, dos cabronas que al final dedicaban casi todo el tiempo a hacerse cabronadas mutuamente. Pensé en cómo me engañaba y en cómo yo solía devolverle los engaños y en lo contentas que nos poníamos las dos cuando ganábamos un asalto.
Aquí, como decía, tenemos una magnífica novela, creíble de la primera a la última página, y que se abre con un mapa de Maine en el que se incluyen, para solaz del lector, las ubicaciones de Little Tall pero también de Castle Rock y de Derry, lo que pone en su lugar tres puntos fundamentales de la geografía imaginaria de King. Con esta fábula, como ya sucedió con su anterior novela, El juego de Gerald, demuestra King que el Rey ha vuelto.