viernes, 29 de julio de 2016

Lecturas: 1936 (Enrique Moradiellos)

Subtitulado "Los mitos de la Guerra Civil", se trata de un excelente intento, en 2004, de aclarar, de opinar con datos y bibliografía, con serenidad, de diversos no mitos sino tópicos en torno a la Guerra Civil: las tres Españas, la inevitabilidad presunta, la atribución de culpas, las razones de la derrota y la victoria, la moral de combate, el contexto exterior, etc. De todas las aportaciones de Moradiellos, me quedo con su visión, en la órbita de Paul Preston (su libro es de 1999) de que no se trató de una guerra entre dos doctrinas totalitarias irreconciliables, fascismo y comunismo, sino entre éstas y el reformismo republicano, que fue devorado, iniciada la guerra, por sus antagonistas. Fue un conflicto entre Reforma, Reacción y Revolución. Tres opciones antagónicas entre sí. La Reforma fue la primera víctima. Quizás ese sea el drama mayor. Eliminada la opción más moderada, hubo una lucha a muerte entre dos exaltaciones. Especial interés tiene, por lo poco conocido, un fragmento de una carta de Juan Negrín al periodista Herbert Mathews, en 1952, relatando sus conversaciones con George Orwell y que arrojan una vergonzosa luz sobre el bando republicano y sus constantes desavenencias internas (ya se sabe, Revolución contra Reforma): “Inquiría también por las causas de nuestra derrota, que yo sostuve y sostengo más se debió a  nuestra  inconmensurable incompetencia, a nuestra falta de moral, a las intrigas, celos y divisiones que corrompían la retaguardia, y por último a nuestra inmensa cobardía que a la carencia de armas. Cuando digo 'nuestra', no me refiero naturalmente a los héroes que lucharon hasta la muerte, o sobrevivieron toda suerte de pruebas, ni a la pobre población civil, siempre hambrienta y al borde de la inanición. Me refiero a 'nosotros', a los dirigentes irresponsables, quienes, incapaces de prevenir una guerra, que no era inevitable, nos rendimos vergonzosamente cuando aún era posible luchar y vencer. Y conste que no distingo cuando repito 'nosotros'. Como en el pecado original, hay una solidaridad en la responsabilidad, y el único bautismo que puede lavarnos es el reconocimiento de nuestras faltas y errores comunes”

Lo siento: era demasiado tentadora la foto,
quizás la única que combina optimismo y 1936


Quedan, como un segundo discurso de Gettysburg, las palabras de Manuel Azaña en el segundo aniversario del comienzo de la guerra tan necesarias y justas ahora, 80 años después de ese 18 de julio: "Y cuando la antorcha pase a otras manos, a otros hombres, a otras generaciones, si alguna vez sienten que les hierve la sangre iracunda y otra vez el genio español vuelve a enfurecerse con la intolerancia y con el odio y con el apetito de destrucción, que piensen en los muertos y que escuchen su lección: la de esos hombres que han caído embravecidos en la batalla luchando magníficamente por un ideal grandioso y que ahora, abrigados en la tierra materna, ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían, con los destellos de su luz tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: Paz, Piedad, Perdón".

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