El Teatro Cánovas acoge durante las Navidades un montaje de “Cyrano de Bergerac” dirigido a los más jóvenes: una fábula conmovedora plena de encanto e ingenio
“No creo que un pintor solemne como Felipe de Champagne lo refleje en sus lienzos. Pero su aire extraño, grotesco, extravagante y ridículo hubiera podido inspirar al genial Callot, el consumado espadachín de sus mascaradas: sombrero de tres plumas, jubón con seis faldones y capa que, por detrás, levanta con orgullo el estoque como cola de insolente gallo. Es más fiero que todos los Artabanes que la Gascuña trajo al mundo. Sobre su golilla, cual la de Polichinela, cae una nariz... ¡Y qué nariz, señores, qué nariz!... Al ver pasar tamaño narigudo uno exclama: «No, no es posible... Por favor, ¡esto pasa de la raya!», pensando que no es más que una broma, que se trata de una careta y se la quitará al instante... Pero Cyrano no se la quitará nunca.” Con estas palabras se describe, antes de que aparezca en escena, a uno de los más populares personajes de la dramaturgia universal. Con estas palabras, con el estilo rebuscado, las alusiones francesas y la referencia a la nariz, sobre todo la nariz, basta para que el lector sepa que estamos hablando de Cyrano de Bergerac.
Detrás de toda gran nariz hay un gran hombre...
Trailer de la película de 1950
El personaje, ingenioso y lenguaraz, que maneja la espada casi tan bien como el idioma, se basa en un escritor anterior, del siglo XVII, Hercule-Savinien de Cyrano de Bergerac, autor de un clásico de la proto-ciencia ficción, “El otro mundo”, que engloba dos trabajos titulados “Historia Cómica de los Estados e Imperios del Sol” y de la Luna. La fama rápida que consiguió la fantasía escénica de Rostand, cargada de dulzura, donaire y desgarro, se renovó en 1950 con una adaptación cinematográfica en la que José Ferrer era el hombre a una nariz pegado y reverdecida en 1990 con los rasgos de Gérard Depardieu y adulterada en una comedieta en 1987 por Steve Martin. Para los nostálgicos, es posible recuperar en la web de Rtve el “Estudio Uno” que en 1968 hicieran adaptando este clásico popular y en la que Cyrano es el malagueño José María Escuer.
Con esta carga de recuerdos, los padres no necesitarán mucho más para apreciar los atractivos de una obra que, sí, será leve y amable, a pesar de sus elementos trágicos, pero que es inmortal con su asequible fábula acerca de las apariencias, la futilidad de la belleza y el valor del sacrificio y la renuncia, la pasión callada pero tan locuaz, de quien muere entre ocurrencias sin haber desfallecido en su secreto y su devoción.
Artículo publicado en diario Sur el 24 de diciembre de 2011
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