Suponemos que muero. Por mano de otro. Yo, bajo tierra. El asesino, sobre ella. Yo seré condenado a la inmovilidad, inmune al tiempo y a la sucesión de los días. Al otro se le dará, tal vez, es un decir, una condena. Y verá desde la celda el lento sucederse de las jornadas. Y un día, antes, tal vez mucho antes de que llegue a la cifra de tiempo fijada en la condena, se le liberará para seguir la vida que a la víctima le fue negada. Es lo que se llama dar una segunda oportunidad, lo que la Constitución Española, tan perfectible, llama reinserción (Artículo 25: “Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social”). No hay segunda oportunidad para la víctima. Por ello, para igualar en lo posible los derechos inexistentes de la víctima y los del agresor, soy partidario de la cadena perpetua revisable. Hablando en plata, “el que la hace, la paga”. Aunque habrá quien prefiera nombrar el Talión.
Ahora resulta que la banda criminal ETA dice que renuncia a la lucha armada. Y la gente se alegra. También yo me alegro de que dejen de fabricar silencio y desolación y ausencias. Y a la vez reclaman la memoria de sus muertos. De sus atroces muertos. De sus deshonrosos muertos. De sus asesinos y extorsionadores y secuestradores que propugnaban la independencia y el socialismo para las Vascongadas (no llamaré País a lo que es, en sus mentes, Aldea). También piden dialogar con Francia y España. Para conseguir lo que por las armas no pudieron: la Independencia, el Socialismo. Independentzia eta Sozialismoa. ¿Y qué más? El honor, la redención, para sus presos. Sus presos atroces, sus deshonrosos presos. Que ya es doloroso que tengan segunda oportunidad y ahora buscan una tercera. Pienso en las más de 800 víctimas (de mi infancia recuerdo el nombre de dos, el niño Alberto Muñagorri y el industrial Ángel Berazadi; ni siquiera los googlearé; hay crímenes que se quedan ahí, pegados a la memoria de la inocencia).
Apadrina un asesino (ahora puedes)
Pienso en Iñaki de Juana Chaos, al que mi país dejó en libertad tras cumplir sólo 18 años de prisión por 25 asesinatos. Debería haber cumplido 3.000 según la condena, sin segunda oportunidad. Debería estar contento por el anuncio de ETA. Pero no lo estoy. ¿Me comprendéis vosotros, Ángel Berazadi? ¿Me comprendes, Alberto Muñagorri?
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