martes, 18 de octubre de 2011

Preferiría no hablar de Gilad Shalit

Porque desde hoy está libre, flaco y confuso, pálido y aclamado. Porque duele ver que su libertad ha costado la de 447 prisioneros hoy, que llegarán a ser 1027 en los próximos días, y duele ver a este joven Cristo rescatado de los infiernos volviendo a asombrarse del aire y del sol cuando también lo hacen quienes fueron privados de libertad no por cumplir un deber ineludible (Shalit era, o es, soldado de Israel) sino por combatir, normalmente a través del terrorismo, un estado creado al amparo de Naciones Unidas en 1948 para pretender conseguir el estado palestino que ellos rechazaron crear entonces. En un platillo de la balanza se ha puesto a un soldado, tan inocente y tan culpable como cualquier soldado. En el otro platillo, 1027 palestinos, de los que 280 fueron sentenciados a cadena perpetua por participar en asesinatos que costaron la vida a centenares de israelíes. El viejo deporte de matar judíos, tan antiguo. 

Veo las imágenes del muchacho pálido que deja atrás 1941 días de secuestro (no diré cautiverio: secuestradores, por tanto criminales, fueron los que decidieron ese destino). Veo las imágenes de los palestinos, su algazara en las calles, sus gestos obscenos de victoria, sus besos y abrazos a esos nazis de la sharia. Que adoran a un Ismail Haniyye al que en televisión entrevistó Iñaki Gabilondo presentando al primer ministro de Hamas en Gaza como líder de un grupo religioso, sin mencionar en ningún momento los asesinatos y las extorsiones de ese grupo. Y duele ese silencio, ese ocultamiento, ese júbilo de hoy. El victimismo por todas partes, el dolor tan repartido. Su discurso de las balas sionistas, de la mugre y las moscas. Su hipocresía ilimitada, su alegría porque se cumple una coacción. No son inocentes los que festejan a un lado. Duele la alegría por la resurrección de Shalit al otro lado. Soy sionista, sí. Quizás ahora más que antes. Asco por esa alegría, pudor amargo por la que debería sentir y no siento.


Leo en la prensa las palabras de Yosi Tzur, padre de un adolescente israelí que fue asesinado junto a otras 16 personas, refiriéndose a otro canje, otro chantaje, al que Israel condescendió hace 26 años: "Los liberados en el canje del 85 mataron a 180 personas. El acuerdo salva a Gilad pero matará a muchos otros". Estamos advertidos. Vuelvo a la portada del periódico: habla de que en San Sebastián se han reunido unos llamados "mediadores internacionales" para, en lenguaje de los terroristas, pedir que España, y Francia, se reunan con los asesinos para hablar cara a cara para resolver el conflicto. Otra vez los platillos igualados. Las víctimas con la misma dignidad que sus asesinos. Hoy, toda España, la España inocente que no quiere sino vivir su vida pequeña, cumplir su deber mínimo, es otro soldado Shalit.

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