sábado, 14 de mayo de 2011

El misterio del vuelo de Hess

Hace 70 años, el vice-Führer de la Alemania nazi, Rudolf Hess, se dejaba caer en paracaídas sobre Escocia, en plena Segunda Guerra Mundial, en un acto cuyas motivaciones siguen siendo objeto de discusión y que constituye uno de los episodios más misteriosos del conflicto. El 1 de octubre de 1946, un tribunal que funcionó con todas las garantías jurídicas, reunido en Nuremberg, condenó a cadena perpetua a Rudolf Hess, segundo del régimen nazi, por crímenes de guerra. Un recorrido somero por internet encontrará múltiples referencias hacia Hess tildándolo de héroe e incluso de mártir, con distorsiones de los hechos de claro sabor neonazi. Por ello, este artículo, que tiene como base los libros de Martin Allen, Joachim Fest e Ian Kershaw, manifiesta desde el comienzo su repudio hacia todas las teorías y manipulaciones tendentes a exonerar de culpa a Hess y a defender su ideología.

Si se tratara de una película, ésta podría comenzar cuando Heinz Haushofer, hijo y hermano de dos importantes asesores de Hitler en materias de Geopolítica, llega a Berlín en mayo de 1945, cuando ya se ha rendido el Tercer Reich y las ruinas aún humean. Entre los cascotes de un centro de exposiciones escarba buscando los restos de su hermano Albrecht, ejecutado en los últimos días del régimen tras haber sido detenido como sospechoso de participar en la operación Valquiria que culminaría con el atentado fallido contra Hitler. Efectivamente, mezclado con otros cadáveres, está el de Albrecht. Ligados a él, existen documentos difíciles, cartas en clave. En marzo de 1946, el espantado Heinz encontrará en un claro de un bosque los cuerpos de sus padres, víctimas de un suicidio pactado tras haber sido interrogado el padre, el profesor Karl Haushofer, por oficiales de Inteligencia británicos. Ambas escenas tienen el suficiente componente dramático, una con un fondo de humo negro y otra con canto despreocupado de pájaros entre los árboles, para subrayar que padre e hijo, más allá de su complicidad con el régimen criminal, tenían en común haber sido piezas destacadas en el juego de ajedrez que condujo a que la segunda figura más importante del Tercer Reich huyera en 1941 para ponerse en manos de sus enemigos y en un cautiverio que sólo terminaría, tras una muerte discutida, en 1987. Pero antes de ser el prisionero de Spandau, Rudolf Hess fue el desertor, el loco, el mediador frustrado, la víctima de un engaño. Porque todas estas hipótesis se usaron para explicar aquellos hechos extraños de hace 70 años, aquel mayo de 1941 que ahora evocamos.

El brujo y el aprendiz de brujo:
Karl Haushofer y Rudolf Hess



El memorándum perdido

Quizás la clave para desembrollar este misterio esté en un documento incautado al archivo de Albrecht Haushofer que desapareció de los archivos del Departamento de Estado en Washington a los tres días de llegar, en diciembre de 1945. Del mismo sólo se conoce la descripción en un inventario, según el cual era “Un memorándum personal, fechado el 5 de mayo de 1941 en Obersalzberg, de Haushofer a Hitler, referente a las conexiones de Haushofer con Inglaterra y a la posibilidad de usarlas como contactos para establecer conversaciones de paz”. A partir de ahí, de que este documento contradecía la ignorancia que Hitler tenía de los planes de su subalterno, del hecho de que hubo tentativas de paz entre nazis y británicos, es posible aportar algo de luz a aquellos hechos inauditos.

Martin Allen, autor de un denso pero apasionante libro de investigación que tituló “El engaño Hitler/Hess” y que oportunamente se publicó en España como “El enigma Hess”, aporta una interpretación, basada en documentos que une gracias a razonables conjeturas, sostiene que ante la imposibilidad de vencer a Alemania tal como estaba la situación en la primavera de 1941, los británicos idearon un ardid para convencer a los nazis de la posibilidad de firmar con ellos la paz y fortalecer su decisión de atacar a la Unión Soviética. Fest y Kershaw, en cambio, no contemplan la posibilidad de este engaño. Atrapados entre dos frentes, el oriental y el occidental, sería posible el debilitamiento de la bestia nazi y la victoria aliada. Para poner en marcha ese engaño, que debía mantenerse a espaldas de los soviéticos, era necesario moverse con cautela: Inglaterra era una nación asediada, bombardeada con saña, amenazada de invasión, que no podía permitirse que su pueblo supiera que planteaba posibilidades de paz a los enemigos contra los que combatía a muerte, y que a la vez se planteaba arrojar la devastación absoluta de la maquinaria de guerra alemana sobre la Unión Soviética que tenía vigente un acuerdo de no agresión. Esta maniobra maquiavélica de los británicos sólo pudo ser posible de la relación de amistad y confianza entre Hitler, Hess y los dos Haushofer (el padre fue el creador de la teoría nazi del “espacio vital” que justificaría la invasión de sus vecinos; el hijo era el mayor especialista nazi en cuestiones inglesas). Allen llega a afirmar que de esta amistad a cuatro bandas parte el fracaso del Tercer Reich.

Rudi y el Lobo

Nacido y criado en Alejandría, Rudolf Hess viviría en Egipto hasta los 14 años, pasando sus vacaciones en Alemania. Regresado al terruño, cursó estudios comerciales en Alemania y Suiza hasta que en 1914 se alista voluntario en la Primera Guerra Mundial. En una carta escrita a finales del conflicto afirmaba: “He sido testigo de los horrores de la muerte en todas sus formas [...] bombardeado durante días por la artillería pesada [...] He pasado hambre y sufrido, como todos los soldados en el frente. ¿Y todo eso ha sido en vano, el sufrimiento de la buena gente, todo para nada?” Las experiencias extremas que vivió en el frente podrán ser aducidas más tarde como explicaciones de su posible locura. Este desengaño por la derrota le llevará a volcarse con la revanchista doctrina que predicaba un oscuro cabo austriaco. No menos determinante será la formación como piloto que la guerra le proporcionó. La temprana militancia nazi permitió a Hess poner en contacto a Hitler con Karl Haushofer, un profesor que enseñaba Geopolítica por el que en 1920 Hess, fascinado por sus teorías, dejó en 1920 el trabajo en una importadora textil para seguir sus clases en la Universidad. Según un informe del FBI de 1944, fue ese encuentro el que ocasionaría la creación, en 1921, del partido nazi. La temprana influencia de Haushofer sobre Hitler se manifiesta en el hecho de que cuando fracasa su intento de golpe, el famoso “putsch de la cervecería”, es en casa del profesor donde Hitler busca refugio durante unas horas. Compañero de aquel catastrófico fracaso fue Hess, que acompaña a Hitler durante su encierro, convertido en su secretario al que dicta el nefasto “Mein Kampf”. En un interrogatorio, Karl Haushofer asegurará que durante aquellas jornadas de redacción, Hess se convirtió en autor de importantes pasajes del libro. Convertido en el más leal colaborador de Hitler, los dos amigos se llaman en la intimidad Rudi y Wolf. Es más, cuando nace el único hijo de Hess, en 1938, éste recibe como nombre Wolf Rüdiger. Sus padrinos, Adolf Hitler y Albrecht Haushofer.



La imagen de Hess es inmejorable entre los nazis, ya que según Allen era “un hombre respetado, amable, que todos los años participaba en competiciones aeronáuticas y carecía de vicios, a diferencia de otros dirigentes nazis como el alcohólico doctor Robert Ley o el atrozmente antisemita Julius Streicher”. Para el responsable de los nazis residentes en el extranjero, Ernst Bohle, Hess “era un idealista sincero, en mi opinión el mayor idealista que hayamos tenido en Alemania, un hombre de naturaleza muy tierna, sin uniformes o ese tipo de cosas, y que muy rara vez aparecía en público”.

El peligro de la paz

En la primavera de 1939, Albrecht Haushofer hace para Hess un informe sobre el futuro de la guerra que establece en la actitud de Inglaterra el destino del inminente conflicto. Este hecho llevará a Hess a buscar la paz con los ingleses. Inglaterra, mientras tanto, verá como un factor clave la neutralidad de España, de forma que se vpagarán sobornos a altos funcionarios franquistas y el embajador británico en Madrid, Samuel Hoare jugará un papel vital en el juego de promesas y aplazamientos secretos que se traducirá, hasta el momento del vuelo de Hess, en dieciséis tentativas secretas de llegar a un acuerdo entre las dos potencias en conflicto. Un buen amigo de Haushofer, el duque de Hamilton, muy cercano al rey Jorge VI, será fijado como el interlocutor adecuado para el intento definitivo. Los servicios secretos ingleses harán creer a Hess y Haushofer que hay en Inglaterra una facción favorable a la paz, en la que militan Hamilton y Hoare, capaz de arrebatar el poder a Churchill y firmar la paz con Inglaterra. A cambio de dejar las manos libres a Hitler para atacar a la Unión Soviética y expandirse por el Este, los nazis se retirarían de sus conquistas en Occidente, reconociendo incluso un cierto derecho a la existencia de una Polonia tutelada por Alemania. La jugada a cuatro bandas afecta a Hess, Haushofer, Hamilton y Hoare. Los pocos documentos confidenciales ingleses que dan nombre a esta operación de engaño le dan el nombre de Operación Señores HHHH.

Bohle, en Nuremberg

Bohle, nacido y criado en Inglaterra, traduce al inglés diversos documentos confidenciales destinados al círculo de Hamilton y Hoare. Hess acuerda con Haushofer que sea éste el emisario que viaje con la propuesta definitiva. Para estos momentos, Hess, según reconoce Winston Churchill, tenía la plena confianza de Hitler, siendo uno de los pocos hombres “capaces de comprender los pensamientos más íntimos de Hitler, su odio hacia la Rusia soviética, su deseo de acabar con el bolchevismo, su admiración por Gran Bretaña y su sincero deseo de establecer una relación amistosa con el Imperio Británico [...] nadie conocía a Hitler mejor”.

Vuelo nocturno

El 10 de mayo de 1941, Londres recibe el más atroz bombardeo de toda la guerra; a partir de ese día, la intensidad de los ataques bajará ostensiblemente. El día siguiente, Hess monta en un Messerschmitt-110, modificado para que lo pueda pilotar sólo una persona. Al acercarse a territorio inglés, diversos cazas salen a interceptarlo al ser detectado por radar. Dos de ellos, según desvelará una investigación en 1999, recibieron la orden de abortar la misión tras tenerlo a tiro. Hess, que ha engañado tanto a Haushofer como a sus interlocutores ingleses sustituyendo a Bohle, cree que en la residencia de Hamilton en Escocia le espera también el duque de Kent, hermano del rey. 



Allen, en un esfuerzo de imaginación, deduce una presencia de incógnito de este Windsor ducho en negociaciones discretas. Lo cierto es que cerca de la residencia de Hamilton (en la que hay preparados depósitos de combustible adicionales del mismo modelo de avión usado por el alemán), salta Hess en paracaídas, estrellándose cerca el avión. La secuencia siguiente es previsible: detención, peticiones de entrevistarse con Hamilton, uso de una identidad falsa durante 18 horas, alerta en Alemania al saberse que ha escapado el vice-Führer, mensaje oficial que lo tilda de loco junto a deseos de que haya caído al mar, interrogatorios en suelo inglés, alguno de ellos dirigido por Hamilton, rechazo de cuanto pueda ofrecer al saberse que es ya una anécdota en la Historia, un verso suelto y amargo, un nazi amable pero inútil. Lo que no es previsible es la reacción de Churchill al saber que ha sido detenido en Escocia. A punto de ver en su residencia un pase de “Los hermanos Marx en el Oeste” (la de “más madera; es la guerra”), reaccionó con un “¿me está diciendo usted que el vice-Führer de Alemania está en nuestras manos? ¡Bien, sea o no sea Hess, yo ahora voy a ver a los hermanos Marx”. Y así fue. En Alemania, Hitler terminará haciendo como si nunca hubiera existido Rudi. La salvación de Inglaterra llegará el 22 de junio, cuando Hitler lanza su ataque sobre la Unión Soviética, que terminará devolviendo el golpe y conquistando Berlín en la primavera de 1945. Cuando ya sea demasiado tarde y un subalterno le ofrezca negociaciones con Roosevelt, Hitler le dirá que si éstas fracasan tendrá que desecharle como hizo con Hess. Y cuando vibren bajo el fuego soviético las paredes del búnker, echará de menos a aquel sucesor que se volvió loco...

Artículo publicado en diario Sur el 14 de mayo de 2011

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