Dos semanas después de reunir en rara pandilla al flautista de Hamelin, al nostalgioso E.T. y al impetuoso Beethoven llamando a la puerta del porvenir, la Orquesta Filarmónica de Málaga vuelve a ofrecer una velada con el propósito de que los niños se acerquen a la música grande. También en el Teatro Municipal Miguel de Cervantes, y los días 20 y 21 de mayo, ofrece un programa en el que se interpretará, bajo el título unificador de “Sueños de Infancia II. Las Mil y Una Noches” tres obras muy diversas: la suite “Aladdin” de Carl Nielsen, el Concierto nº1 para piano y orquesta de Ahmet Adnan Saygun y “Sheherazade” de Nicolay Rimsky-Korsakov. A la batuta, Howard Griffiths. Al piano, Gulsin Onay.
Esta vez la propuesta reúne, a primera vista, a dos personajes de las Mil y Una Noches y a un compositor turco. O, de otro modo, música creada por un danés, un turco y un ruso. De un extremo y otro del programa podemos, y no en vano, esperar ensoñaciones de Arabia. Del restallante concierto de Saygun, un ejercicio de energía (compartido por la orquesta) en lo que será su primera interpretación en España. Con todo, se trata de la única pieza de la velada enteramente concebida y apta para mayores. Su lenguaje, apartado del melodismo mas o menos lineal asimilable por los niños está aquí ausente. Eso sí, verán manoteos desesperados sobre el teclado, una fiesta que es a la vez una tormenta, aparatosidad, estruendo y sobresalto. Que es, al fin y al cabo, lo que gusta a los menores. Otro estreno, esta vez sólo para Málaga, es el de esta primera audición local de la suite de Nielsen. Que empieza, con su “Marcha festival” de forma muy efectista, rítmica, una marcha que uno no puede evitar imaginarse encarnada en una fiesta de Moros y Cristianos, de los de puro humeante, barbotas afiladas y alfanjes de pura plata. Una preciosidad orquestal, una elección perfecta para comprobar la versatilidad de la orquesta para moverse entre las siete partes de la suite que se mueven entre lo espectacular, lo lírico y lo juguetón.
Carl Nielsen: Suite Aladdin
Pero si en el anterior concierto los honores los merecía Beethoven, esta vez es Rimsky-Korsakov el que se ganará la aprobación general. Esta suite orquestal es la mejor plasmación musical del gusto exótico y oriental que encontramos, por ejemplo, en las pinturas de Mariano Fortuny con sus minucias de pedrería, tardes y nubes de sinuoso sándalo. Cuatro son los episodios que componen esta suite: “El mar y el barco de Simbad”, “El cuento del príncipe Kalender”, “El joven príncipe y la princesa” y “Fiesta en Bagdad: naufragio de un barco sobre las rocas”. En las notas que acompañan a la partitura, Rimsky-Korsakov quiso fijar sólo el marco general en el que los cuatro episodios se imbrican: “El sultán Shahriar, persuadido de la perfidia y de la infidelidad de las mujeres, jura matar a cada una de sus esposas después de pasar con ellas la primera noche. Pero la sultana Sheherazade logra salvar su vida cautivándole con las historias que le cuenta durante mil y una noches seguidas. Azuzado por su curiosidad, el sultán va demorando de día en día la ejecución de su esposa y acaba por renunciar a ella definitivamente. Sheherazade le cuenta muchas maravillas, citando versos de los poetas y los textos de las canciones, uniendo las historias unas a otras”. Lo que hace esta música es justamente eso: ofrecernos muchas maravillas. En un prolijo pero insatisfactorio prólogo a “Las mil y una noches”, Jorge Luis Borges concluía con una sentencia que es veraz y concisa: “Los siglos pasan y la gente sigue escuchando la voz de Sharázád”. No se equivocaba.
Artículo publicado en diario Sur el 14 de mayo de 2011
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