Liu sigue pensando a lo grande y jugando con el lector. Basta con terminar este segundo volumen de la trilogía y asomarse a la lista de la Dramatis personae del tercer volumen, donde comprobamos que la narración alcanza muchísimos (pero muchísimos) miles de años para comprender que todo cuanto nos narra va mucho más allá, y que las peripecias de los vallados, bastante lamentable, poco importa, y que el desastre estelar de las últimas páginas será sólo un episodio insignificante desde la perspectiva relativista de los siglos y los milenios. Además, alrededor de la página 100 se incluye una imaginativa y delicada historia de amor alrededor del vallado Luo Ji que de repente nos descubre un autor dotado para los recovecos de las emociones. No todo van a ser partículas ni naves que se mueven a un 1% de la velocidad de la luz, ni rayos de plasma ni esas cosas tan frías y tan ajenas de puro complicadas. No es una obra maestra pero sí es un gran libro que compensa el esfuerzo del lector. El universo es un bosque oscuro en el que el sigilo, el silencio, garantiza por igual la supervivencia y la victoria. Un lugar aterrador e imprevisible. Ya me dirán dentro de miles y miles de años. O no.
No hay comentarios:
Publicar un comentario