miércoles, 24 de julio de 2024

Lecturas: Eva (Arturo Pérez-Reverte)

 Más cafiaspirinas y más desapego. Más Lorenzo Falcó trasladado esta vez a Tánger durante la Guerra Civil para recuperar parte del oro de Moscú, 30 toneladas, que en un transporte posterior quedó a bordo de un mercante republicano, el Mount Castle, fondeado en el puerto africano donde acecha sus movimientos un destructor nacional, el Martín Álvarez, dispuesto a echarlo a pique. Los capitanes de ambos navíos, el rojo Fernando Quirós y el franquista Antonio Navia, son hombres guiados más que por obediencias o ideologías, por el sentido del deber, de la rectitud. De aquello que llaman honor. Ambos preferirían no enfrentarse. Y de esos escrúpulos, más que de los calentones entre Falcó y Eva Rengel, convertida ahora en agente soviética bajo su verdadera identidad, Eva Neretva, se nutre la novela: 

Estamos en paz.”

Eso había dicho Eva la última vez.

Nunca lo habían engañado antes, recordó absorto. Nunca una mujer, y nunca de esa manera. Eva Neretva, alias Eva Rengel, alias sabía Dios qué. Se había revelado maestra indiscutible en el juego turbio, arriesgado, que jugaban ambos. Con su frialdad tan soviética. Casi inhumana. 


No importan, ni siquiera interesan, el paisaje ni la atmósfera de Tánger, por entonces sometida a la protección de España, Francia e Inglaterra. Tampoco el curioso personaje de la antigua amante, manca, Moira Nikolaos. Ni la sangre bruscamente derramada en peleas descritas con escalofriante realismo. 

El título de la novela intenta que desviemos la atención hacia Neretva, convertida en mujer fatal, a pesar de algunos voluntariosos diálogos y escenas:

«-No creo que sea verdad que nos amemos –murmuró Eva.Él reflexionó un momento. O aparentó hacerlo.-Yo tampoco lo creo». 

La partida de los dos navíos hacia su cita con el destino tiene una grandeza que supera a las demás vicisitudes del libro.

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