miércoles, 24 de julio de 2024

Lecturas: Sabotaje (Arturo Pérez-Reverte)

 Picasso, que no me lo toquen. Llevo 35 años trabajando con él/para él y saber que esta última entrega de Falcó iba en torno al Guernica me hacía temer lo peor, el retrato de brocha gorda, los juicios de valor infundados, el abuso de los prejuicios. Sin que haya una tarea de documentación rigurosa (cuando se le hace hablar, hace afirmaciones que sólo formularía años más tarde), el mito sobrevive. No es el verdadero Picasso el que aquí aparece, pero al menos tampoco es el gañán al que tantos (y más ahora) acusan de otros defectos distintos a los que tuvo. Algo es algo. 

Esta vez, Pérez-Reverte  camufla la identidad de sus personajes. Así, comparecen Hemingway bajo el nombre de Gatewood, Lee Miller como Eddie Mayo, Peggy Guggenheim como Nelly Mindelheim o André Malraux como Leo Bayard. Sólo Marlene Dietrich y Picasso comparecen con su verdadero nombre. Y la Dietrich protagonizando una escena erótica que sería tolerable en un autor más joven o inexperto. Pero que aquí, desde mi experiencia personal de lector, chirría. Y sobra.

Aquí, Leo Bayard es alguien cuya experiencia y datos concuerdan con los de Malraux, sólo que aquí se enfrenta a un destino distinto al recibir Falcó la doble misión de hundir su carrera y/o truncar su vida presentándolo como un agente fascista y por tanto factible de ser sometido a una purga por parte de los comunistas, y por otra parte evitar que el Guernica sea como es. Con tiros y puñetazos, persecuciones y engaños, se consigue lo primero y en parte lo segundo. Esta vez la historicidad nítida y fiel no es una exigencia para el autor. Pero tampoco importa. El libro se disfruta como lo que es. Un pasatiempo más o menos sofisticado. Con eso basta.



Lecturas: Eva (Arturo Pérez-Reverte)

 Más cafiaspirinas y más desapego. Más Lorenzo Falcó trasladado esta vez a Tánger durante la Guerra Civil para recuperar parte del oro de Moscú, 30 toneladas, que en un transporte posterior quedó a bordo de un mercante republicano, el Mount Castle, fondeado en el puerto africano donde acecha sus movimientos un destructor nacional, el Martín Álvarez, dispuesto a echarlo a pique. Los capitanes de ambos navíos, el rojo Fernando Quirós y el franquista Antonio Navia, son hombres guiados más que por obediencias o ideologías, por el sentido del deber, de la rectitud. De aquello que llaman honor. Ambos preferirían no enfrentarse. Y de esos escrúpulos, más que de los calentones entre Falcó y Eva Rengel, convertida ahora en agente soviética bajo su verdadera identidad, Eva Neretva, se nutre la novela: 

Estamos en paz.”

Eso había dicho Eva la última vez.

Nunca lo habían engañado antes, recordó absorto. Nunca una mujer, y nunca de esa manera. Eva Neretva, alias Eva Rengel, alias sabía Dios qué. Se había revelado maestra indiscutible en el juego turbio, arriesgado, que jugaban ambos. Con su frialdad tan soviética. Casi inhumana. 


No importan, ni siquiera interesan, el paisaje ni la atmósfera de Tánger, por entonces sometida a la protección de España, Francia e Inglaterra. Tampoco el curioso personaje de la antigua amante, manca, Moira Nikolaos. Ni la sangre bruscamente derramada en peleas descritas con escalofriante realismo. 

El título de la novela intenta que desviemos la atención hacia Neretva, convertida en mujer fatal, a pesar de algunos voluntariosos diálogos y escenas:

«-No creo que sea verdad que nos amemos –murmuró Eva.Él reflexionó un momento. O aparentó hacerlo.-Yo tampoco lo creo». 

La partida de los dos navíos hacia su cita con el destino tiene una grandeza que supera a las demás vicisitudes del libro.

Lecturas: Falcó (Arturo Pérez-Reverte)

 El personaje no causa empatía. Tampoco lo pretende el autor. Por tanto, nada que objetar. A través de las páginas, seguimos a Lorenzo Falcó, señorito jerezano devenido en agente secreto al servicio del bando franquista en la Guerra Civil española. En algún lado leí una descripción del protagonista como "un agente secreto al servicio de sí mismo". Así es. Falcó trabaja para un bando pero sin entusiasmo. Aunque ello ponga en riesgo su vida y lleve a acabar con la de otros. Sin entusiasmo pero con un notorio sentido del deber. Como corresponde a alguien de su oficio. Esta vez la misión es colaborar en el rescate de José Antonio Primo de Rivera de la prisión de Alicante en la que fue ejecutado el 20 de noviembre de 1936. En la novela se respeta el hecho histórico, por lo que el fatalismo se impone a medida de que se avanza en la lectura. Sólo queda por adivinar cómo fracasará ese intento de cambiar la Historia. Sobre los planes, sin realizar, de liberar al líder falangista, hay un libro fundamental que puede estar en la base de esta ficción de Pérez-Reverte (véase aquí). En todo caso, en la operación en territorio enemigo, aparecen idealistas y agentes de dudosa fidelidad que aparecerán en la siguiente entrega de esta trilogía. 


Aquí, más que una novela histórica, asistimos a la lectura de una novela negra, que arranca con la muerte de una mujer en un tren (no a manos de Falcó) y sigue con escenas de tortura, otros asesinatos y una vibrante emboscada. A lo largo de las páginas, Falcó no manifiesta afectos pero sí una atracción meramente carnal hacia Eva Rengel que dará nombre a la siguiente novela de este ciclo. El estilo es seco, conciso. Sin adornos, sólo deslucido por algún diálogo que pretende llenarse de frases campanudas y que lo convierte en algo ridículo. Como artefacto literario, este libro funciona ejemplarmente. Pero no emociona. Algo que tampoco pretende Pérez-Reverte. Ni Lorenzo Falcó.