Ahora que se hacen llamamientos a proclamar la república imaginaria de
Cataluña o la catastrófica de España, cuando entras en Twitter y encuentras
aquella grillera plena de cacareos llamando fascista a quien no coincida con
sus opiniones, cuando la Tercera España a la que Chaves Nogales perteneció
parece una ocurrencia política, una anécdota de la Historia, una aberración de
quien no quiere ser rojo ni azul, ahora que los del otro lado se envanecen con
la retórica del Imperio, del cierra España, de llamar Subcampeones de 1939 a
los que perdieron aquella guerra que vuelve a asomar su hocico pestilente desde
entonces y que fuera desenterrada por capricho de Rodríguez Zapatero tras
haberla sepultado Suárez y González, ahora, digo, se hace especialmente oportuno
leer este puñado de artículos del gran santo laico de la España insumergible.
Me imagino a cualquier mozalbete de los de ahora, de los de gimnasio y
brazos ilustrados por tatuajes, de LOGSE y Twitter, hijo de este siglo, votante
de Podemos porque comparte el culto de la arrogancia y la pulsión fácil,
instantánea, del calentón y de abajo el capital y de guillotina para los Borbones,
ese mozarrón, o moza, que con la educación débil, mínima, sesgada, pueril, que
se imparte ahora, digo, mira este libro, su título, su cubierta, y se dice mola,
y se cree que los enemigos de la República son los fascistas, el ejército, los
tipos esos con las escopetas, ignorando lo que fue la Guardia de Asalto, y se
contentará con la versión ad usum populi
de que la República se la cargaron los de siempre, los señoritos y los ricos y
los fachas, que aquella República fue una
democracia estupenda (definición oída a uno de esos ágrafos) que fue
atacada por aquellos de loas que Vox es la nueva encarnación. Y así no es raro
que vuelvan a arroparse en la retórica del verano de 1936 y demás enormidades.
Por ello, muchachos, muchachas, muchaches, muchachxs (manda cojonxs,
proclamo), lean a Chaves Nogales y comprendan, si pueden, que los enemigos de
la República fueron el general derechista Sanjurjo con el levantamiento en
Sevilla en agosto de 1932, sí, pero también los campesinos que protagonizaron
revueltas comunistas en los pueblos de Andalucía, Extremadura e incluso La
Rioja, y muy especialmente los comunistas y anarquistas que martirizaron
Asturias en octubre de 1934. Todos estos frentes internos los cubrió en sus
crónicas, como enviado especial, Chaves Nogales. En todos ellos se avisa de que
la radicalidad puede poner en peligro la democracia hasta destruirla. Para
terminar de cerrar el círculo con nuestra época, se rellena el volumen con un
puñado de entrevistas con dirigentes de entonces (Azaña, Lerroux, Largo
Caballero, Marcelino Domingo, Fernando de los Ríos) que muestran la misma
capacidad que los de ahora en hablar mucho y decir poco. Eso sí, en noviembre
de 1931 el socialista Largo Caballero ya amenazaba con desencadenar una guerra
civil. Para que luego digan. Lxs muchachxs.
No hay comentarios:
Publicar un comentario