Hoy es sábado y es
verano, momento para que un extremo de Extremo Oriente las familias sonrían
especialmente en la mañana en calma (es lo que significa Joseon, el nombre de
la dinastía que reinó en Corea desde el siglo XIII hasta comienzos del XX) y
sientan un orgullo especial porque en esta fecha la República de Corea cumple
70 años. Un periodo, el republicano, que se inició a la vez que la vieja Corea
se dividía en dos para acoger una democracia al modo occidental y una dictadura
al modo soviético. Un periodo que fue antecedido por una etapa de dominio
colonial japonés entre 1910 y 1945, que a su vez fue precedido por el reinado
de la dinastía Joseon entre 1392 y 1910, que a su vez nos lleva hasta el año
2333 antes de Cristo, cuando el mítico rey Dangun fundó el reino de Gojoseon
que se mantuvo hasta el 109 antes de Cristo. No es un resumen de historia de
Corea lo que quisiera escribir, sino una carta de amor a un país. Pero es
difícil, o está fuera de mi alcance, o al menos más allá de la capacidad del
lector para aguantar mi verborrea, dar la exacta imagen que tengo de ese país,
de su gente. Tuve la oportunidad, que después no se concretó, de hacerme
habitante de Corea del Sur, algo que nunca rechacé y que no rechazo. Mi
flechazo con Corea es de los que acaban en boda. Es un país que merece la
fidelidad y la devoción. El amor, que lo llaman.
Y
que ellos llaman Jeong. Una virtud que es una de las bases de la psique
colectiva coreana y que yo he disfrutado (y que practico, bajo otros nombres
–el concepto hebreo de tzedaká no
está lejos). En la web he encontrado una descripción del Jeong y que paso a
traducir:
“La noción de jeong es muy compleja, pero es básicamente la idea de cuidar a los demás y anteponer a los demás antes que a uno mismo. Los coreanos no expresan fácilmente sus sentimientos y emociones hacia los demás hacia el exterior, sin embargo, es probable que sienta jeong casi al instante a su llegada a Corea. Se dará cuenta de esto en diferentes formas, tales como los nuevos amigos que se ofrecerán a acompañarle personalmente al médico cuando esté enfermo, o recibir un nuevo par de guantes porque la señora de su casa de huéspedes se dio cuenta de que no parece tener ninguno, o a alguien más a pagar la factura cada vez que vaya a cenar.
Un viajero tenía sed, por lo que se acercó a un pozo en la entrada de un pueblo. En ese momento, una joven estaba lavando su ropa cerca del pozo. El viajero sediento cortésmente le pidió un tazón de agua para beber. La joven tímidamente le entregó un cuenco de agua sin mirarle directamente. El viajero encontró una hoja de sauce llorón flotando en el interior del recipiente de agua, pero, para no avergonzarla, bebió el agua lentamente, tratando de evitar la hoja. Lo que no supo es que la mujer puso la hoja de allí a propósito, para evitar que bebiera con demasiada precipitación consiguiendo que le sentara mal el líquido. La preocupación y la atención mostrada por la dama es un buen ejemplo del enfoque indirecto del pueblo coreano a ofrecer favores entre sí. Es un sentimiento muy delicado pero complejo, que está bien resumido en la palabra coreana jeong."
Hay
quien define (El Jeong desde un punto de vista psicoterapéutico)
el jeong como "El sentimiento, el
amor, el sentimiento, la pasión, la naturaleza humana, la simpatía, el corazón.
Aunque es complicado introducir un definición clara de jeong, parece incluir
todo lo anterior, así como los sentimientos más básicos, como el apego, la vinculación, la empatía o incluso la servidumbre”.
He
comenzado kennedyano con el título, pero la capacidad para resistir las
bravatas del Norte por parte de los coreanos del sur hace que se pueda adaptar
el discurso de Kennedy haciendo que siga siendo vigente: “Hace dos mil años el
alarde más orgulloso era “civis romanus
sum”. Hoy, en el mundo de la libertad, el alarde más orgulloso es
“Ich bin ein Koreaner”. ¡Agradezco a mi intérprete la traducción de mi alemán!
Hay mucha gente en el mundo que realmente no comprende, o dice que no
comprende, cuál es la gran diferencia entre el mundo libre y el mundo
Comunista. Dejad que vengan a Seúl. Hay algunos que dicen que el Comunismo es
el movimiento del futuro. Dejad que vengan a Seúl. Y hay algunos pocos que
dicen que es verdad que el Comunismo es un sistema maligno pero que permite
nuestro progreso económico. Lasst
sie nach Seoul kommen. Dejad que vengan a Seúl”. Porque estar en Seúl
(o en Incheon, Suwon o Daegu, las otras ciudades que conozco) es captar cómo es
absurdo apostar por el modelo comunista del Norte, cómo, con sus desigualdades
(esas pensiones tan bajas de los jubilados), es la Corea del Sur una sociedad
dinámica, viva, que cree en el futuro. Y si a esa vitalidad se añade el Jeong,
poco más se puede pedir al pequeño país. La excelencia de su educación, su
reflejo no sólo en los saberes sino en los modales, aquello que llamábamos
urbanidad, la capacidad de los coreanos para ser excelentes en el trabajo y
ejemplares también en la diversión (noches de soju y noraebang tras jornadas
maratonianas de trabajo), aparte de su cultura varias veces milenaria, los
beneficios de una concepción confuciana de las relaciones, todo ello hace que
considere a Corea del Sur una segunda patria, y a que sean sus ciudadanos mis
compatriotas y esta celebración de hoy también mía. Porque, ante el muro que
separa las dos Coreas, también debo decir que yo también soy coreano.
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