domingo, 30 de marzo de 2014

Lecturas: El llanto irisado (Rafael Cansinos Assens)

Amo a Cansinos. Tal vez por su modestia, su humildad casi franciscana, por su amor a las letras y su nula pretensión de gloria, por su gusto a narrarlo todo como si susurrara, por su fe en la vieja religión de Judea. Es, salvando las distancias, como una versión senequista, bética, sefardí, de Kurt Vonnegut. Este hombre bueno, nunca lo bastante reivindicado (acabo de colgar en este blog un artículo de 2009 en el que homenajeo una vez más a Cansinos), fue autor de relatos menores, amables y conmovedores como los que integran este libro, originalmente publicado en Berlín en 1924. 

El título, relamido, echa para atrás pero se basa en un texto de Cansinos, "Vida de Pánfilo el Poeta" que menciona cómo las lágrimas, vistas al trasluz de la luna, recogen un arco iris que hace a Pánfilo exclamar "Oh maravilla! ¡Hasta el llanto de los poetas es una cosa alegre!". Pero en este libro, la lágrima es melancolía, y la alegría es ternura. Lo que no está nada mal. Los relatos, breves (hay 28 en esta edición de 142 páginas), son estampas que rozan lo moralizante y que dejan el regusto de un buen verso. No hay, por lo general, dramatismo sino susurro, esa penumbra en la que no es difícil imaginar a Cansinos escribiendo, con una debilísima sonrisa, mientras su abnegada hermana cose con lentitud en una butaca cercano. Aquí y allá, felices hallazgos como el que inicia "La milagrosa", una de las mejores piezas del volumen: "La vista de aquella mujer sola, vestida de blanco, en un paseo público, atrajo mis miradas y fue como una apelación apremiante a mi desorientada ternura de hombre sin novia".

La desorientada ternura del gran célibe que fue Cansinos se expresa aquí en dirigir su atención a esos grandes marginados de las letras que son los ancianos. No es raro encontrar una especial recurrencia en estos relatos al protagonismo de viejos y viejas que se saben vencidos, solos, habitantes de la nostalgia. No es raro sentir un delicado pellizco en el pecho, similar a una caricia, a un susurro en la penumbra, al terminar cada uno de estos relatos y pasar al siguiente. 

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