martes, 6 de agosto de 2013

Lecturas: El conformista (Alberto Moravia)

Es la historia de un pecado y de una redención. De un afán de pureza, por tanto. De una necesidad de abandonar la diferencia, la anomalía. La mancha. Y de regresar, o al menos mantenerse, al seno de la tribu, de la comunidad organizada que esta vez es la Italia fascista. El conformista del título, que sin embargo incurre en acciones y gestos poco convencionales, es Marcello Clerici, al que el extenso prólogo de la novela, 67 páginas en mi edición, presenta en el momento de la pérdida de la inocencia, en su infancia de 1920 cuando, acosado por su belleza casi femenina y el desprecio agresivo de otros colegiales, cae entre los brazos de un pederasta. Lo que entonces sucede está en las últimas páginas de ese preludio.

La adaptación al cine
de Bernardo Bertolucci (1970)

            Convencido de que debe borrar y silenciar lo de entonces, en 1937 es Marcello un funcionario estatal fascista, aunque sin convicción. Ello no le impide prestarse a un plan que ha de conducir a la muerte a un líder antifascista residente en París. Allí, en Francia, es donde acompañamos al recién casado Marcello que teje la trampa cruenta en torno al que fuera su profesor. Como un autómata, cumple su función entre zozobras de la carne, en la que no falta otro acosador ni una prescindible mujer fatal que con su esposa intenta un juego amoroso. Quien haya visto en la turbia película final de Stanley Kubrick, Eyes Wide Shut, una parábola en torno a la incertidumbre del deseo, a los peligros del instinto, en esta novela de Moravia encontrará algo muy parecido. Culminada la operación política, y reintegrado perezosa y cómodamente nuestro protagonista a la conformista realidad cotidiana y acrítica, la caída del régimen de Mussolini en el verano de 1943 llevará, ya en un rápido epílogo, a la familia Clerici a una huída que será para Marcello una redención final y también un sacrificio tal vez prescindible. 

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