Es lo que tienen los mitos, lo que no pueden evitar los secretos. Que se consigue la pervivencia más allá de los tiempos y de los lugares, de la condición social y de eso que llaman ideologías, que todo termina sabiéndose o intuyéndose, y que lo que fue soplido en la oreja, símbolo mostrado entre tinieblas especialmente turbias, sigilo, peligrosa cautela, puede ser al mismo tiempo diversión, rato con los niños, fábula asequible, diversión de un domingo por la mañana y confortable. Es lo que sucede con la gran ópera masónica, esotérica, de Mozart, que llega ahora para solaz de todos, para que la luz penetre la penumbra oscura de los símbolos: los días 19 y 20 en el Teatro Cánovas se lleva a escena la ópera “La Flauta Mágica”, con música de Wolfgang Amadeus Mozart y libreto de Emanuel Schikaneder en un montaje para toda la familia de la compañía La Tarasca, escrito y dirigido por Ramón Bocanegra y con la actuación de Marcela Lacourt, Juan Carlos Guajardo, Leticia Gude, Mirko Vullo, María José Villar y Eugenio Jiménez.
La aparición de la Reina de la Noche según la puesta en escena de
Karl Friedrich Schinkel, 1815
En un montaje en el que la danza tiene un protagonismo especial, al que se une la ópera y el teatro, el melómano oirá, si no, la ópera completa, sí al menos lo fundamental de ella. Los niños captarán una historia de aventuras de malos y buenos, peligro y superación. De luz triunfante, ya se ha dicho. Y les podrá ser explicado que lo que les ha ofrecido La Tarasca es una cumbre de la cultura occidental, y lo que fue ritual y liturgia civil habrá pasado a ser atrezzo, comentario al margen, nota para eruditos, más allá de los oropeles polvorientos del siglo de las pelucas y los filósofos. Al fin y al cabo, cuando surgió esta ópera, última que compuso y estrenó Mozart, lo que se buscaba era un espectáculo popular. Todo empezó en Salzburgo en 1780, cuando Mozart conoce a Schikaneder, que en 1789 (año en el que el asalto a una prisión inaugura la Revolución Francesa con el triunfo, y tiranía, de la Razón) es empresario de lo que se llamará, hasta que en 1801, arda, Freihaustheater auf der Wieden y que es un teatro al aire libre con capacidad para 500 personas y que a lo largo de 14 años de historia acogerá 350 obras destinadas a entretener a las clases populares de los suburbios de Viena. Será entonces cuando el masón Schikaneder acuerda con bel masón Mozart estrenar allí un singspiel (una ópera popular, algo no muy alejado a lo que nosotros llamamos zarzuela) que estará empapado del credo esotérico y filosófico de ambos. El libreto nos hablará de Tamino, un príncipe japonés que comienza huyendo de una serpiente gigante, de un pajarero que toca un carillón de plata y que tiene por vistoso nombre Papageno (también estará por medio su amada Papagena, que toca la siringa), de la severa Reina de la Noche y de su hija Pamina que será amada obsesivamente por Pamino. Por medio, el hechicero Sarastro que tiene cautiva a Pamina, y su fiel Monostatos se interpondrán en el previsible triunfo final del amor. Para ayudarse en su propósito, Tamino recibe en el primer acto una flauta dorada, que infunde en los hombres la alegría y la bondad.
La ambientación del estreno, el 30 de septiembre de 1791 (Mozart morirá el 5 de diciembre) fue rica en elementos egipcios (la simbología egipcia, y muy especialmente la pirámide, es una de las fuentes de inspiración de la masonería), con elementos alquímicos como la misma serpiente del inicio, o el personaje de Sarastro, que es un “maestro venerable”, las pruebas de superación, el mensaje de igualdad y fraternidad, la presencia más o menos encubierta del número tres en la obra (que empieza con tres acordes mayores, junto a la triple cualidad de Tamino, compuesta de virtud, caridad y discreción, o los tres instrumentos mágicos: flauta, carillón y siringa) delatan el componente masónico de esta ópera tan popular. El aria “Der Hölle Rache” (es decir “La venganza del infierno”, acto II, escena 3) con el sobreagudo que debe alcanzar la Reina de la Noche es, pese a su excelencia, sólo uno de los tantos momentos memorables de este ritual luminoso.
Publicado en diario Sur, 19 de marzo de 2011
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