lunes, 11 de agosto de 2025

Lecturas: Casa Negra (Stephen King y Peter Straub)

Había dejado pasar unos meses sin asomarme a King, y esta vez la espera no ha valido la pena. Porque si bien este es un libro notable, indudablemente bien escrito, es malogrado por aquello que menos me gusta de King, el mundo de los cTerritorios, el ka y demás zarandajas de literatura fantástica de la saga de La Torre Oscura. Aunque arranca en un mundo reconocible, el de un pequeño pueblecito de Wisconsin, llamado French Landing, se irán introduciendo elementos del otro lado del espejo, de aquella otra realidad que ya visitamos en las páginas de la novela de la que ésta es una derivación, El talismán, presentándonos al niñito de entonces, Jack Sawyer, convertido en un adulto que fue un eficaz policía y ahora está retirado en esa pequeña ciudad amena y calma. Esa paz buscada se rompe cuando un asesino en serie, apodado el Pescador, comienza a secuestrar y asesinar niños. Detrás de esos crímenes late algo mucho más grande: el eco de los Territorios y la sombra del (jartible) Rey Carmesí, ahora llamado el Rey Colorado.

King y Straub vuelven a lograr esa perfecta alquimia de coautoría en la que el lector olvida quién escribió qué. La voz narrativa, en tercera persona omnisciente y a ratos intrusiva, se pasea por las calles, se cuela en las casas y se instala en la mente de los personajes como un vecino cotilla que, además, conoce secretos sobrenaturales. El tono fluctúa entre el suspense policial y la fantasía oscura, salpicado de cierto humor macabro.



Casa Negra es, al mismo tiempo, novela negra, historia de terror y pieza clave dentro del vasto multiverso de la Torre Oscura. Que, ya dije, a mí me repele. El Pescador no es un simple psicópata: está conectado a fuerzas de otro mundo que pretenden devorar la mismísima Torre que sostiene todas las realidades. El lector de King reconocerá los hilos que se tensan desde otras novelas (Insomnia, It, El Resplandor), y aquí el tejido se vuelve más ambicioso y más oscuro.

Al otro lado, en los Territorios, la Casa Negra se erguía como un faro de podredumbreEsa Casa Negra no es solo un lugar: es una manifestación física del mal, una grieta por la que se cuela lo monstruoso. Una embajada de los horrores telúricos de Lovecraft, diría. Como novela negra, funciona muy bien. Como novela de fantasía, no. Como novela de terror, sí. De poco sirve que Jack haya olvidado aquel extraño trozo de su infancia, la búsqueda de un talismán en otro mundo9 que salvara a su madre. Aquí King (o Straub) lo mete de coz y hoz en ese mundo aunque no sea durante demasiadas páginas. El cierre del libro, amargo tras una resolución feliz de los acontecimientos, no sé si es una buena solución narrativa. Pero seré optimista y diré que sí lo es. Aunque más adelante seguramente habré de arrepentirme.

Lecturas: M. Los últimos días de Europa (Antonio Scurati)

En su tercera entrega de la saga M., Antonio Scurati parece perder toda paciencia con Mussolini. Si hasta entonces era brutal y astuta, en modo alguno admirable, ahora es sólo brutal. Y torpe. Un Duce que cae en la trampa, en la seducción, de Hitler, que cada vez más solo y consciente de la debilidad de Italia, proclama que ha llegado “la hora de las decisiones irrevocables” 

Sin contemplaciones, en la nota con que abre el libro, Scurati señala que Este libro cuenta cómo nace una guerra, y y que en los acontecimientos que aquí se narran, los feroces, dementes perros de la guerra, fuimos nosotros, los italianos. Esa idea de la co-responsabilidad, la co-culpabilidad, del pueblo italiano es patente en todo el libro. Se nos han hurtado, entre el anterior volumen y este, seis años. Si este comienza en 1938, el anterior terminaba en octubre de 1932. Es como si, cansado de ser tan meticuloso en la crónica, quisiera darle pronto carpetazo a su villano, dirigirlo cuanto antes hacia las balas de la primavera de 1945 y a las torpes acrobacias del piazzale Loreto. También el lector, este lector, se cansa de las vociferaciones del líder, del entusiasmo acomodaticio de su pueblo. Esta vez, Mussolini promulga innecesarias leyes raciales y se muestra rendido, sumiso, ante la energía del nazismo.

Asistiremos a las dudas de Bianchi-Bandinelli, el conocido historiador del arte, sobre si debe aprovechar la coyuntura de ser cicerone de  ambos dictadores para atentar contra los dos, o la perplejidad de Renzo Ravenna, podestá judío de Ferrara, voluntarioso fascista, patriota y bienintencionado, que asiste espantado a su persecución en nombre de una latinidad excluyente, de un verdadero nazismo italiano. Los demás personajes, poco interesan, poco importan. Y el que menos, Mussolini.