La comparación, buscada por los autores, con Stefan Zweig, es tan imprudente como ineludible. La altura literaria, plena de sugerencias, de Zweig, es aquí un apunte aislado, una sugerencia, un señalamiento de instantes aislados poco conocidos y, no pocas de las veces, irrelevantes. Está aquí Pericles. Pero faltan César, Augusto, Adriano, Trajano, Marco Aurelio, incluso Cleopatra, Alejandro Magno, Constantino. Se ha buscado para estas viñetas personajes secundarios, lo que no es una debilidad sino una expectativa frustrada para un lector que busca una coherencia que dé cohesión a lo que podría haber sido, pero no es, una visión panorámica del mundo grecolatino.
Sí están Nerón, Heliogábalo, Diocleciano, Mesalina, Petronio, Agripina, Zenobia y Séneca que puede ser quien protagoniza el retrato más novedoso y desmitificador del volumen, una lectura, con todo, valiosa.
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