Aquí
está todo lo bueno de Stephen King. Y todo lo malo. Vuelve a dar vida a un
microcosmos preciso, realista, lleno de detalles, de manera que nos sentimos
habitantes de Castle Rock, la pequeña ciudad en la que Alan Pangborn, a quien
ya conocimos en La mitad oscura y en El perro de la Polaroid, uno de los
relatos de Las cuatro después de medianoche,
es el sheriff y asiste, sin notarlo, a la transformación de sus vecinos en
malas bestias. Revisión del mito de Fausto, en la que los clientes de la tienda
de curiosidades Cosas necesarias
pagan en especie a cambio de objetos muy preciados para compensar su carácter
de gangas, aceptando gastar bromas pesadas a otros vecinos y clientes. El
propietario de la tienda, Leland Gaunt, es a la vez Mefistófeles, Satanás y una
actualización de Richard Straker, el relamido comerciante inglés de El misterio de Salem’s Lot al servicio
del vampiro Kurt Barlow. Todo cuanto nos gusta de King está aquí, su capacidad
para seducir con esa miríada de vidas interconectadas, su maestría para
hacerlas verosímiles en sus secretos vicios y sus públicas virtudes, su
destreza en demostrar aquello de pueblo
chico, infierno grande. Pero tras varios centenares de páginas, cuando ya
la sangre ha empezado a derramarse, todo se le va de las manos, y se atropella
y se hace previsible, y la violencia se hace innecesaria y hasta mecánica. Sin
llegar esta vez a los niveles de ridícula torpeza de Los Tommynockers.
En
1991, cuando apareció esta novela, King recién había salido de la adicción a la
cocaína (y al colutorio). El dato de que la cocaína tiene un gusto entre limón
y piña tiene que venir de la experiencia directa. Creamos que este libro dudoso
(el lector no termina de decidir si está ante una buena o mala novela) es
expresión de un maestro de la ficción que aún está recuperando sus capacidades.
Su siguiente novela, El juego de Gerald,
es una obra madura, desprovista de defectos, digna del mejor King.
Hola. En casos como el de esta novela me digo que tengo suerte de haberla leído siendo muy joven, porque la recuerdo como una lectura con la que me lo pasé muy bien, simplemente.
ResponderEliminarPero tu análisis, producto de una lectura mucho más consciente, me ha gustado mucho. Y en cualquier caso, creo que Stephen King en horas bajas sigue siendo mucho mejor que otros en sus mejores momentos.
El juego de Gerald es otra cosa, en efecto, y estaré atenta a tu reseña.
Saludos!
Aun en las obras fallidas, King es el mejor. Su solvencia sólo la puedo comparar a la de, digamos, Paul Auster. Acabo de publicar la reseña de Dolores Claiborne. Que comparte eclipse con El juego de Gerald. De la que ya publiqué en el blog la reseña, siendo la primera que escribía de King y saltándome después el orden cronológico (también me he saltado Las cuatro después de medianoche, que tengo que encontrar en alguna caja tras una mudanza). La del juego de Gerald la tienes aquí: https://pan-para-hoy.blogspot.com/2020/10/lecturas-el-juego-de-gerald-stephen-king.html
ResponderEliminar¡Gracias por leer y comentar, Ángeles!