Una inmensa pereza se siente al querer reseñar esta tercera entrega de La torre oscura. Tan inmensa y tan perezosa como leer el libro, un verdadero retroceso tras la brillantez de la anterior. No es el King que me gusta, ni el que me interesa. Tal vez mis recelos hacia el género de la fantasía, las zarandajas ubicadas en geografías presuntamente insospechadas, el despliegue de rarezas porque sí, la comparecencia de osos gigantes, bichos peludos que repiten como un eco las últimas cifras escuchadas, los piratas truculentos, los malvados inverosímiles. Todo ello me interesa y emociona nada. De ahí que este libro, coronado por la aparición de un tren que tiene voluntad y voz propia y que quiere morir, me merezca nulo entusiasmo. Otro volumen de King que viaja a una comarca insólita y amarga: la del contenedor azul.
No hay comentarios:
Publicar un comentario