Una revisión del Mr. Hyde y el Dr Jekyll de Stevenson. Sobre ruedas. La casa encantada, el escenario de muertes, que va deslizando la maldad en sus moradores, ese eterno tema de las literatura fantástica del que ya vimos algo en ERl misterio de Salem's Lot, puede ser también un coche. En este caso uno rojo, un Plymouth Fury de 1958 que va rejuveneciendo desde los lejanos días en que fue un auto mimado en el que una niña murió atragantada por una hamburguesa y en el que una madre se suicidó con monóxido de carbono. Un auto cuyo cuentakilómetros va descontando distancias y que va introduciendo en su conductor, un estudiante e hijo modélico, la maldad de su anterior propietario. A la vez, es una revisitación de El retrato de Dorian Gray. La autorregeneración del coche, de Christine, va en consonancia con la podredumbre moral de Arnie Cunningham. Por fortuna, hay alguien dispuesto a frenar a la bestia. Todo ello con el sello habitual de King, equilibrando el realismo costumbrista, la tranquilidad de las cosas menudas, con el horror de la ira descontrolada. Un excelente King, en suma.
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