miércoles, 24 de abril de 2019

Manuel Alcántara: nota a la edición de "Esta muerte que ha nacido", de Mario Virgilio Montañez (1988)


En  el verano de 1988, estando yo en Argentina, donde se escribieron algunos de esos poemas, Manuel Alcántara, que desde hacía 4 años antes era mi amigo, propició que se publicara en Málaga mi primer libro: Esta muerte que ha nacido, publicado por ängel  Caffarena como número 27 de su colección ängel Poesía, con una ilustración de Eugenio Chicano y nota a la edición de Manuel Alcántara. El tono del librito, en realidad una plaquette, lo delata la cita de Quevedo que lo abre y lo titula, el primer cuarteto de su soneto titilado Lamentación amorosa y postrero sentimiento de amante:

No me aflige morir; no he rehusado
acabar de vivir, ni he pretendido
alargar esta muerte que ha nacido
a un tiempo con la vida y el cuidado.

Lo más valioso de este raro cuadernito es el texto que lo cierra y en el que Manuel Alcántara hacía de mí un elogio del que aún me siento indigno y que muestra  la generosidad del poeta y amigo hacia aquel remoto muchacho de 22 años. He aquí sus palabras:


Era un niño entonces y todo parece indicar que va a seguir siéndolo, ya que ha decidido nacionalizarse en su infancia. Era un niño Mario Virgilio Montañez cuando se le reveló lo único que nos es dado entender mientras vivimos: que la vida es ininteligible. Lo grave fue que esa revelación le sobrevino de modo brusco, en el mismo momento en que murió su madre. A partir de ahí empezó a remover instantes, a reconstruir emociones y a bucear en él mismo para emerger con unas cuantas palabras en las manos. Unas palabras que explicasen lo inexplicable y que levantaran acta de su paso por el mundo. También a partir de ahí empezó a narrar historias, por lo común algo lóbregas.

Poeta cierto y prosista cierto, no es temerario aventurar que Mario Virgilio va a dar mucho que hablar y, sobre todo, mucho que leer. Su timidez se extingue cuando está ante los folios y ordena sus confesiones o sus coartadas. Mientras, estudia, se deja examinar por sus profesores, acude a una exposición o una cita y lo mira todo con un asombro ponderado, a través de los cristales de unas gafitas plateadas, como de joyero de novela de Simenon o de seminarista antiguo. No hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que este jovencísimo escritor no es él más que cuando está solo. Tampoco es una prueba de sagacidad predecir que estamos ante un pura raza de las letras, ese oficio que según Ramón Gómez de la Serna consiste en meterse en casa a escribir sin saber si se está haciendo por la vida o por la  muerte. Alcance las metas que alcance, que puede alcanzarlas todas, este muchacho que tiene aire de sobrino de Kafka, sabe ya que lo único importante es el camino.

Una vez más, es Ángel Caffarena –Arcángel Caffarena, para los íntimos- el que hace posible la primera publicación de un poeta. Mario Virgilio Montañez, que ganó el Premio Hucha de Oro cuando tenía 19 años, es conocido por sus relatos en el suplemento literario del Sur”, pero ésta es su primera entrega poética. Aquí comparecen inviernos y pupilas, llantos pétreos, buques inmóviles y murciélagos silenciosos. Un mundo inventado para averiguar cómo es el mundo.

MANUEL ALCÁNTARA





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