martes, 3 de abril de 2018

Lecturas: Crímenes y mentiras: Las prácticas oscuras de Perón (Hugo Gambini y Ariel Kocik)



En días sucesivos comentaré dos libros sobre Perón, un personaje controvertido donde los haya. Que suscita adhesiones y rechazos. Y que tal vez haga necesario una breve aclaración personal. 

Perón y su época constituyen una sección destacada de mi biblioteca, con varias decenas de referencias. Fruto de mi interés desde mi primera estancia argentina en 1988, cuando en los alrededores de mi pueblo/barrio de Buenos Aires, Santos Lugares, aún se podían leer pintadas que decían “Isabel conduce” o que unían la V y la P, en referencia a la vuelta de Perón o su victoria. En charlas con mis tíos, alrededor de un mate con galletitas saladas acompañadas de dulce de leche, fui recabando testimonios y recuerdos de aquellos años, completándolos con las apasionadas tertulias en la cerrajería de los Ceraso, donde eran mayoría los antiperonistas (y también en casa de mis tíos) pero donde también cabía algún que otro nostálgico que defendía aquella figura. Ya entonces compré mis primeros libros sobre Perón, y he seguido haciéndolo a lo largo de los años. Mi opinión global sobre Perón es negativa. Sobre Eva Perón, algo menos negativa (pero negatiova al fin y al cabo). Pero entiendo que haya quien le defienda, aunque sea desde la vía sentimental como se vislumbra desde la pintura del extraordinario artista Daniel Santoro a quien ya he glosado aquí. Perón como justiciero, como el que reparte bicicletas, panes dulces, casas, zapatos. Perón libertador y justiciero. Todo eso. Pero también hay otro Perón, el que queda fuera de la propaganda y bajo la luz implacable de la historia. Este Perón.




Aquí, partiendo desde elementos tan sencillos como el año de nacimiento del personaje, que también está sometido a falsificaciones, se avanza por el tupido engranaje de adulteraciones a que fue sometida su persona y sus acciones. Resultando que el cultor de la justicia social fue un dictador más de los tantos que mi amada segunda patria ha padecido. Aunque fuera en este caso un dictador carismático y verboso. Esta vez, Gambini y Kocik se limitan al Perón los años 40 y 50, dejando fuera al del exilio y su tercera y agónica presidencia. Que es, si cabe, más oscuro, y del que tratará el siguiente libro que aquí comente.


En este, dedicado al primer Perón, el de la forja y el derrocamiento del Justicialismo, el discurso se articula en torno a una primera parte en torno a las mentiras de Perón y una segunda alrededor de los muertos de Perón. Hay mucha mentira y mucha muerte, mucho intento de ocultar las contradicciones de un régimen que quiso presentarse como justiciero y que llevó, por ejemplo, a la masacre de más de mil indígenas de la etnia pilagá en la provincia de Formosa en 1947. 

Como en la conclusión señalan los autores, y a forma de resumen del libro, "En nombre de los derechos sociales que consagró en su Constitución de 1949, el peronismoanuló la posibilidad de reclamar por ellos, que quedaron confiados a la visión de Perón. La protesta comenzó a verse como un acto contra la patria, y el derecho de huelga se volvió una concesión del gobierno. Cuando la crisis se llevó las mejoras iniciales, los reclamos de las clases obreras causaron una represión creciente. El control sobre los medios de comunicación permitió que las violaciones a los derechos humanos y el sometimiento de los disconformes del mundo gremial no se divulgaran, y la mística creada por el peronismo influyó lo suficiente como para no investigar mucho al respecto. Si el peronismo quiso poner a todo el país a tono con su doctrina, con su sistema de poder vertical, la ley como la verdad misma emanaban en última instancia de Perón, aunque abundara en contradicciones y falsedades, como su sofisticado sistema de propaganda.


Cuando Perón amagó una tregua en 1955, ya se habían cometido y respondido desbordes difíciles de olvidar con rapidez. La posibilidad de una cooperación con otro gobierno, elegido o no, quedaba clausurada si el peronismo acusaba de vendepatrias a sus adversarios. La imprevisible política exterior argentina se expresaba con un discurso encendido, pero también consagraba una gran dependencia por falta de medios, que arrojó al país a los brazos de sus enemigos discursivos del capital foráneo. En medio de esa encerrona del mensaje justicialista se produjo la caída de Perón, pues el discurso de la felicidad social y la prosperidad argentina chocaba con la realidad. 


Las represalias sufridas por los peronistas desde 1955, lejos de quitarle vigencia a esa corriente, se la devolvieron, a la vez que diluyeron sus anteriores pecados. Su relato, además, ponía la culpa de los males del país en manos oligarcas o extranjeras, lo que resultaba tranquilizador: era preferible afirmar el orgullo nacional que confrontar el mito peronista con la evidencia de las víctimas, los resultados sociales efectivos, bochornos como el falso anuncio de la energía atómica controlada (dañando el prestigio de nuestra ciencia) o la pretensión de erigirse en líder regional a costa de empobrecerse en el intento".

Todo lo que en este repaso por la historia argentina se cuenta se resume en las palabras de mi añorado tío Pepe en aquel invierno austral de 1988: "Yo vine huyendo de Franco, mi sobrino, para encontrarme acá con Perón".


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