viernes, 4 de septiembre de 2015

Lecturas: España y Cataluña. Historia de una pasión (Henry Kamen)

A sesenta centímetros de mí tengo un cartelito bajado de Internet, que unas manos amadas y catalanas (hoy las de mi esposa) pegaron hace unos años. En él, una cita firmada por Abraham Lincoln: Whatever you are, be a good one. Justo ahora me doy cuenta es justamente lo que intento con mi condición de español: ya que lo soy, intento ser un buen español. Porque, alguna vez lo he escrito, no soy especialmente patriota, no comulgo con los dioses de mi terreno, no acepto todo ese bagaje de la españolidad con alegría y bravura de soldado de los Tercios o de pícaro de la piel de toro. Hay mucho que me molesta de los ritos y de los mitos de mi país. Nunca aplaudiré el martirio de ningún animal para divertirme y batir palmas, nunca adoptaré la arrogancia como norma primera del carácter, nunca cultivaré la ignorancia. Todo eso. Todo lo que me hace, por muy español que sea, considerarme y sentirme, según el momento, coreano, argentino o inglés y hasta turco. Pero puesto a ser español, por ese azar que nos lleva a tomar carne y mente y espíritu en un lugar, una forma, un tiempo, intento ser un buen español. Depurado de vicios. Depurado, por español mismo, de pasiones.





Es justamente lo que propone, Henry Kamen. Al menos, el poso que te deja tras la lectura, en la que ahonda en la pasión del catalanismo y la pasión del españolismo, ahora mismo en trayectoria de colisión por decisión de una de las partes. Ya en 1647, buscando participar en el comercio con América encauzado por Sevilla, los mercaderes de Barcelona afirmaban en su escrito: "No hay ninguna duda de que Cataluña es España. España es todo lo que hay entre los Pirineos y los océanos. De ello se sigue que Cataluña es España, y y que los catalanes son españoles". Casi 400 años después, se nos quiere convencer de que nunca fue así, y para ello arguyen una historia construida de falsedades. Kamen las desmonta, sobre todo la ocurrida desde 1714, cuando los falsarios de hoy sitúan el fin de una nación que nunca existió. Lo hace Kamen, británico pero habitante de Barcelona, con herramientas de historiador. Podría, ya que lo hace, ser considerado un defensor de la unidad de España, también un buen español. 



Pero nos ofrece una visión de España como un estado no fallido pero sí carente de una identidad nacional sólida. Tal vez no le falta razón. Mientras los catalanes (los políticos catalanes, algunos escritores catalanes) han acertado con forjar una épica nacional basada en el agravio constante (y en la mentira), en España no hemos sabido ofrecer un relato común, ni unos símbolos, que nos unan más allá de las provincias y las regiones, más allá de los antiguos reinos fundacionales: "El argumento que presento aquí es que, al contrario que España, Cataluña tuvo éxito -claramente- a la hora de autodefinirse. A diferencia de España, consiguió hacer de la retórica una especie de realidad. Aunque Prat de la Riba y muchos de sus seguidores no eran más que retórica y palabrería en sus argumentaciones, tuvieron la ventaja de contar con una sólida base histórica y cultural". 




Ya en 1640 Baltasar Garcián señalaba lo complicado que es unir a los españoles: "En la Monarquía de España donde las provincias son muchas, las naciones diferentes, las lenguas varias, las inclinaciones opuestas, los climas encontrados, así como es menester gran capacidad para conservar, así mucha para unir". Desde entonces, y más a partir de la recuperación y puesta en valor de los mitos catalanes desde la Renaixença, la actuación combinada de políticos y publicistas puestos a su servicio, la pasión de Cataluña ha ido ganando la partida a la de España. Pero no nos engañemos. Como afirma Kamen en un artículo que inserta en este libro necesario y razonante, "El separatismo no es ninguna respuesta a nada. Muchos creen que en un mundo moderno como el nuestro no tiene cabida reducirse al estrecho marco de una nación provinciana, y que el futuro está en integrarse dentro de sociedades, economías, culturas y tecnologías más grandes y mejores, en lugar de amadrigarse en un mundo más y más pequeño de horizontes limitados, controlado por burócratas corruptos y élites burguesas que creen en ideologías que pueden parecer reales arriba en la montaña, pero aquí abajo, en el llano, no son nada más que el material del que están hechos los sueños".





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