lunes, 21 de septiembre de 2015

Lecturas: El barbero de Picasso. Historia de una amistad (Monika Czernin y Melissa Müller)

Podría, objetivamente, parecer tan interesante como un libro que se llamara "El podólogo de Picasso", "El cartero de  Neruda" (hay una novela de Skármeta, hay una película babosa), "La criada de Borges" (hay un libro sobre mucama) o "El cerrajero de Sábato" (lo hay, y es mi amigo tan querido y añorado Mario Ceraso). Pero cuando el barbero de Picasso fue un hombre honestísimo, prudente, fiel y entrañable la cosa cambia. Este librito breve sirve para contar la amistad, intensa y suave a la vez, entre los dos hombres, con algunos parrafitos en cursiva aquí y allá que dan voz al barbero, Eugenio Arias, entrelazados por un relato que va contando la vida de los dos amigos, sus confluencias, y el relato general de la vida del malagueño.

Jacqueline Roque, Pablo Picasso, Eugenio Arias
(foto de Lucien Clergue)

Como libro sobre Picasso es simple, con alguna aseveración temeraria y a veces errada. Buscando entresacar algún fragmento valioso, encontré éste:
Arias no se perdía casi ninguna exposición de Picasso en Francia por muy lejos que le llevara el viaje. Y entendía el arte de Picasso precisamente de la manera que el propio artista imaginaba. "No hay nada que explicar. ¿Qué diablos tiene que ver el arte con el hecho de comprender? El arte debe liberar sentimientos en el corazón del espectador", se indignó una vez el artista ante su amante Geneviève Laporte al pedirle ésta una explicación de su trabajo. Una obra de arte no debiera dejar a nadie indiferente, debiera hacerle reaccionar, fortalecerle y volverle creativo, aunque sólo sea en su fantasía. El propio maestro -un gran privilegio- enseñó a su amigo íntimo Arias cómo se eliminan los obstáculos del camino a fin de poder entender con el corazón.

Como libro sobre Arias es un tesoro. Yo lo conocí, allá por 1991. Asistió a una inauguración de la Casa Natal en la que se daba protagonismo a algunas de las modestas pero emocionantes piezas que Picasso lo regalara. Le recuerdo como un anciano pleno de sentimientos que ante todo quería honrar a su amigo y vanagloriarse poco, y que nombraba con voz solemne a España. Ya ahí se notaba que era un hombre cabal. Este libro lo demuestra con creces. Sirva para dar singularidad, cuerpo y espíritu a quien no deseó sino el anonimato y la honestidad que lleva a tener en paz la conciencia. 


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