La ucronía no puede ser complaciente, boba, previsible. Si se nos ofrece una ficción, debe abandonar el corsé académico, no quedarse en el resultado de un encargo infantil de redacción. Imaginemos un colegio inglés. Corbatitas y pecas. A ver, niños, el tema es: ¿qué hubiera pasado si la Armada Invencible hubiera triunfado? Y los escolares se dedican a decir que Inglaterra hubiera estado muy mal, que los malvados papistas habrían instaurado la Inquisición. Que es justamente lo que Turtledoe hace aquí, y buscando un final feliz, como si de un escolar bienintencionado y patriótico, se le ocurre devolver las aguas a su cauce, restaurar la historia y hacer que los malvados españoles sean rechazados y restaurada en el trono la reina Isabel I. Una novela muy mala de un autor del que ya había disfrutado otra novela ucrónica, "En presencia de mis enemigos", que partía de una victoria nazi en la Segunda Guerra Mundial. El recuerdo de la magnífica novela (aunque es casi una sucesión de relatos) "Pavana" de Keith Roberts sobre las consecuencias, a partir del siglo XIX, de la conquista española de Inglaterra, hacía que el libro de Turtledove se presentara especialmente seductor.
Aquí, sin embargo, todo es tonto y desaprovechado. La trama se basa en que las autoridades españolas le proponen a Shakespeare que redacte un drama sobre Felipe II para ser representado cuando, en breve, el Rey Prudente muera. El barón de Burghley, Willian Cecil, que vive en la clandestinidad, le hace otro encargo, un drama épico sobre Boadicea y su rebelión contra los romanos. Como responsable de vigilar de cerca al dramaturgo, los españoles buscan otro compañero de pluma: el teniente Lope de Vega, que en sus peripecias llegará incluso a matar, en una pelea con armas blancas, al mismísimo Christopher Marlowe. Algo tan prometedor (y tan bizarro, si incluye episodios como el combate Lope/Marlowe) queda anulado por la impericia del autor. Y me refiero a Turtledoe, que logra una novela fallida con un desenlace mejorablemente mejorable, idiotamente idiota, al que añade un capítulo de cierre prescindible que es otro canto al almíbar y la tontería. Qué lástima de libro. Qué horas malgastadas. Que el título original, Ruled Britannia, trasunto del Rule Britannia musicado por Thomas Arne sea lo más original del volumen resulta no alarmante sino triste, muy triste. Para esto, mejor fue que los barcos se hundieran...
No hay comentarios:
Publicar un comentario